❧tres

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El adulto Richard Tozier leía ensimismado su periódico, se lo había comprado a un niño que pasaba por el vecindario. Estaba en la sección de deportes, aunque no era un aficionado le interesaban y podía distraerse un rato. Estaba un poco saturado de libros con palabras complicadas y narración bella, sólo quería algo simple y fácil de entender, para regresar a los viejos tiempos  cuando recién se adentraba en la lectura.

El sol pegaba en su rostro, sentía su calidez reconfortante y el suave aroma característico del verano penetraba sus fosas nasales. La paz reinaba en el jardín de Sonia Kaspbrak, cubierto de césped recién cortado y de color verde vivaz.

Estaba decalzado, traía unos sencillos pantalones que llegaban un poco mas abajo de sus rodillas y una camisa blanca con tres botones abiertos, siendo azotada por la brisa, con tanta delicadeza que parecía una caricia. Algunos vellos negro azabache asomaban por su pecho. Tenía una apariencia desaliñada, tal vez era por su cabello rizado o porque sencillamente Richie tenía un eterno aire así. Por más que estuviera vistiendo un traje, parecía desordenado. Era como si fuera un rasgo de su personalidad.

—¿Qué estás leyendo? —Indago la voz de Eddie Kaspbrak, a pocos metros del pelinegro.

Richie levantó la mirada y sonrió ladinamente, el castaño vestía una playera amarilla y sus característicos pantaloncillos, esta vez rojos. Se sentó a un lado de Richie, con las piernas cruzadas como indio y mirando abstraido al cielo.

—Sólo los deportes. —Fue su respuesta, sonó seco y tajante aunque esa no fue su intención, por lo que decidió agregar algo.—Pero ya no.

Cerró el periódico y Eddie dirigió su vista a él. Lo analizó unos segundos, hasta que finalmente observó su rostro, sereno y risueño.

—Detesto los deportes.—Dijo, comenzando a arrancar césped con sus dedos delgados. A Richie le pareció fantástico.

—A mí me gustan, no demasiado, pero al menos me entretienen.

—Dejaste de leerlos cuando llegué aquí.

—Es porque tú me entretienes más.

Eddie miró a Richie con una mezcla extraña de emociones en sus ojos. Por parte, estaba cohibido y feliz, pero por otra, un poco más oculta de la sociedad (especialmente su madre), coqueto. El pelinegro notó la segunda, porque él tenía lo necesario para hacerlo. Había que ser un observador empedernido, que prestase atención a cada detalle, casi de forma enfermiza, para poder ver más allá de lo que la gente mostrase. Y Richie se había vuelto un experto en eso con el paso de los años. Pudo descifrar la personalidad de Eddie apenas vio su semblante, y supo que era el indicado para él, cómo si el creador del universo hubiese creado moldes para Eddie y Richie, y ambos encajaran perfectamente.

—¿Ah, sí? ¿Cómo lo hago? —Preguntó, sonriendo. Su mano, asustadiza y delicada, se acercaba a la rodilla del mayor.

—Simplemente lo haces.

—Me siento animador infantil.—Comentó, riendo.

Richie también rió, y sintió el tacto de la mano de Eddie sobre su rodilla, a lo que trago saliva y un nudo se formó en su garganta. Su boca era un desierto, el más seco y desesperante que pudiese existir. Su lengua parecía un pedazo de carne muerta por la falta de agua, y le creaba una incomodidad increíble.

—¿Estás bien? —Preguntó el menor, al notar la expresión de Richie. Parecía que se estaba asfixiando, no podía emitir palabra. Por lo que se acercó más a él. —Richie, ¿te encuentras bien?

El pelinegro tomó una grande bocanada de aire e intentó volver a respirar correctamente, el rostro de Eddie se encontraba a escasa distancia del suyo, y ese era su impedimento para mantener la calma.

—S-si. —Contestó con un hilo de voz. Su pecho subía y bajaba.

—Estas bastante pálido. —Comentó Eddie, mirando la cara de Richie, que relucia al sol por el sudor que escurria.—¿Eres alérgico a algo? Tal vez estas teniendo una reacción alérgica.

Sí, a Eddie. Pero le encantaba.

—No, no. —Meneo su cabeza repetidas veces, su boca estaba volviendo a la normalidad. —Disculpame.

—Está bien...—Eddie se alejó de Richie y volvió a sentarse a un lado de él, pero su mano aún descansaba en su rodilla.—Pareces un loco.

Un desquiciado.

—Y tú un tonto.—Respondió, infantilmente.

Y ti in tinti—Imitó Eddie, sacando la lengua al mayor, a lo que rió.

—Eres encantador.

—Lo sé. También soy inteligente.

—De eso no tengo ninguna duda, Eds.

—¿Sabes que pareces un niño de 10 años llamandome así, no, Richie?

—Claro que lo sé. Por eso lo hago, Eds.

Eddie rodó los ojos y volteó a mirar el cielo, ya comenzaba el alba. En su rostro juvenil se reflejaban las luces rosas y doradas, dándole una apariencia mágica.

El castaño cerró sus ojos, sintiendo la brisa golpear su cara suavemente. Suspiró pesadamente, podía sentir la mirada de Richie clavada en su cuello, y eso le hacía sentir bien. Deseado, ¿esa era la palabra? Sí. Se sentía deseado por el mayor.

—Se que estas mirándome.

—Esa era la intención.

LOLITA━REDDIE.Where stories live. Discover now