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Sentía algo en el pecho mientras los veía a todos juntos, cada quien con su equipo. Todos excepto yo, ¿que es lo que me hacía tan desagradable para ellos? Yo solo quería ayudar. Pero ellos parecían despreciarme.

Al día siguiente Cielo ni siquiera se molesto en dirigirme la palabra. Mi papá me había comprado un nuevo sacapuntas en forma de carrito de color morado.

Yo me acerque a Cielo e intente hablar con ella. Pero ella ni siquiera se molesto en verme a la cara. Comencé a llorar... Otra vez

—¿Porque no te quieres juntar conmigo? ¿Que te hice? — decía de manera poco audible. Ella en cambio era experta en hacerme sentir como una basura. —¡Cielo! — grité.

—¡Vete de aquí! ¡No pienso juntarme contigo!

—¿Porque? — exigí. La manera que me veía era desgarradora, parecía como si me odiara con todo su ser. Sus ojos recorrieron mi cuerpo entero y observó el  sacapuntas en mi mano.

—¡Porque no y punto!

Me detuve unos segundos a su lado observándola y pensando en que era lo que había hecho mal. Todo había sido mi culpa quizás, quizás si era muy creída y me gustaba ordenar.

—Perdón — levantó la vista de la butaca, torció los labios en una mueca y siguió garabateando en su desgastado cuaderno. —Si... — empecé mientras veía el regalo de mi padre. — Si te regalo mi sacapuntas, ¿te juntarías conmigo de nuevo? — las lágrimas amenazaban con inundar mis mejillas regordetas. No porque Cielo no me hablara. Sino porque no me podía creer que estuvieran intentando sobornarla por un poco de atención.

Ahora pienso en lo estúpida que fui y como allí fue cuando empecé a perderme a mi misma. Estuve dispuesta a anteponerme a alguien que "aparentemente" era mi amiga. No digo que hacer eso sea malo, es un gesto de aprecio, pero solo vale la pena cuando la otra persona te corresponde.

No importa ya, es leche derramada y al final del día Cielo ya me odiaba otra vez. Mis primeros años de primaria fueron de rogar, rogar por estúpida atención. Por no comer sola, por tener alguien caminando en el recreo conmigo

Cosas que ahora veo que no valieron de nada, ¿saben por qué? Por que no recuerdo a ninguno de ellos, al salir de la primaria decidí olvidar todo y a todos y saben que, no valió de nada lo que hice.

Después de algunos días yo seguí con mi vida normal todavía sintiéndome culpable de mi preciado sacapuntas. Recuerdo estar escribiendo unas divisiones, de pronto llegó Ricardo y me exigió darle mi cuaderno para copiar "mis" respuestas. Obviamente me negué, el me arrebato mi cuaderno poniéndolo en lo alto de su regordeta cabeza pálida. Brincaba pero mi genética pequeña me impedía alcanzarlo. Tire de su camisa blanca deslavada varias veces exigiéndole:

—¡Devuélvemela! ¡Es mía!— no les puedo mentir estaba al borde del llanto.

Entonces no se porque, (bueno pienso a que su camisa era muy vieja), al tirar por última vez la manga de esta se partió y me quedé con ella entre mis dedos. Sus ojos se salían de orbita, recuadro que eran claros y con pestañas negras y largas, sus ojos me decian que un pavor lo estaba invadiendo.

Soltó mi cuaderno al suelo y se quedó unos segundos estático. Solo en ese punto note como todo el salón nos observaba... Igual que el sorprendidos de mi acto. Del cual yo no creía que estuviera pasando, ¡vamos! no era lo suficientemente fuerte para rasgar su camisa.

—¿Pero que hiciste?— dice con un terror en la voz. Un frío me invadió y sentí que me empujaria lejos.

—Disculpa... No fue mi intención—. Me hizo a un lado y regresó a su asiento.

Nadie dijo nada después de que el tomará asiento solo se le veía preocupado. Algunos se molestaron conmigo y decidieron que en cuanto llegara la maestra ellos serían los primeros en acusarme. Yo no les puedo mentir, tenía mucho miedo, quizás me castigarian o me enviarían a la dirección y al final llamarían a mi padre para que él arregle mi terrible conducta.

Los minutos me parecían horas, y el sudor ya se mostraba en mi frente, algunos estaban consolando a Ricardo el cual había comenzado a llorar argumentando que su madre le iba a pegar muy feo por mi culpa. Ahora todo el salón estaba de su parte y yo solo no podía con la incertidumbre de mi castigo y el de 45 miradas furiosas en mi.

La puerta de metal negro se abrió y la elegante maestra Coco entró nuevamente al salón. Cielo y su séquito ya estaban de pie frente a su escritorio ordenadas en fila de batalla.

—¿Que ocurre niñas? — preguntó la maestra confundida.

—Maestra... — empezó Galilea. — Tenemos algo que decirle...

—Si— dijeron otras al unísono.

—Pero díganme que pasa... Que me han puesto de nervios... — apresuró la maestra.

—Jael empezó a pelear con Ricardo y ¡le rompió la camisa! — acusó sin tapujos Cielo. Me hice chiquita en mi pupitre, no sabía que hacer. La maestra inmediatamente regresó su vista hacia mí y me miró incrédula.

—Vayan a sentarse— estas obedecieron y me dedicaron unas miradas satisfechas porque sabían que estaría en problemas. — Jael... — empezó cuando estaba a mi lado — ¿es cierto lo que dice Cielo?— agache el rostro y asentí. — Pero tu no eres así... — Sentía un dolor en el pecho como si fuera un asco de persona, tenía razón yo no era problematica y mucho menos me gustaba meterme con los demás. Merecía un castigo. — Ricardo explicame que pasó...

—Es que... — empezó — yo estaba haciendo mi trabajo entonces tenía una duda sobre las divisiones y como ella es la cerebrito del salón pues quería que me ayudara, pero entonces se enojo y me empezó a jalar y me rompió la camisa —¡que buen mentiroso!

—¡Eso no es cierto! ¡Querías copiar mis respuestas no que te ayudara! — dije muy exaltada.

—¡No mientas nosotros te vimos! — Alegó Jorge desde el otro extremo del salón.

—Si es cierto... —Apoyo Cielo. Eso bastó para oír vociferar a medio salón apoyándola. Era mentira todo. Comencé a llorar desesperada.

—No es cierto, hasta me arrebato el cuaderno y me arrugó la hoja, incluso la rompió un poco— dije entre sollozos. Observe a la maestra la cual se veía vidriosa por las lágrimas saladas.

—Calmense todos... — dijo callando a los que murmuraban. —Cielo, este no es tu problema así que no opines — ella con una mueca en la boca se dejo caer en su silla. — Ricardo, yo sinceramente no te creo hijo...

—Pero ella...

—Jael, jamas había hecho algo así nunca se mete con nadie siempre está buscando ayudar dudo mucho que se negara como dices... Tu debiste haberla molestado, además su hoja si está rota. Así que no puedo castigarlá porque tu fuiste el que inició todo...

Dicho eso continuo con la clase. El coraje en la mirada de todos se intensificó y me susuraban cosas como: "Mentirosa, chismosa, chillona", cuando claramente todos habían presenciado las cosas con sus propios ojos.

Quizás piensen, pero Jael eso es una tontería, pero a los ojos de una niña de 8 eso es algo fuerte... ser acusada por todos, ofendida y haber hecho enojar a todo el grupo no es fácil de afrontar a esa edad. Y fue el inicio de mas cosas.

Yo Soy Esa Chica Where stories live. Discover now