I

123 18 56
                                    

ERA NOCHE DE luna llena

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


ERA NOCHE DE luna llena.

Las calles estaban desiertas y todos en Crimson Hills sabían porqué; tan solo había que echarle una ojeada al periódico. Los asesinatos eran recurrentes en el pueblo. Alguien se dedicaba a acabar con la vida de jóvenes chicos de manera improcedente, en mitad del bosque, cubiertos de sangre. Y lo que es más importante, sin corazón.

Crimson Hills era un pueblo pequeño, supersticioso y educado en una antigua cultura de la rama Wicca que vinculaba el lugar con tierra santa. Los espíritus vagaban libres por la noche, buscando víctimas con las que saciar su sed de sangre. Por eso había un toque de queda.

Es curioso.

Todos los habitantes lo seguían al pie de la letra y, aún así, siempre aparecían muertos en el bosque.

Creían que cuando la luna estaba en su más alto apogeo e iluminaba el camino era cuando los espíritus tomaban una forma horrenda y monstruosa con la que pisar la tierra.

No obstante, eso eran meras habladurías. Ni por asomo se acercaban a la verdad.

Era medianoche, habían pasado tres horas desde el toque de queda. La luna refulgía sobre la capa roja que cubría su cuerpo. Estaba recostada en un callejón oscuro, observando el ruido que arrastraban las hojas secas por el asfalto mientras esperaba el momento indicado.

Hacía rato que las tiendas habían cerrado, y las luces de las casas también estaban apagadas. Parecía un pueblo fantasma.

Red resopló.

Solo quedaban tres días para el equinoccio de otoño.

Todo debía estar listo y ella preparada. Se quedaban sin tiempo.

Mantuvo los ojos puestos en la carretera como mecanismo para luchar contra el hambre que la atormentaba por dentro, pero sabía que no aguantaría mucho más.

Le ardía la garganta y los reflejos le fallaban desde hace dos noches. Necesitaba comer. Necesitaba matar.

Ya no podía conjurar hechizos sin sufrir las consecuencias después: el cansancio, la irritación y lo que era peor, la pérdida del control.

Se ajustó la capucha de manera que le cubriera el rostro y se encaminó hacia el conjunto de casas más cercanas.

Los bloques antiguos despertaron en ella un sentido que creía olvidado. Olió la sangre. Una sangre dulce que bombeaba a un ritmo delicioso.

Se le iluminaron los ojos en la oscuridad de la noche y se transformaron en dos orbes dorados recubiertos de motas rojas. Sin perder ni un segundo, canalizó el éter que corría por sus venas y puso en marcha el canto.

Nunca fallaba. Era la especialidad de la casa.

Cada una era especial en su éter; el espíritu, su fuente de poder extraída mediante la conexión entre la luna y su diosa. Red había masterizado el dominio de Marte, pero todas controlaban la canción.

KatharsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora