Capítulo 20

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La repentina luz se mostró al abrirse la puerta, molestando la aún sensible vista del lobo y revelando el arenoso exterior, desolado como de costumbre. Caminaba con la cola entre las piernas mientras se esforzaba en ser fuerte para no salir corriendo de allí, pues con cada paso que daba la duda y el miedo se apoderaban de él.  Al levantar la vista se encontró con el sol saliente, el cual le daba la seguridad de que encontraría a quien buscaba, justo en el lugar que diariamente frecuentaba.
Max tuvo un escalofrío que le recorrió la espina al momento en el que sus almohadillas tocaron la arena, que todavía se mantenía fría como si de nieve se tratase. De pronto su vista se desvío hacia las desérticas ruinas de lo que algún día había sido una base humana y sus ojos reflejaron los tenues rayos de la luz del amanecer.
Apretó la mandíbula al ver aquella figura de cara al sol, la cual tanto anhelaba ver, el blanco zorro no evitó soltar un suspiro al oírlo detrás.

—Eres bastante terco, ¿cierto, Max? —su voz, contrario a triste, salió con un divertido tono que extrañó al lobo.

—Solo... Quiero... —vaciló ante la pregunta del mayor, sus orejas se tensaron de repente.

—¿Dejar de sentirte culpable?... Típico —un resoplido salió al preguntar aquello. Aunque quería arreglar muchas cosas, su orgullo no lo dejaba.

—Joel, yo...

—Para, antes de que empieces, te voy a dar la chance de hablar las cosas, solo sientate y pregunta cuando yo te diga.

—De acuerdo —rendido tomó asiento en la arena listo para volver a intentar su meta.

De repente el silencio se adueñó de él, tenía tanto para preguntar y tan poco coraje como para hacerlo que hasta parecía que iba a explotar de la impotencia, en momentos como ese odiaba su desafortunada inseguridad.

—Puedes empezar —fue un insentivo del zorro el que lo hizo despertar, pues Joel notó su vacile a la hora de hablar.

—¿Por qué te fuiste antes de arreglar las cosas hace diez años? —la pregunta hizo resoplar nuevamente al mayor, a pesar, claro, que era obvio que la iba a hacer.

—Mierda, Max... Es un asunto que ya ni yo sé, tenía quince, hice cosas de las que me arrepiento, pero si te digo la verdad; no tenía opción, era eso o convertirme en alguien que no era —su respuesta fue recibida por un asentimiento del lobo—. Siguiente... Si es que la tienes.

—¿Cómo volviste a ver a Aish? —una mueca de tristeza se mostró en el zorro al escucharlo.

—Ahg... Bien, no es una historia agradable, pero todo pasó hará unos seis, o siete años...

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Me recuerdo fumando abajo de la lluvia, mojandome sin siquiera darle importancia. Estaba afuera de un bar y así como pensaras, aquella madrugada no estaba muy lúcido. Lo importante es que de pronto oí un grito proveniente del callejón junto al antro, si vieras la zona en la que estaba entonces ni loco te meterías allí, pero la curiosidad me ganó así que cuidadosamente fui al oscuro pasadizo.
En el fondo del lugar logré ver como una loba estaba siendo arrinconada por una hiena. En ese momento no reconocí que era Aish, la suciedad teñía su pelaje, además de que hacia ya años que no la veía

«¿Qué se supone que haga?» pensé al reconocer que estaba intentando abusar de ella.

Dudé durante un momento, pero al ver como poco a poco le arracaba la ropa y a la vez la ahorcaba, me decidí a salir de mi escondite

—¡Hey! —capté su atención sin tener mucha opción.

El tipo se dio vuelta y me plantó cara, era viejo, gordo y de aparencia tosca, sin embargo fui yo el que avanzó hacia él, era sin duda el triple de mi tamaño en ese momento, pero ya no había vuelta atrás.

La evolución de las especiesWhere stories live. Discover now