El aula 203 del módulo VI estaba llena. Hannah no estaba acostumbrada a recibir tal cantidad de alumnos, pero tampoco le importaba disfrutar de semejante público. Aquellas clases, que tenían más aspecto de anfiteatros, siempre le habían parecido muy grandes. Llenas de mesas y sillas, pero solían ser excesivamente espaciosas para su gusto. Sin embargo, la tarde que se llenó de gente dejaron de parecerle grandes, y comenzaron a tener aspecto de ratoneras.
Siempre había pensado cómo sería dar clase a tanta gente. A lo mejor le daba vergüenza, ansiedad o tal miedo que tras entrar en el aula no iba a tardar ni cinco segundos en volver a salir. O quizá se sentiría como una superestrella: todos los ojos puestos en ella, como si fuesen los focos del escenario de un concierto de rock. Todos siguiéndola, admirándola. Aun así, ninguna de esas sensaciones le llenó la mente.
Aquella había sido una tarde caótica: el tren que parecía ir a pedales, la reunión con la rectora de la universidad que le pedía trabajar más horas, el café que sabía a cloro y que antes de tirar a la basura le manchó la blusa nueva... Todo antes de llegar a la clase de las ocho funcionó como un calmante, para que dejase de sentir como una persona normal y funcionase como un autómata.
Por eso no se dio cuenta del público que tenía hasta que comenzó a dar su clase de escritura creativa. La primera vez que levantó la vista se sintió abrumada, necesitó subirse las gafas del puente de la nariz para comprobar que aquella no era una ensoñación. El riego de voz se le cortó unos segundos, pero sacudió la cabeza y continuó dando su clase. Y así durante la hora y media en la que tenía lugar...
- ¿Y la luna? ¿Quiénes fueron los primeros escritores que pensaron en escribir sobre ella? – preguntó una alumna de las primeras filas. Al principio le costó identificar de dónde procedía aquella voz, pero después de ver a la chica y notar de nuevo el peso de la mirada de todas esas personas sobre ella se puso a pensar. No sólo habían dedicado la clase a hablar sobre la influencia de la astrología sobre la literatura, sino que sus alumnos habían hecho tantas preguntas de diferentes ámbitos que le había costado redirigir su discurso al mismo punto de partida. Aquella cuestión no le pasó desapercibida, pues la luna era un recurso frecuente en la literatura moderna y contemporánea, pero para los diez minutos de clase que quedaban decidió realizar un trabajo más filosófico, en vez de teórico.
- La luna también ha sido un elemento importante en la literatura, especialmente durante estos últimos siglos, pero, y vosotros, ¿cómo introduciríais en vuestra historia esta figura? ¿Cómo la convertiríais en la protagonista?
Muchas manos se elevaron, para sorpresa de Hannah, pues para ser las nueve de la noche aquellos jóvenes seguían enfrascados en el tema. Fue uno a uno, escuchando las creativas ideas que habían salido de su mente. A veces se preguntaba si la creatividad del ser humano podía ser medida, como los metros de nuestro intestino o el número de neuronas que posee el cerebro humano. Para ella era muy satisfactorio aquel trabajo, y más lo era el hecho de que sus alumnos siempre se mostrasen así de entusiasmados por los asuntos que trabajaba.
A lo largo de aquella hora y media se había ido acostumbrando a las miradas de sus alumnos, a los suspiros de cansancio y las repentinas salidas de clase de algunos de ellos, sobre todo de la atención que atraía. Había dejado de sentirse abrumada para dejar paso a la comodidad, sentirse acostumbrada a las situaciones en las que debía trabajar era el mejor de los contextos, así podía desarrollar sus clases como las había planeado en el pequeño despacho de su apartamento. Entonces, para finalizar la clase, decidió dejar de pasearse y escribir cosas en la pizarra para sentarse sobre la mesa del profesor, cruzar sus piernas y hablar de tal manera que sus alumnos creyesen que ya no habían acudido para atender, sino sólo para escuchar.
- A mí siempre me ha gustado la ciencia ficción. Poder utilizar información científica real para desarrollar nuevas ideas o dimensiones paralelas. Porque este género literario es el único aspecto de la ciencia en el que el resultado de los experimentos siempre va a ser el que tu quieras otorgarle. – suspiró, cansada por la larga jornada, o tal vez por revelar el contenido de su mente a más de cincuenta desconocidos en cada una de sus clases. – Por eso si yo tuviera que hablar de la luna, hablaría de su cara oculta. – La clase se llenó de suspiros y exclamaciones, parecía que ninguno de esos individuos había sido tan perspicaz como para averiguar cuál era la idea que iba a tratar. Hannah se sintió más segura. – Especularía, crearía teorías e hipótesis, buscaría en internet lo que la gente más loca cree sobre ello y basaría la historia en un universo paralelo al nuestro en el que el lado oculto de la luna posee un significado muy muy oscuro...
