todas mis ex tienen novio - capítulo 8

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Alba la traía de cabeza. Habían entrado de lleno al verano, libres de obligaciones, quedaban a menudo, pero aun así Natalia no tenía claro como averiguar si la rubia deseaba tener con ella algo más. Y no era porque necesitase de pronto tener una novia, pero estaba segura de que lo que sentía por ella bien podría merecer un título más noble que el de simples "follamigas".

Sin embargo, no sabía cómo decírselo a Alba y tampoco sabía lo que ella pensaría, así que se esforzaba en demostrarle con actos que realmente quería estar con ella, más allá de una tarde entretenida en la cama de la rubia.

La invitó a cenar, cocinó para ella, vieron una película pastelosa (Love actually) juntas en el salón, fue lo más cursi posible, incluso tomó su mano bajo la manta. Le dejó su chaqueta al salir con sus amigos para que no tuviese frío (que en Julio a veces refresca por las noches) y se aseguró de ganarse por completo a todos sus amigos.

María, siempre astuta, llevaba un mes asegurándose de que se quedasen siempre juntitas en las quedadas, y Julia, con la que Nat también había entablado una relación increíble, azuzaba a Alba para que fuese más cariñosa con la morena, cosa que a Alba no le salía natural al principio, y que casi tres meses después de conocer a la modelo, era tan necsario como respirar.

Todos se habían dado cuenta de que ambas brillaban en presencia de la otra. Incluso Álvaro e Iciar, dos de los mejores amigos de Natalia, que iban con ella a la universidad, se habían dado cuenta de cómo miraba la modelo a la rubia. Ellos, que estudiaban música e iban de pasotas, vieron a Natalia convertirse de la noche a la mañana en una romántica incurable, que no perdía en absoluto su encanto y su desfachatez, pero que ganaba en muchos otros aspectos.

Porque antes de Alba, Natalia miraba a mil chicas, y le habría tirado la caña a cualquiera que se le pusiera por delante. Pero se le habían quitado las ganas de noches fugaces, de amores de canción de tres minutos, besos rápidos y sabor agridulce. Porque con Alba, Natalia quería mil discos enteros que naciesen del sonido de su risa, que gritasen lo que sentía por ella. No sentía la necesidad de mirar a nadie más teniendo a aquella mujer tan impresionante a su lado.

Y la charla con sus amigos después de presentarles a Alba tomando unas cervezas en el bar más cutre del mundo pero que más les gustaba, le confirmo algo que ya sabía. Que estaba hasta las trancas.

Pero Alba tampoco se quedaba atrás, como siempre un poco ajena a lo que Natalia sentía, pero cada vez más convencida de que si le temblaban las rodillas al hablar con ella y su corazón latía desbocado mientras la miraba hacer cualquier tontería, solo podía ser por un buen motivo.

La morena, con sus sonrisas, su chiste fácil, las provocaciones, con aquella manera de adivinar lo que necesitaba incluso antes de pedírselo, se había ganado a pulso un lugar especial en su vida. Y si todavía no había averiguado cómo decírselo, era más por miedo y vergüenza que por falta de ganas, porque le estaba diciendo el corazón que ya iba siendo hora de dejarse de vueltas y encontrar un lugar donde descansar.

El corazón, cuando persigue una ilusión compartida, nunca se equivoca.

Y allí estaba Natalia, en pleno agosto, muriéndose de amor mientras contemplaba a Alba pintar, distraída y tan preciosa como siempre, con el pelo revuelto, la lengua fuera y manchas de pintura que jamás comprendería cómo habían acabado en sus mejillas.

La música sonaba y ella, que se había sentado en el sillón a leer, había acabado por abandonar su libro, mucho más interesada en la mujer que, de pie en mitad de su salón, dejaba pinceladas en el lienzo.

-¿Alguna vez te he preguntado cómo te inspiras para pintar? - Rompió el silencio que se había hecho entre dos canciones, logrando que Alba levantase la mirada felina del lienzo y la dirigiese hasta ella.

french girls // albaliaWhere stories live. Discover now