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Entre entusiasmada por esas enormes puertas de metal negro. Había el doble de niños que en el preescolar y unos más grandes que otros. Pasaría 6 años de mi pequeña vida aquí y no podía evitar imaginar el futuro cursando el último. Recuerdo esta vez no tener miedo de nada si no por conocer y ver que nuevas aventuras podía crear aquí.

Al sentarme en la butaca vi que había como dos o tres compañeros que lloraban. Sonreí un poco porque pensé que eran lo bastante mayores como para seguir llorando. En ese momento entró la maestra era morena y de cabello corto, de edad, con arrugas en sus ojos y manos pero con una sonrisa encantadora.

Nos dio la bienvenida y nos pidió dibujar lo que habíamos hecho durante el verano. Coloree a mi familia en casa de mi abuela y comiendo mangos. También dibuje una televisión ya que la mayor parte del tiempo me la pasé allí sentada frente a ese monitor. Lo único bueno que saqué de eso es que aprendí a decir los números y varias cosas en inglés.

Al salir al recreo, descubrí que podría elegir entre una diversidad de comidas como tostadas de pollo, pizza, tortas y más. Además de unas deliciosas paletas de hielo que estaban a un precio muy bajo. A veces sólo me compraba una tostada y me comía hasta 4 paletas pues estaban deliciosas.

Los meses transcurrieron y la maestra Coco, siempre sonreía al verme. Decía que era muy educada y que le encantaba que me gustara aprender. Y era la tercera de mi salon que había aprendido a leer en menos de 5 meses, cuando la mayoría ni siquiera sabía el abecedario completo. Éramos Eric, Cielo y yo los más adelantados. Aún recuerdo cuando ayude a Galilea una delgada niña morena que lloraba porque no podía completar un dictado y sólo estaba poniendo letras al azar. Recuerdo decirle "que todo iba a estar bien" y darle mi cuaderno para que copiara todo.

Un día nos tocó hacer una exposición de la Independencia y cada quien trajo sus materiales, excepto Ricardo un niño de piel pálida y unos cachetes redondos. Enojada le dije que yo traía pegamento que el no tenía nada más que hacer. Que mejor dictará lo que había que copiar.

Cielo quería escribir pero su letra era muy poco entendíble. Así que los otros dos miembros del equipo votaron y me eligieron para escribir. A regañadientes acepte porque yo estaba muy cómoda recortando las ilustraciones de la planilla. Ese día sacamos diez.

Al salir al recreo ese día le dije a Cielo que le compraría una paleta. Ella escogió de limón y yo de coco. Después ella sugirió una carrera hasta la punta de la fila para comprar pizza. Aunque no me entusiasmaba mucho la idea acepte. Aunque llevaba las de perder. Siempre fui de las pequeñas del salón, mientras cielo era la más alta. Cada paso de ella eran tres míos. Estaba a punto de ganar entonces vi como su zapato se atoro y la hizo caer arrastrando las rodilla por ese piso de concreto desgastado.

La maestra que estaba cerca la levantó y la abrazo. Varios curiosos se acercaron a ver que pasaba pues Cielo lloraba alto. Después los ojos furiosos de la maestra estaban sobre mi.

—¿Porque andan corriendo niñas? ¡Saben que es peligroso! — regaño.

—Estábamos jugando— empecé a decir...

—¡No es cierto! ¡Me empujaste! — grito Cielo con los ojos sumerjidos en lágrimas.

—Yo no...

—¡No mientas! — replicó molesta.

No sabía porque Cielo estaba actuando de esa manera. Era obvio que me llevaba bastante ventaja. Al final tuve que hacer una plana escribiendo que no volvería a empujar ni correr en los recreos.

La maestra Coco me creía pero como todo buen docente no se pondría a defenderme solo por que era de sus favoritas. Cielo no me habló por días y todos en el salón me veían feo por haber "empujado a Cielo''.

Días después me tocó sentarme cerca de Alejandro un chico tierno que tartamudeaba al hablar. La maestra salió un momento a la dirección y el se acercó a mí.

—¿Me prestas sacapuntas?— asentí y se lo di. —Gracias...

Se fue y se tardó mucho pues estaba platicando con Pedro. Entonces a los 10 minutos regresó y puso el sacapuntas frente a mí. Seguí con la tarea de terminar las divisiones, pues no entendía muy bien el método para comprobarlas.

Entonces sentí y escuché como tornaba un beso en mi mejilla. Desconcertada tire mi lápiz al suelo y me limpie de inmediato. Se que quizás nunca fue mala su intención pero yo tenía 8 años y eso me asustaba. Tomo mi rostro en sus manos y comenzó a tronar  más y más. Desesperada tomé mi cuaderno y lo golpee en la cabeza hasta despastar el cuaderno. Lágrimas inundaban mis ojos y el corazón me latía a mil. No sabía porque lo hacía.

Cuando llegó la maestra me vio estática y empapada en lágrimas. Y mandó a Alejandro a recoger todas las basuras del salón de clases. Me regalo un dulce para relajarme y me dijo que me podía salir al patio si lo deseaba. Ahora que lo pienso no fue tan grave pero es que en ese momento me asuto mucho.

Cuando volvimos a hacer una exposición me tocó con Ricardo, Cielo, Galilea y Jorge. Estábamos bien, todos habíamos traído los materiales y todos votaron porque yo volviera a escribir. Después de 20 minutos hincada en el suelo, fui al baño.

Pero cuando regrese mis cosas no estaban. Si no que las había aventado sobre mi butaca. Cielo y Galilea se reían mientras los niños me veían sin expresión. Cuando les pedí una explicación me dijeron que yo era una presumida, que me creía mucho porque era la consentida de la maestra y que eso no lo iban a tolerar.

Regrese a mi butaca y busque mis cosas pero no pude encontrar mis sacapuntas. Lloré pero la maestra me dijo que no era importante que expusiera sola.

No sabía que todo iba a ser "sola" de allí en adelante...

Yo Soy Esa Chica Where stories live. Discover now