- Pero usted sabe que el lado oculto de la luna no tiene nada de misterioso ni de oscuro, ¿no? – le interrumpió entonces una voz varonil.
Hannah quedó un poco descolocada, pero enseguida se recuperó para visualizar a la persona que había realizado aquel comentario. Allí en lo más alto, en la última fila del anfiteatro estaba sentado un chico alto, de cabello rizado castaño claro y ojos azules. A pesar de estar tan lejos, Hannah pudo averiguar que aquel tipo tenía más o menos su edad y que era bastante más alto que ella. Estaba recostado sobre su asiento, con las piernas estiradas y los brazos cruzados sobre el pecho. Su mirada era desafiante, tenía los ojos entrecerrados y observaba cautelosamente todos y cada uno de los movimientos que Hannah realizaba. El batir de sus pestañas, el balanceo de sus pies, cada vez que se colocaba las gafas con el dedo índice casi de manera involuntaria...
Hannah también entrecerró los ojos en su dirección, incrédula.
- Era solo un comentario. – aclaró aquel tipo, levantando las manos en señal de inocencia. Hannah sonrió sin creérselo.
- ¿Sabe usted que la ciencia ficción consiste en convertir la ciencia en, pues eso, ficción? – pregunto retóricamente la profesora, utilizando un tono mucho menos afable del que había estado usando durante toda la clase. Los alumnos se encogieron un poco en sus sillas al escuchar aquella nueva faceta de su dulce profesora, pero se limitaron a observar la interacción entre ellos como si de un partido de tenis se tratase.
Sin embargo, aquel hombre parecía divertido. La respuesta que había dado la mujer había provocado que una sonrisa de lado, socarrona, se formase lentamente sobre sus facciones. Tras percatarse de ello, rápidamente la borró y asintió en respuesta.
- Estaba al tanto, profesora. Solo me parecía importante que supiese que...
Demasiado tarde. El estridente sonido de la campana que anunciaba el fin de las clases hizo eco en el espacio del anfiteatro. El chico se quedó con la palabra en la boca y todo el mundo se revolucionó recogiendo rápidamente sus portátiles y cuadernos, deseosos de irse a su casa a comer y dormir. Las únicas personas que todavía no se habían movido de su posición eran ellos: Hannah y el chico listo que parecía divertirse poniéndola en aprietos. Aprovechando aquel momento de "intimidad", Hannah se cruzó de brazos y negó en su dirección, mordiéndose el labio para ocultar la sonrisa que se le formaba al recordar la expresión pícara de él. Rápidamente se giró hacia su escritorio para empezar, también a recoger, y anunció en voz alta.
- Acordaos de la redacción para el próximo día. Que nadie me entregue algo escrito en Comic Sans, por favor. – sus alumnos se rieron y empezaron a salir apresurados de clase. – Gracias.
Y así empezó a guardar sus enseres en el bolso azul. El portátil, la agenda, los bolígrafos, las redacciones...
- Entonces, ¿no le ha gustado mi intervención? – cuando estaba a punto de terminar, esa voz rasgada y varonil que la volvía loca volvió a hablar. Levantó la mirada para cerciorarse de que estaban ellos dos solos. Él había bajado unos cuantos escalones y la esperaba sentado en una de las mesas con sus piernas dobladas, las manos juntas y esa misma actitud desafiante que poseía desde su primera intervención. La seguía tratando de usted, y Hannah no quería reconocer que verlo en aquel semblante la enloquecía. Dejó su mesa y fue caminando hasta él.
- Me parece interesante su punto de vista.
- ¿Sobre la luna o sobre la ciencia ficción?
Llegó hasta donde estaba él. Subió los escalones que los separaban y se quedó parada justo a su lado, siguiendo todavía aquel juego que él había decidido iniciar. Sin embargo, ya estaba cansada. Suspiró.
- El de que no sepas diferenciar entre fuera y dentro de la universidad.
Él sonrió divertido.
- Me parecía más divertido interrumpir tu clase y llamarte profesora, la verdad. – Hannah rodó los ojos, pero sonrió, pues parecía que había acertado con esa teoría. Él también volvió a sonreír y se acercó a ella para besarla. Después de su largo día de trabajo, solo le apetecía tumbarse en el sofá junto a ella y cenar comida para llevar mientras le limpiaba la salsa de los labios a besos. Hannah sonrió mientras se besaban.
- ¿Comida china o tailandesa? – preguntó él.
Hannah fingió que lo deliberaba mientras subían el resto de las escaleras para llegar a la salida. Finalmente se decidió.
- Tailandesa me parece bien.
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🍂Inktober 2019🍂
Short Story"In the entire circle of the year, there are no days so delightful as those of a fine October". - Alexander Smith