❧uno

2.4K 239 226
                                    

Richard Tozier miraba las calles de California con atención. No había baches en estas, los niños jugaban con alegría bajo las sombras de los gigantes árboles, protegiendose de los rayos del abrasador sol de Julio. Los adultos por su parte sacaban a pasear a sus perros o salían a dar una caminata con conjuntos deportivos. Ese vecindario le traía un furtivo recuerdo a su pueblo natal, Derry. No estaba seguro del porqué de esto, pero cada vez que miraba al cielo, se sentía como tener 11 años otra vez. Cuando veía a los niños, la vívida imagen de Beverly, Bill, Stan, Mike y Ben venía a su mente casi automáticamente. ¿Qué sería de la vida de sus únicos amigos en la infancia? Imaginaba a Beverly siendo modelo, ella era una de las chicas más hermosas que había conocido en su vida. Bill podría ser escritor, acostumbraba a leerle cuentos tenebrosos a sus amigos, y eran bastante talentosos para su edad. Stan debió haber sido veterinario, por su amor por las aves. Ben arquitecto, aún recordaba el perfecto dique que había armado para que los 6 perdedores jugaran ahí. Y Mike... ¿qué sería de Mike? Eso si que no podía saberlo.

El ladrido de un perro lo sacó de su trance y miro disgustado al can. Levantó su dedo del medio y oyó la voz del taxista anunciando la llegada a su destino.

—Hemos llegado, señor. Son 2 dólares.

—¿Tanto? —Preguntó, sacando dos billetes de un dólar y entregandoselos.

—De algo hay que vivir. —Replicó entre risas, a lo que Richie esbozó una sonrisa ladina.

—Me siento estafado. —Mascullo y el señor volvió a reír, salió del auto y miró a su alrededor.

Apoyó su maleta en el piso para poder descansar su mano durante unos minutos. La casa donde su amiga Sonia lo recibiría se encontraba justo en frente de sus narices. Tenía un color celeste pastel y ventanales grandes y blancos, no era una mansión, pero tenía un tamaño considerable. La puerta era de madera blanca y había macetas con flores en la entrada (lo más probable es que fueran artificiales, Sonia detestaba todo lo que se considerase "natural.)

Tomó nuevamente su maleta y caminó hasta la puerta, tocó el timbre y espero a que le abrieran. No había pasado más de un minuto cuando escuchó unos pasos y la puerta se abrió.

El cielo se abrió frente a él, podría morir y revivir ahora mismo. Su hijo, Eddie Kaspbrak, lo miraba esperando a que abriera la boca y explicase que hacía en la entrada de su casa. El cabello castaño del chico era delicadamente iluminado por el sol, volviendo cada una de sus hebras doradas. Sus pecas parecían salpicadas accidentalmente por su rostro, cómo si Da Vinci hubiese tirado pintura café sobre su obra de arte más bella. Sus piernas eran delgadas y blancas, deprovistas de vello, traía unos pantaloncillos rojos sobre estas, y una camisa rosada.

—Hola —Comenzó a hablar, intentando no perderse en su mirada.—Creo que tu madre, Sonia, te mencionó que me hospedaria aquí durante el verano. Soy Richard Tozier.

—Oh, eres el tal Richie. —Fue su respuesta, emitida por una voz suave y aguda, dulce como el néctar de una joven flor.

—Ese mismo. ¿Tu madre esta en casa?

—Claro que sí. No me dejaría solo ni en mil años, ¿acaso no la conoces?

Rió en voz baja.

—Sí, la conozco desde que tengo 17 años, créeme que sé como es.

—Está en la cocina, pasa. —Abrió la puerta para que pudiera entrar y lo hice.

Todo se veía dolorosamente limpio, nada raro de Sonia Kaspbrak. El rostro de Richie podía verse reflejado en el suelo de cerámica, el cristal de las ventanas parecía casi inexistente, si no fuera por el marco parecería que había un agujero de 2 metros en la pared. Había un fuerte y ardiente olor a químicos en el aire, que hizo que su nariz le picara. Acomodó sus lentes y se dirigió a el pequeño Kaspbrak.

—Es tal y como me imaginaba la casa de tu madre. Todo esta tan aseado que me cuesta creer que una sola persona pueda hacer todo esto. —Dijo, admirando el lugar. Su antigua casa era todo lo opuesto. No vivía en un basurero o algo por el estilo, pero si estaba más descuidada y sucia que esta.

—¿Una sola? ¿Crees que no me obliga a limpiar a mi también? —Preguntó con tono indignado, a lo que una sonrisa se dibujó en los labios de Richie.—Esta obsesionada con la limpieza —Mascullo para que su madre no pudiera oírlo.

—De eso no tengo duda.

—¡Eddie, angelito! ¿Richie llegó?— Oyeron gritar a una mujer, la voz de Sonia no había cambiado en lo absoluto, seguía siendo igual de chillona y aguda. Su hijo había heredado esta, pero gracias a Dios y a la testosterona era más grave que la de su madre.

—¡Sí, mamá! —Replicó.

Los pasos se hicieron presentes y cada vez eran más fuertes, y la mismísima Sonia estaba presente ante ellos. 13 años más vieja y con 60 kilos más, tal vez había crecido 10 centímetros de estatura desde los 17. Llevaba unos lentes de montura transparente, no los había cambiado desde su adolescencia, por lo cual se podían observar unos rayones en estos. Vestía un vestido de tamaño gigante y color blanco. Su cuerpo, robusto y grande, en el que no se podían observar curvas femeninas. Sonrió de oreja oreja al ver a Richie.

—¡Richie! —Chillo con emoción, y con toda la velocidad que su gordo cuerpo le permitía, se acercó al de lentes y lo abrazó con tanta fuerza que se quedó sin aire, pero aún así correspondió al abrazo.

—Es un gusto verte, Sonia.—Dijo cuando lo soltó, intentando recuperar el aliento.

—Tantos años sin hablarnos... ¿Cómo has estado?

—Muy bien, veo que has tenido un hijo.
—Comentó, dirigiendo su vista hacia Eddie.

—No soy su hijo, soy su esclavo.

—¡Edward Kaspbrak, no seas grosero con las visitas! —Regaño Sonia, un rubor carmesí se hizo presente en sus mejillas. —Disculpalo.

—Yo era así a su edad. ¿Cuántos años tiene? ¿Doce?

—Tengo trece. —Replicó el menor, mirándolo con enojo. Es decir, ¿como se atrevía a confundirlo con alguien menor? No era tan enano.

—Oh, perdón.

—Es un poco enano. Salió así a su padre.

—No soy enano, mamá. —Dijo, dedicandole una mirada fulminante a Sonia. Richie sonrió de forma ladina.

—No, cariño, seguro. ¿Quieres tomar una copa, Rich?

El pelinegro asintió rápidamente, estaba más que necesitado de un trago.

—Ve a tu cuarto, Eddie.

Eddie obedeció de mala gana, y cuando estaba caminando bastante enojado hacia su habitación, Richie alcanzó a ver una parte de su trasero. Gotas de sudor comenzaron a bajar por su sien cuando esto sucedió, y se apresuró a limpiarlas para que Sonia no lo notara. ¿Realmente estaba comenzando a sentirse atraído por el hijo de una amiga de su infancia? Este era su terror más grande, y se estaba cumpliendo. Mierda, ahora sí que estaba jodido.

¿les gustó? espero que sii uwu
10 votos y la sigo AHRE JDKSJD

LOLITA━REDDIE.Where stories live. Discover now