Capitulo 8

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«Te escogí porque eres bonita, porque eres un papel en blanco en el que yo podía garabatear un borrador.»



—Cinco minutos más, por favor. — Se removió entre las sabanas y enterró su cabeza en la almohada, la alarma no paraba de sonar y no era la suya. — ¡Mierda! Aiden apaga esa cosa. — Extendió su mano para palmear repetidas veces el pecho del de al lado.

Sintió como a su lado el tipo gruño en molestia y maldijo por lo bajo, pero el maldito ruido seguía sonando y el castaño sentía que su cabeza podría explotar. Isai era un gruñón por las mañanas y peor si tenía resaca.

—No es mi alarma. — le aviso. — es el timbre. — Unos brazos fuertes y cálidos lo atrajeron para acurrucarse mejor.

El castaño gimió en protesta y abrazo con fuerza la almohada, esa no era la voz del rizado. Y abriendo los ojos con un ligero ardor por la luz que se colaba por los grandes ventanales, con una mirada rápida barrio el lugar y lo reconoció de inmediato.

Ezra. Estaba en el departamento del mayor, para ser más precisos estaba en la cama del rubio. Otra vez.

«¡Me cago en la puta!, se supone que ya no tendría que pasar esto. Él va a creer que mi nota de la última vez es una burla para hacerme el interesante.»

El timbre dejo de sonar y respiro con alivio, esa maldita cosa sonaba horrible.

—Tengo que ir al baño. — trato de desenredar los brazos que lo tenían sujetado de la cintura. — Ezra déjame ir al baño, anda. — palmeo ligeramente el brazo del mayor.

Isai podía sentir algo cálido y duro rozar su trasero. Sus mejillas se encendieron por la deliciosa fricción que empezó a hacer el rubio, y el aliento cálido que golpeaba su nuca no ayudaba a mantenerse quieto, pues él también empezó a frotarse al ritmo que marcaba el de atrás.

El castaño podía sentir como le dolía el cuerpo y desde que despertó y fue consciente de su alrededor los recuerdos de todo lo que pasó la noche anterior lo bombardearon de golpe. Estaba casi seguro que no podría seguirle el paso al rubio si este decidía tener sexo mañanero; no le molestaba porque para ese momento también lo quería, pero no podría durar mucho.

«¡Oh Dios! Lo quiero ya.» — Y con ese pensamiento se dio la vuelta tomando desprevenido al mayor y se sentó sobre el rubio con ambas piernas al lado de las caderas de este listo para él, muy ansioso por todo lo que sabía que le podía ofrecer y hacer sentir el hombre bajo él.

Ezra le dio la sonrisa más caliente que el menor había visto y gimió fuerte y ansioso por todo lo que le prometía, ambos la pasaban más que bien juntos tenían una clase de conexión que no habían experimentado con amantes anteriores y por parte del rubio eso era bastante. El ojigris era arcilla entre sus manos cuando de sexo se trataba, se entregaba por completo y sin ningún pudor y Ezra lo adoraba, podía ver en la mirada del menor una sensualidad que lo atrapaba por completo.

—¿Quieres estar arriba cariño? — Ezra lo tenía sujeto por las caderas y se impulsó hacia arriba presionando de nuevo. Ansioso y listo para entrar.

Pero cuando el menor le iba a contestar la puerta del dormitorio se abrió sin aviso y azoto contra la pared con fuerza provocando un sonido fuerte y seco.

El castaño rápidamente quiso taparse con las sabanas y bajar de encima del rubio por la sorpresa y al segundo por la vergüenza que sintió al ver a una joven pareja observarlos con asombro, sin embargo, para su sorpresa Ezra lo termino por cubrir con las sabanas y lo atrajo hacia él, abrazándolo de forma protectora y hasta celosa, y obligo a que escondiera su rostro entre su hombro y cuello. Evitando que los extraños lo siguieran viendo.

—¿¡Qué mierdas haces entrando a mi casa de esa manera Marshall!? — Exclamo de forma rabiosa.

