Una clase muy peculiar

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-¡Allí está mi sexy bombón!

¡Rayos! ¿Qué tan difícil era hacerles entender que tenían la entrada prohibida a mi cocina? Resoplé y levanté mi mirada para encontrarme directamente con esos ojos azules que derrochaban burla y astucia. Eriol no había cambiado nada desde la preparatoria, aún le gustaba joderme la vida y los otros dos lo secundaban en todo. Era como el padrino de las bromas pesadas... y tenía que aguantármelo porque cometí la estupidez de darle el título de mejor amigo.

-¿No podías esperarme en la oficina y mandar a alguien para que me avisara de tu visita?

Su sonrisa sagaz apareció.

-Te hubieses escondido, mi querido lobito. -Mierda... me conocía bien-. Además, estoy bajo de azúcar. Necesito algo como esto.

Agarró un puñado de las flores de chocolate blanco que usábamos para decoraciones y comenzó comérselas. Dejé ir un suspiro pesado, en definitiva... estos sujetos no eran un riesgo, ¡eran una maldita calamidad para mi cocina!

-¡Te he dicho que no metas tus manos sucias en los recipientes!

-¡Oh! Lo olvidé... -dijo, haciendo un mohín que no le quedaba para nada-. Entonces.... como mis manos sucias dañaron el lote, haré el sacrificio de comérmelas todas. -Acercó el frasco y sacó más flores.

Después decían que el que tenía problemas con el chocolate era yo.

-¿No tienes libros de contabilidad que revisar o alguna reunión pendiente? -pregunté, continuando con las decoraciones de los pastelitos que tenía enfrente.

-Los números de la pastelería van muy bien -dijo, sentándose frente a mí-. En tan solo diez meses, hemos logrado convertir este lugar en un rotundo éxito. ¡Las matemáticas nunca mienten!

-Y debemos procurar mantenerlo así.

-Por cierto, tus mini Musas ya se agotaron.

Mis manos se paralizaron sobre los dulces y lo miré boquiabierto.

-Pero... no tienen ni diez minutos de haber salido.

-Te dije que una tanda para la tarde iba a ser un éxito -respondió, metiendo otro puñado de flores en su boca-. Llegué cuando las chicas salieron con las bandejas y me quedé para ver el revuelo que se formó. Fue impresionante.

Vaya... eso era un record. ¡Se habían vendido más rápido que la tanda de la mañana!

-Quizás... deba agregar unas cuantas más para que al menos duren veinte minutos... -dije, riendo.

-Si nos diera la receta podríamos ayudarlo para que duraran todo el día -refunfuño Haru desde su mesón.

-Buen intento, niño. Suerte para la próxima. ―Mi ayudante resopló graciosamente-. Saquen las tartaletas de fresas, los tiramisú y los puzles de gianduja. Son lo suficientemente llamativos para complacer a las personas que no pudieron conseguir una Musa.

-¡Sí, jefe!

Sonreí y negué con mi cabeza. Las versiones minis de mi Musa de chocolate y cereza las preparaba solo yo, por eso se ofrecían porciones contadas y no me gustaba reponerlas cuando se agotaban porque... una musa se añoraba, se deseaba, se pensaba todos los días y nos brindaba inspiración. Esa era la definición de mi postre emblema... el cual representaba a la mujer que significó tanto para mí en el pasado... y que no me había dejado dormir tranquilo los últimos días.

Suspiré y volví a enfocar mi atención en los pastelitos, pero... la mirada azulada y fisgona de Eriol no me dejaba concentrarme del todo. Diablos... odiaba cuando él entraba en su fase de psicoanalista, ¡era como estar bajo la mira de un microscopio! Inmediatamente, arrugué el entrecejo y lo enfrenté.

Musa de chocolate y cerezasWhere stories live. Discover now