Capítulo 40

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Arabella Acker

Me removí incómoda, lentamente abrí los ojos.

¿Qué mierda paso?

A los pocos segundos los recuerdos me llegaron de golpe, alcé un brazo para acariciar mí adolorida cabeza, pero algo lo jalo hacia abajo.

Mierda, estoy encadenada.

En ese momento me di cuenta de dos cosas, me están transportando a algún lugar y tengo los ojos vendados.

— Hola cariño, que bueno que despertaste. — Escuché la voz de un hombre, a mi izquierda.

Mierda, mierda, mierda

— Lástima que eres del jefe. — Otro hombre distinto hablo.

Sentí como una mano grande se posicionaba sobre mi pierna y comenzaba a acariciar ahí, poco a poco fue acercándola a mi entrepierna por lo que solté un grito y me moví bruscamente tratando de quitar su mano de mi pierna.

— ¿Pero qué mierda...? Cállate zorra. — Ordenó el hombre a mi izquierda.

— Dile a tu puto hombre que deje de tocarme, le diré a La Bestia que no me cuidan bien y que sus propios hombres son unos imbéciles. A ver qué opina el de eso.

Había dicho lo primero que se me había ocurrido, pero funcionó ya que el hombre que me estaba acariciando la pierna, quitó su mano como si mi piel quemara.

— Zorra. — Susurro.

— Platícame más. — Masculle con sarcasmo.

De pronto sentí como me tomaban bruscamente del rostro y me abrían la boca, intenté resistirme pero era muy fuerte, seguido de eso me percate que me metieron un paño a la boca, impidiendo que hablara más.

Niñitas.

El auto siguió avanzando, solo se oían sus respiraciones, ahogue un quejido cuando el conductor cayó en un pozo, causando que rebotáramos y doliera.

Minutos después la velocidad bajo, hasta hacerse nula, causa de que habíamos llegado.

Me bajaron y comenzaron a caminar, yo iba atrás o al menos eso creo, no podía ver absolutamente nada.

— ¿Y el jefe?

— En donde siempre.

Rodé los ojos y seguí caminando, había un hueco en mi pecho, estaba muy ansiosa, solo quería ver a Aarón.

No me di cuenta que teníamos que pasar por unas escaleras, ni me advirtieron, lo que provocó que cayera.

Escuché como rieron, lo que causó que me enfureciera. Me pare rápidamente y subí las escaleras como si nada hubiera sucedido.

Apreté mis puños y trate de controlar mi enojo. En mi mente solo imaginaba como acabaría a cada uno. Me hundí tanto en mis pensamientos que no me di cuenta que La Bestia estaba frente a mí.

— Quítenle las esposas. — Hablo demandante.

— Pero jefe... — Intervino uno de sus hombres.

— ¡Pero nada! Es una orden. — Espeto demandante.

Sentí una libertad al escuchar el sonido de las cadenas abrirse y caer al suelo. Suspiré sonriendo para mis adentros.

— ¿Por qué mierda le pusieron ese trapo en la boca? — Escuché preguntar a La Bestia.

Una mano de posicionó en mi rostro, luche con mis fuerzas no defenderme, me picaba las manos por querer plantarle un puñetazo. Mis manos se encontraban a los costados, a la altura de mis muslos, los que pellizque para no hacer algo de lo que después me arrepentiría.

Un par de balasWhere stories live. Discover now