Los intrusos y recién llegados no eran nada más y nada menos que Marshall e Isabella quienes seguían en la entrada de su habitación a unos cuantos pasos de su cama. De manera rápida y sin detenerse lo suficiente miro de reojo a Isabella que miraba de forma seria y fulminante a Isai que seguía escondido entre sus brazos sobre su regazo. Aunque el rubio no supo leer la mirada de la mujer con exactitud y lo dejo pasar.

—Vaya... y-yo lo siento, no me esperaba esto. — Marshall salió de su asombro y lo miro de forma burlona a su hermano, Isai podía sentir la burla y diversión en la suave voz del chico. — Vístete y sal a la sala. — Ordeno el rubio menor, dando la vuelta y llevándose a su esposa junto a él.

Cuando Ezra vio que su hermano cerró la puerta para darle de nuevo privacidad, aflojo su amarre sobre el cuerpo del menor y lo obligó a mirarlo.

—Lamento eso. — le dijo con una mueca. — Marshall es mi hermano y la mujer es su esposa. — Isai le sonrió aun con sus mejillas rojas, pero ahora de la vergüenza que sentía y no por lo que momentos antes estaban a punto de hacer.

—Esto es de uno de los momentos más vergonzosos de mi vida Ezra. — una risa cantarina inundo los oídos del rubio que también empezó a reír en acuerdo con su pequeño amante.

—Lo supuse. — Lo acerco a su rostro y lo beso de forma lenta y profunda. — Mejor vístete y salimos a ver que quieren. — lo bajo de su regazo.

Isai parpadeo atontado todavía por el reciente beso.

—¿Seguro que quieres que salga a verlos? — Cuestiona con sorpresa. — No creo que sea buena idea, mejor espero aquí en la habitación y una vez que se vayan me voy también.

Ezra ya tenía unos pantalones de chándal y estaba tratando de arreglar un poco su rubio cabello con sus manos, fallando obviamente en el intento. Isai rió por eso. Aunque el tipo seguía viéndose jodidamente caliente y podía ver algunas marcas es sus clavículas hechas por él.

El rubio podía ver su punto sobre el tema, de hecho, él mismo se sorprendió de decirle aquello porque al final del día Isai era un polvo más, no tenían nada como una relación ni mucho menos se conocían como para presentarlo ante su hermano que estaba seguro y haría una y mil preguntas sobre ellos. Ese era el maldito problema, no había un "ellos", y no estaba seguro de porque justo eso era lo que le empezaba a molestar.

Ezra rápidamente tomo una decisión, no había mucho que pensar sobre ello. Se acercó a su ropero y saco un conjunto de deporte limpio y se lo dio a Isai. El ojigris sin cuestionar se visto bajo la atenta mirada del rubio. El mayor una vez que lo vio listo se acercó y lo beso nuevamente, le encantaba como lo recibía Isai, dispuesto y feliz por sentirlo dejándolo besarle como mejor le plazca.

El rubio mando todo al diablo, él se la pasaba más que bien con el chico, se divertían y en la cama se entendían más que bien. No estaba dispuesto a perderlo tan rápido. Además, el necesitaba restregarle en la cara a Isabella que él seguía adelante y que nada ni nadie podía lastimarlo y salir ileso.

Tomaría todo lo que pudiera de Isai, todo lo que este quisiera darle, moldearlo; hacer y deshacer con él y cuando alguno de ellos estuviera listo para seguir lo dejaría ir. No podría pasar nada malo. Estaba seguro de ello.

Con eso en mente Ezra le dijo:

—Isai no voy a dejar que te vayas y me dejes sin decir nada mas como la última vez. — puso ambas manos a los lados del rostro de Isa. — Te creo. — Aseguro y el menor parpadeo con desconcierto. — Te creo, cuando me dejaste la nota. — le aclaro. — Sé que no eres un chico fácil ni que va de cama en cama, lo sé, pero quiero que te quedes, que pasemos tiempo juntos, conocernos y que tú me conozcas.

—Qu-quieres decir que... — El rubio lo interrumpió.

—Sí, yo quiero que tengamos algo juntos. — sentencio.

Tu paraiso mi infiernoWhere stories live. Discover now