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Cap. 13: Pasión

Kagome se acordó de sentirse nerviosa, hasta que la puerta de la habitación se cerró a sus espaldas. Sus pies tocaron el suelo, cuando Inuyasha la depositó sobre la alfombra Aubusson unas cosquillas de expectación y nerviosismo la recorrieron.

- Relájate…

Las manos de Inuyasha rodearon sus hombros desde la espalda y acariciaron con sus pulgares la base de su nuca. El leve cosquilleó de sus caricias, volvió a su cuerpo casi laxo, la sensación era tan gratificante que se apoyó contra su cuerpo y permitió que él siguiera.

Segundos después los largos dedos de sus manos, fueron sustituidos por sus cálidos labios.

- ¿Te sientes mejor ahora? – susurró contra su oído antes de tomar el lóbulo con sus dientes.

Un sonidito de asentimiento, brotó de los labios de Kagome, al mismo tiempo que Inuyasha la llevaba con pasos lánguidos hasta la cama. Al momento en que su cuerpo quedó semi apoyado en uno de los postes de la cama, ella notó que los dedos agiles del duque habían desatado los lazos de su vestido y que éste comenzaba a colgar de sus hombros.

- Inuyasha…

- Shhh… sólo déjate llevar

Ella asintió casi somnolienta, mientras él seguía en su tarea de seducción. Y por extraño que sonara, se le estaba haciendo bastante difícil hacerlo. En ese momento con Kagome, tan dócil y mansa en sus brazos, le daban unas ganas atroces de desnudarla y hacerla suya como si fuera un salvaje. Lo único que lo cohibía, era el hecho de que ella era nueva en todas estás practicas y que se suponía que la primera vez debía ser más pausada y romántica para una mujer.

Cuando desató hasta la última cinta del vestido de Kagome y este cayó a sus pies, formando una espiral a su alrededor; la giró para tenerla frente a él. Sus ojos castaños lo miraban con un seductor brillo, sus mejillas estaban sonrojadas y en sus labios todavía quedaban rastros de la humedad de sus besos y antes de que esta se evaporara, la tomó de la cintura y la besó con hambre y suavidad.

- Totosai, ¿dónde está mi hijo? – preguntó Izayoi antes de subir a la segunda planta.

- Esta en sus aposentos – contesto el anciano – Pero sería mejor si esperara a que saliera, entró con la duquesa y bueno…

Izayoi se sonrojó ante las casi palabras del anciano mayordomo, pero luego soltó una carcajada y descendió lo poco y nada que había subido.

- ¡Oh, bien!, esperaré a que ese par se desocupen, si me preguntas creo que les hacía falta… Que nadie suba a nada a la segunda planta…

- Como siga su excelencia…

-.-.-.-.-.-

A su vestido lo siguió su corsé, su camisola y sus medias. Inuyasha era sin lugar a dudas un experto desnudando mujeres, pero lo único que le importaba era que se tomaba el tiempo con ella.

- Tienes demasiada ropa… - jadeó mientras él le besaba el cuello.

- Eso se puede remediar… ¿Haces los honores?...

Kagome lo miró a sus profundos ojos dorados y con suavidad subió sus manos hasta las solapas de su frac. Comenzó desatando el intrincado nudo de su pañuelo y continuó uno a uno con la fila de botones de su abrigo; cuando finalmente lo liberó de su abrigo, tomó los bordes de su camisa blanca y la sacó de sus pantalones antes de desabrochar cada botón.

Inuyasha se mantuvo estático durante todo el proceso, no se movió y aquello ayudó a que se tranquilizara y de igual manera a que se entusiasmara, por lo que pronto estuvo recorriendo cada rincón de su torso con sus dedos. El duque era impresionante y no es que tuviera otro hombre con quien comparar, lo único que se le venía a la mente eran las magnificas esculturas de los griegos, con sus pectorales bien definidos y un vientre plano y con suaves y fuertes ondulaciones. Cuando bajó su mirada para seguir mirando, se topó con un fuerte bulto que pugnaba contra sus pantalones, ella sabía bien que era aquello.

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