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Veo a una pequeña tomando feliz la mano de su padre, este le sonríe y ella en ese instante sabe que él lo es todo para ella. Sonrió instantáneamente, pensando en esa pequeña y en lo feliz que es. Cuando yo tenía esa edad jamás pensé que me convertiría en este ser tan desagradable, en este cascarón a punto de desmoronarse. Escribo esto no para dar lástima, ya bastante me he lamentado de mi vida. Si no para que la próxima vez que pienses en decirle algo a la chica fea, inteligente, la flaca, la gorda o a los chicos. Los pienses dos veces, y sepas el gran daño que le puedes causar a esa persona de por vida.

Crecí en una hermosa familia. Mis padres se casaron muy jóvenes, pero siempre se esforzaron por darme todo lo necesario, así que mi infancia fue hermosa. Imaginen si no, hubiera estado más traumada que ahora.

Es cierto ellos peleaban mucho, a veces los oía gritar demasiado. Me asustaba y corría con mi abuela, pero siempre supieron salir adelante.

Corría a los brazos de mi padre siempre que llegaba del trabajo. Los abrazaba y sentía su calor por todo mi ser, me besaba la frente y me decía cuando me amaba. Mi madre daba todo por mi, me hacía comidas deliciosas y me vestia como una muñequita de porcelana la cual presumía.

Esos momentos fui tan feliz, amaba la vida, corría sin preocuparme por lo que pasaba a mi alrededor. Pero tuve que crecer y darme cuenta de las cosas tan horribles que él hombre puede hacer. Aprendí la naturaleza humana de pisar a otros para sentirte mejor. Lo peor es que yo ni siquiera sabía lo que se avecinaba.

Mis padres me cuidaron tanto, que creo que no estaba lista para el mundo real. O nunca quise enfrentarlo en realidad.

—¿Sabes que el lunes iniciarás el preescolar? — dijo mi padre dando la vuelta por aquella intercesión.

—Pero, ¿ustedes estarán conmigo verdad? — pregunté muy segura.

—No, mi niña— contestó mi madre riendo — estarás tú sola... — un miedo me invadió el cuerpo y mis ojitos se criztalizaron.

—¿Me van a dejar sola allí? — dije al borde del llanto.

—Serán solo unas horas princesa, — agregó mi padre con calma — volveremos por ti— suspiré con pesadez.

—¿Lo prometes? — el asintió y me beso la mano. Siempre cumplía sus promesas, ¿porque habría de dudar?

Siempre fui muy despierta. Me fascinaba hacer preguntas sobre todo y tenía una memoria bastante buena. Así que para ese día, mi madre me hizo dos colectas en el cabello y me puso mi traje morado favorito. Sonreí al verme, con mi mochila de Dora la Exploradora. Estaba lista.

Conducía mientras cantábamos esa canción que ya no puedo ni escuchar. Ellos me sonreían y yo solo podía pensar en cuanto los amaba. Multitudes de madres con sus hijos estaban a la entrada de la institución.

Recuerdo tomar con fuerza la mano de mi padre y sentir frío cuando se soltó de mi y me dijo adiós. La maestra me tomó de la mano, y me llevó al salón. Niños gritaban y corrían, yo toda temerosa observababa.

Ame el preescolar, era la primera en levantar la mano para pronunciar las vocales y decir los números del 1 al 100 como si fuera pan comido. Coloree hasta desgastar mis crayones y corrí hasta quedar sin aliento.

—Tu siempre sabes todo— me reclamo aquella odiosa niña con mocos.

—Lo siento— ahora que lo pienso, no se porque fregados me disculpe —¿puedo enseñarte? — indecisa aceptó y comencé a explicarle que era más fácil con una pegadiza canción que había aprendido.

Al oír la campana de salida, y ver mi padre del otro lado de la reja, puntual esperando por mi, me hizo sentir completa. El había vuelto por mi y me esperaba con los brazos abiertos.

Prácticamente esos años pasaron volando y cada día, rogaba para que amneciara más rápido y poder llegar a la escuela para correr y colorear. Nadie en su sano juicio puede quitarme o reclamarme por eso. Era feliz, feliz, feliz.

Cuando fue mi clausura me llenaron de bellos regalos, algunos los perdí ese mismo día. Estaba orgullosa de haber terminado, y me emocionada aprender a leer. Mi maestra lloro al despedirse de mi, y me dijo que yo podía llegar muy lejos. Que podría hacer lo que quisiera, y que nada me lo iba a impedir. Dijo que extrañaría la energía que le transmitía a los demás.

Mi error fue creer en sus sinceras palabras mi error fue confiar en que mi vida sería preescolar por siempre. Porque al entrar en la primaria el mundo estaba preparándome para la realidad una realidad que empezaría lo que fue mi destrucción total. Donde vería que la gente puede ser muy cruel con lo diferente.

Donde si destacas eres de lo peor y si haces las cosas bien, te mereces el rechazo de todos.

Yo Soy Esa Chica Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