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Esta es la historia de un chico que adoraba la Navidad, que tenía una hermosa familia, un trabajo que amaba y unos amigos verdaderos.

Esta... es la historia donde se demuestra que el verdadero amor lo puede encontrar cualquiera.
























Un día cualquiera de Diciembre donde las calles decoradas e iluminadas se encontraban saturadas de personas que iban y venían, algunas con prisa y otras no, pero todas con abrigos y bolsas llenas de regalos.

Algo cansados y estresados por la presión pero aún así la alegría no abandonaba sus corazones, pues claro, estaban a días de la Navidad.

Navidad, temporada de amor y fraternidad para pasarla con la familia y amigos. Donde la ciudad se llenaba de villancicos, se preparaba una deliciosa comida y el recibo de luz demasiado caro por las luces que fueron puestas en las casas.

Y Keith, una de las tantas personas en esa ciudad, caminaba por esas calles acompañado de su hermano, Shiro.

—Y entonces... ¿qué dijo mamá que llevemos? —preguntó el mayor.

—Dijo que llevemos más luces y los ingredientes que faltan para la cena —contestó, mientras miraba a su alrededor.

—¿Comida...? Pero falta una semana para Navidad.

Desconcertado, Shiro abrió la gran puerta del centro comercial y comenzó a caminar junto a su hermano, quien alzó los hombros desinteresado.

—No lo sé, hombre, ya sabes cómo es mamá.

—¿Y las luces? Ya tenemos muchas en casa.

—Desde que anunciaron la competencia de la mejor casa decorada en el vecindario, papá se obsesiono con eso y quiere ganar.

—Mmm... En ese caso, llevemos muchas luces.

Una hora después yendo de tienda en tienda, los hermanos salieron del centro comercial con dos bolsas llenas cada uno.
Mientras caminaban de vuelta a su hogar cierto chico moreno, demasiado conocido por ambos, se topó en su camino.

—Hola Koganes, ¿cómo están? —preguntó sonriente.

—Hola Adam, estamos bien, gracias. —contestó Keith.

Adam era de las pocas personas que Keith consideraba como sus amigos; tenía una melena castaña y bien peinada que combinaba a la perfección con su piel morena y ojos marrones, era una persona con un gran corazón y por eso su hermano Shiro se enamoró de él.

—¡Mi amor! —grito alegre el de mechón blanco, para después abrazar cariñosamente por la cintura a su novio.

—Hola Takashi —correspondió el saludo, sonriendo tiernamente a la vez que le daba un cálido beso.

—¿Qué haces por aquí a estás horas? —preguntó Keith, alzando una ceja interrogante.

—Buena pregunta, son las 8:00pm, no deberías salir solo de noche.

El moreno río divertido al ver como el mayor lo miraba con una mirada acusadora y acarició, con sus pulgares, sus mejillas para tranquilizarlo.

—Tranquilo vaquero, sólo vine por comida, ¿ves? Ya iba de regreso. —contestó a la vez que alzaba a la altura de sus ojos una bolsa azul de supermercado, llena.

—Uh...bueno... Keith tú pue–

—Regresaré sólo a casa, ve con él —lo interrumpió, mientras comenzaba a caminar en dirección contraria a ellos, con ahora las cuatro bolsas, dos en cada mano.

—¿Estás seguro? Son muchas bolsas y...

—Ay por favor, ni siquiera pesan, además la casa está a dos cuadras mientras que la de Adam a cuatro.

—Pero...

—¡Adiós! —se despidió, perdiéndose de la vista de la pareja.

Unos minutos después, caminando con cuatro bolsas y llevando sólo media cuadra, Keith ya estaba exhausto.

—Joder...no creí que fuera tan cansado —se quejó, deteniéndose en medio de la banqueta para poder estirar sus músculos entumecidos.

En ese preciso momento, un ladrón escapa con una bolsa llena de dinero y de dos policías que corrían detrás de él. El ladrón empujaba a la gente que se cruzará en su camino y los amenazaba al mismo tiempo con una pistola, ninguno se interponía en su camino hasta cierto pelinegro.

Al escuchar los gritos llenos de horror, Keith volteó confundido quedando cara a cara con el sujeto con pasamontañas, el cual apuntaba a su pecho con el arma.

—Hazte a un lado —ordenó, con la mano temblorosa.

Keith, petrificado, no se movió y eso impaciento al ladrón, por lo cual jaló el gatillo.

El estridente sonido del disparo y los jadeos sorprendidos de las personas presentes fue lo único que se escuchó.

«¿Estoy muerto...?» se preguntó el chico mullet antes de abrir sus ojos, asustado, pero lo que se encontró realmente le hizo pensar que estaba en el cielo.
Un chico, un hermoso chico estaba encima de él, protegiéndolo con su cuerpo.

Su piel era morena, con una melena castaña y ojos azulados como el mar, portaba un traje demasiado peculiar de color blanco con algunas partes azules y negras (parecía un traje espacial pero también de combate). Recargaba sus manos en el suelo para no dejar caer su peso encima de él y su cara se encontraba a centímetros de la suya.

—¿Eres un ángel? —preguntó estúpidamente.

Sonriendo, con un toque de diversión y coquetería, el chico le contestó –: No, pero si tu protector desde hoy.

Antes de siquiera poder preguntar a qué se refería con eso, el moreno se levantó con una velocidad impresionante y se tiró encima del ladrón, haciéndole una llave para inmovilizarlo.

—¿¡Qué cara...!?




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For you [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora