II

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«MIERDA»

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«MIERDA». Eso fue lo primero que pensó.

En su furor por alimentarse y saciar la sed de sangre, el poder del éter y la soberbia cegaron a Red por completo. Había sido una auténtica despistada al dejar el cadáver de Kyle en mitad de esos contenedores, pero hacerlo justo al lado de su puesto de trabajo había vuelto las cosas en su contra.

Con razón la policía quería interrogarla, debía encontrarse en su punto de mira.

Cuando las víctimas acababan en el bosque no levantaban sospechas; los aldeanos lo achacaban a los animales salvajes que habitaban entre los árboles. Sin embargo, ahora era diferente. Ahora buscaban un culpable.

El agente Winchester paseaba la mirada por la tienda con aire receloso, como si estuviera buscando pruebas que respaldaran su teoría. 

Red no se dejó engañar por las apariencias. Probablemente no supieran ni por dónde empezar a buscar, así que se inclinó sobre el mostrador y los miró directamente a los ojos.

—Aquí no encontrarán nada, agentes. —Y sonrió de nuevo.

Hunter negó con la cabeza.

—¿Le importaría responder a las preguntas? —Él también sonrió—. Tenemos trabajo que hacer.

Red reprimió las ganas de saltarle al cuello y, en su lugar, clavó las manos en el borde del mostrador.

—Claro, pero ya les avanzo que no sé nada.

Hunter la ignoró por completo.

—Vamos con una fácil —comenzó—. ¿Conocía a Kyle Morgenstern?

—No.

—Vaya, qué rápida.

Winchester esbozó una mueca desconfiada y comenzó a dar vueltas por la tienda. No sabía qué podía encontrar entre mesas viejas y algún que otro cuadro renacentista, pero la tienda emitía una fuerte energía que le erizaba los pelos de la nuca.

—¿Tiene idea de por qué han podido dejarlo aquí?

—No.

—¿Va a responder a todo con monosílabos?

—Sí.

Hunter soltó una carcajada con ánimos de cortar la tensión que pendía sobre ellos, aunque Red no parecía dispuesta a dejarlo respirar.

—¿Qué hizo ayer por la noche?

Ella puso los ojos en blanco antes de mirarse las manos; tenía sangre reseca en dos de las yemas de los dedos.

—Nada en especial. Con el toque de queda es imposible hacer nada.

—¿Toque de queda? —preguntó.

—Sí, ¿no lo saben? —Red desplegó sus mejores encantos y apoyó la mano con sangre en su barbilla, ocultándosela a Hunter—. Hay espíritus errantes por Crimson Hills. Salen de noche en busca de venganza y no dudan en cobrarse la vida de cualquier víctima que encuentran merodeando por las calles. Yo iría con cuidado. El toque de queda se respeta mucho por aquí.

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