Capítulo 24

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Bastó de un momento para que, luego de la orden, todas las armas se levantaran listas para abrir fuego. Blake aprovechó el instante para arrastrar a los tres cánidos hacia la seguridad de los vehículos. Entonces las balas silbaron sobre sus cabezas cuando saltaron hacia el otro lado, aterrizando en la arena.

—¡Luz verde, gente! —tras sentir el metálico sonido del plomo rebotar contra la defensa, Sebastián dio la tan esperada señal.

Así había comenzado el contraataque humano, completando la ensordecedora sinfonía de explosiones, las cuales se escuchaban por todo el campo, pareciéndose al sonido de aquel misil, el causante de todo ese conflicto. Con cada ráfaga de balas que ambos armamentos despedían, una gran cantidad de cuerpos aterrizaban inertes en el suelo. Aún así el lado animal no flaqueaba, cada que uno de sus combatientes caía, otro lo reemplazaba al instante, alargando aún más la batalla.
Los defensores humanos se veían superados en número, pero al tener un lugar en el que protegerse de las balas sus bajas disminuían. Sin embargo el poder de fuego no fue suficiente para frenar al enemigo y rápidamente los veían apoderarse de más terreno en el lado interno de la cerca. El polvo comenzó a volar, impidiendo la vista en la mayor parte del frente.

—¡Nos rodean, Blake! —acurrucada bajo la sombra de su cobertura, Chris se aferró a su arma sin poder moverse de donde estaba.

—¡Sebas! —junto a ella, el soldado vociferó cuando vio a Sebastián disparando hacia el enemigo.

—¡Nos masacran!, ¡las defensas fallaron, debemos retroceder!.

La constancia de los disparos los había obligado a esconderse, pues no podían salir con el fuego lloviendo sobre ellos. Las bajas humanas comenzaron a hacer más notable la desventaja pero tampoco era una opción retroceder al ser atacados con tanta frecuencia. Entonces, no tuvieron más opción que atrincherarse, quedando atrapados ante el avance enemigo.

—¡Nixon!, ¡Pastore!, contesten —sus dos radios sobresalieron de entre el sonido de los impactos.

—¡Ahora no, gringo! —los pequeños proyectiles silbaban sobre su escondite, siendo el más cercano a las líneas hostiles.

La batalla se silenció tan pronto como un fragoroso zumbido se hizo presente en el campo. La nube de arena se disipó al instante en el que un helicóptero se elevó por los cielos luciendo su alargada y gruesa estructura. Este fue motivo de distracción para que los enemigos frenaran su ataque, dándole otra oportunidad a los defensores, quienes devolvieron el fuego al instante.
Blake, vio hacia arriba notando el brillo de una larga ametralladora debajo del robusto cuerpo de la máquina.

Espero por tu autorización...

Hazlos trizas —con un hilo de voz el soldado respondió, viéndose fuertemente acorralado por sus atacantes.

—¡No! —pero ya era demasiado tarde para Chris, justo antes de su grito, la devastadora artillería se había encendido.

Cuando el poderoso arma comenzó a girar y escupir balas más veloces que el mismo sonido, todo se llenó de una inmensa cortina de arena que cubrió al enemigo, arrastrando la destrucción con ella. La arena que volaba apenas permitía ver los cuerpos siendo desmembrados por la potente munición, sin oportunidad de protegerse.
Cuando el rotor de la ametralladora dejó de girar permitió ver el campo bañado en cuerpos ensangrentados. Los aturdidos sobrevivientes apenas podían recuperarse de la brutal ofensiva, abriéndole la puerta a los defensores para arremeter finalmente contra ellos.

—¡Ahora es el momento! —Blake lo vio como una nueva oportunidad de ganar la batalla  y levantando su arma ordenó la carga.

Todas las coberturas detrás suya quedaron vacías para concentrar la batalla delante de su vista. Fragmentados en reducidos grupos y dispersos por todo el lugar, la multitud hostil había perdido todo su poder, facilitando el contragolpe. Sus filas caían sin poder defenderse de las balas y en poco tiempo el batallón se vio reducido a la mitad, mientras el avance humano recuperaba el terreno perdido dejando atrás los cuerpos.

La evolución de las especiesWhere stories live. Discover now