Cartas escritas con lágrimas

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Día 43 de encierro. Día de mi liberación.

Por fin se apiadaron de mí y me sacaron del cuarto oscuro y frío en el que estaba. Tadashi fue benévolo esta vez y solo me encerró en una habitación apartada de la nuestra, no me golpeó, ni me insultó... Solo me dejó allí. Hubiera preferido que me golpeara, pero no lo hizo.

Lo aseguro porque se le ocurrió castigarme de una forma muy cruel, más allá de su maldad y odio. Me dejó atrapada en aquella habitación, sí, pero primero me despojó de mis ropas y me empapó de agua helada, luego cerró la puerta y quedé allí toda la noche hasta que a las ocho de la mañana uno de sus empleados me abrió, estaba helada y sentía vergüenza.

Toda la noche aguanté mucho frío y tuve que abrazar mi cuerpo desnudo para no perecer en la oscuridad. Mi cuerpo tembló como nunca y nuevas lágrimas cayeron por mi rostro, esto ya era demasiado, era inhumano. Dejar a una mujer desnuda en una habitación, sin comida, sin una cama donde dormir solo lo podía pensar un monstruo como lo es mi esposo, pero tiene las horas contadas, eso me lo juré a mí misma sumergida en mi oscuridad.

El empleado que me liberó no tuvo la decencia de apartar su mirada de mi cuerpo desnudo, me tiró una bata rosada al suelo y me arrastré hacia ella porque tenía mucho frío. Sabía que él no lo hacia adrede, sino por orden explícita de Tadashi, su crueldad no tenía límites.

Cuando estuve en mi cuarto lo primero que hice fue prepararme un baño con agua caliente, permanecí allí por horas hasta que mi esposo interrumpió mi momento de intimidad sin siquiera tocar la puerta.

—La visita de tus padres es hoy —mencionó y se inclinó hacia mí —Tienes que verte hermosa y... Feliz —besó mi cuello —No lo arruines ¿sí?

Me asqueo al sentir el toque de sus labios sobre mi piel, pero me limito a respirar profundo y no estallar frente a él, el momento de hacerlo pedazos pronto llegará.

Dibujé una sonrisa en mis labios y solté una carcajada, que lo dejó sorprendido.

—¡Claro que sí! —exclamé emocionada —¿Qué podría combinar con este yeso y estas marcas en mi rostro? Quizás un vestido, no, mejor un traje elegante, no, será mejor unas ropas informales ¡son mis padres! A ellos no les importa lo que yo utilice —dije más para mí que para él.

—Claro... —respondió vacilante —Te aconsejo que utilices las ropas de color rosado que te compré en París, no las has usado nunca.

—Buena elección. Algo de maquillaje también ¿no? —levanté mis cejas —No querrás que se den cuenta de mis marcas ¿verdad? —acaricié su mentón con mi mano sana.

Él se apartó y se levantó del suelo. Desde allí arriba se me quedó viendo con el ceño fruncido.

—No sé qué te sucede, pero quiero que te veas como la esposa perfecta o de lo contrario...

—Lo pagarás, Elsa —le interrumpe imitando su voz —Ya lo tengo bastante claro, amorcitoNo tienes de qué preocuparte, todo saldrá como tú lo deseas.

Asintió y por fin lo vi salir del cuarto del baño. En medio de la soledad me eché a reír por mi actuación perfecta y todavía faltaba mostrarme frente a mis padres y hermana, y en la noche terminar el show.

(...)

—Señorita, sus padres han llegado —anunció la sirvienta.

Sonreí como nunca lo había hecho, estaba tan feliz de verlos después de tanto tiempo, que me preparé para verme perfecta ante ellos.

Terminé de aplicar sobre mis pestañas algo de rímel negro y un poco de labial sobre mis carnosos labios, de los que las heridas ya habían cicatrizado. Las marcas de mi cara fueron cubiertas con bastante maquillaje para disimular los estragos de un ataque de ira. El cuello ortopédico fue retirado de mi cuello porque ya no sentía dolor, sin embargo, continuaba con el brazo enyesado.

Presa De Mis Sentimientos [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora