CAPÍTULO 28

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La noche era cálida y el viento entonaba peligrosas canciones. Algunas melancólicas y sosegadas. Otras airadas y beligerantes. Las voces de los caídos se retorcían en aquella sinfonía, cuyos recuerdos agitaban el viento. Las voluntades apagadas era el aire que colmaba nuestros pulmones, y con cada exhalación nacía una nueva promesa. La de seguir respirando, aunque nos duela. Seguir avanzando, aunque no sintamos las piernas. Seguir luchando, aunque nos fallen las fuerzas.

La promesa de vivir.

—No debe faltar mucho para que caigan sobre nosotros —murmuró Will, sentado sobre la hierba.

Los campos de Fávex, rojizos bajo el puente de Fálasar, se extendían vastos a nuestro alrededor. Más adelante, la muralla Velara se alzaba imponente. A nuestras espaldas, el segundo muro se intuía más frágil y modesto. Y en las alturas, hijos de la luna descendían los cielos. Podríamos parecer indefensos. Nosotros cinco éramos las únicas almas a la vista. Pero todo formaba parte del plan

—Estamos en el centro del campo —continuó él—. Si no sale bien, tenemos todas las de morir aquí.

Entonces se rió.

Chloe, sentada a su lado, se inclinó para enfrentarle la mirada. Nathan y Peter guardaron silencio. La batalla contra los Fórion había supuesto un gran impacto en todos nosotros, pero en Will resultaba demasiado evidente.

—¿Qué es tan graciosos, Will? ¿Es que ya no quieres volver a casa? —espeté, acercándome a él.

—No quería decir eso —Seguía sin mirar a nadie. El tono era desapasionado, amargo—. Pero solo estamos haciendo de cebo. Incluso si nosotros caemos, los demás podrían conseguirlo. Somos insignificantes, ¿no lo veis? Somos iguales que la gente que ha muerto a nuestro alrededor.

Entonces recordé las palabras que nos dirigió en el sanatorio. Era por su forma de ser. Estaba ardiendo en culpa por haber ignorado a aquellos soldados.

—Fue la primera vez que nos entregamos al poder de Fálasar de esa forma —me agaché hasta quedar a su altura, obligándole a enfrentar mi mirada—. Todos hemos cometido errores. Hemos tenido más de un pensamiento oscuro. Y hemos pagado por ello.

Su mirada, sin pretenderlo, se desvió al ojo vendado.

—Pero yo no hice nada, nada para...

—Cuando un soldado murió delante de mí, no sentí pena alguna. Solo rabia. Estaba obstinado en decapitar al Fórion responsable de su muerte. Pero no fue hasta mucho después, terminada la batalla, que todo volvió a mí.

—A mí me ocurrió algo parecido —dijo Chloe—. Solo existían los Fórion a matar. Todo era irrelevante. Pero cuando dejé de luchar... No es fácil, Will. Y no es cosa tuya únicamente.

Chloe se había pegado más a él, entrelazando los brazos. La mirada de Will venía de un lugar muy lejano, pero una triste sonrisa se estaba formando en sus labios.

—Debería ser más fuerte. Conseguir imponer mi voluntad. No me gusta sentirme como un simple arma, sin razón ni emoción. Me recuerda a cuando perdí el control y quise acabar con Brian, en la isla. Entonces estaba demasiado aliviado por haber salvado el pellejo como para pensar en ello. Pero si cada vez que luchemos va a ser así, ¿servimos para algo?

Antes de que encontrara las palabras adecuadas, Nathan rompió su silencio.

—No tienes que guiarte solo por las emociones. Se vuelven demasiado confusas cuando luchamos. Pero puedes pensar, así que piensa. Si ves a alguien a punto de morir, aunque no te importe, aunque no tengas ganas de hacerlo, sálvalo. Las cosas se tuercen dentro de nosotros, nos consume la rabia y el dolor. Nos perdemos cuanto más poder llamamos y no hay forma de evitarlo. Brian tiene razón. Si no fuera por el dolor, puede que no tuviéramos límite. Acabaríamos enloqueciendo, olvidando quiénes somos. Pero no es el caso. Así que, si alguien necesita nuestra ayuda, la tendrá. No tenemos por qué sentirlo. Solo tenemos que actuar.

Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De FálasarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora