Capítulo 2

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No estoy solo

-¡Kirito-kun! Date prisa o no llegaremos a tiempo. Eugeo-kun debe estar esperándonos. - dijo sonriente una pequeña rubia mientras corría. Un poco más lejos el nombrado pelinegro la seguía, con una sonrisa dibujada en su rostro. 

-No exageres Alice, el debe estar ahora mismo trabajando o ayudando a su padre, seguro que llegaremos. -dijo con una voz relajada Kirito, sin augmentar su velocidad. 

-Vamos Kirito. ¡Esto es importante!- respondió la rubia, estando un poco exasperada por las respuestas que le daba su joven amigo. 

El sonrió, y empezó a correr, dejando sorprendida a la chica. - Quien llegue último limpia los establos del pueblo. - Claramente, le pequeña rubia salió corriendo detrás de él, entre risas y dejando que su largo pelo ondease al son del viento. 

Cuando llegaron Eugeo, se encontraba apoyado contra el árbol más viejo del lugar, jadeando por el esfuerzo de realizar su trabajo diario. En cuanto los vio correr hacia él, una sonrisa adornó sus labios y los esperó tranquilamente. Cuando llegaron, se saludaron entre todos y se sentaron en el suelo, y con la sombra de ese enorme árbol, se dispusieron a disfrutar de un buen picnic. 

-¿Qué debe sentirse ser libre?- preguntó de golpe, el rubio, dejando de lado su comida. 

Los otros dos chicos, lo miraron extrañado mientras pensaban en la pregunta. "Libertad". En realidad, ninguno de llos conocía el significado verdadero d ela libertad. Así que solo podían soñar con ella, sin alcanzarla. 

-Lo siento.. no debí haber dicho eso- respondió con una risa incómoda el joven de dorada cabellera. -Solo que.. hay veces en las que siento que este no es mi lugar.. que pertenezco a otro lado. 

-Yo también siento eso. - corroboró su amigo, el de mirada oscura, sonriendo. 

-Tenéis razón en lo que decís, yo también siento que este no es mi sitio. - dijo sonriente la fémina.  - Hagamos una promesa. En cuanto cumplamos los 14 años, nos iremos de este pueblo y buscaremos una vida mejor para nosotros. ¿Qué os parece?- propuso muy animada. 

Los otros dos integrantes del grupo sonrieron. Era todo lo que podían desear. O eso creían en ese momento. Así que sonrieron y juntaron sus manos, creando un pacto que los llevaría a cumplir esa promesa. 

Mi diosaKde žijí příběhy. Začni objevovat