Capítulo 20

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Dolor. Dolor por todo el cuerpo, cabeza, brazos, piernas, pero sobre todo, en el pecho. Era como si el infierno estuviera ardiendo en sus pulmones. Estaba viva, no sabía cómo, pero estaba sufriendo el haber sobrevivido. Los oídos le zumbaban y tuvo que hacer un esfuerzo por abrir los ojos, pero los cerró rápidamente por la blanca luz encima suyo. Intenta acomodarse en la cama, pero a penas tiene fuerzas para moverse y, inconscientemente, suelta un quejido.

A través del zumbido puede distinguir unas ruedas y, en cuanto las oyó pararse a su lado, vio como una sombra la protegía de la luz. Abrió lentamente los ojos y vió unos inolvidables ojos grises mirándola directamente. El joven la cogió de la mano para mirar la máquina atada a Hécate y luego volvió a fijar su mirada en los ojos de la bruja. Ella conocía a ese hombre, aunque cuando se vieron por primera vez a penas eran unos críos, seguía teniendo esa mirada calculadora en sus ojos.

-No te fuerces, casi mueres ahogada, deja que tu cuerpo descanse. Tendrías que haber estado dormida un tiempo más. Hablaremos cuando estés mejor. -dice mientras inyecta algo por el tubo al que está conectada y, poco a poco, vuelve a dormirse.

Hécate durmió durante un día y, para cuando despertó, ya se sentía muchísimo mejor. El dolor en el pecho seguía ahí, pero había disminuido considerablemente. La habitación en la que estaba parecía una consulta más que un dormitorio y no era especialmente grande, pero entraban un escritorio y unas baldas junto a la puerta y una camilla en la pared contraria. No había ventanas por lo que no podía saber si era de día. El silencio y que nadie se hubiese acercado a la habitación en lo que ella creyó que eran horas hicieron que se impacientara. Cuando se cansó de esperar decidió salir a investigar, pero la puerta estaba cerrada con llave.

-Genial, estoy encerrada -dijo en alto- Y ahora hablo sola, estoy perdiendo la cabeza. 

Ella no se cansó e investigó el escritorio y las estanterías en busca de una llave pero, a los 10 minutos de empezar la búsqueda la puerta se abrió y por ella entró el moreno que le había atendido.

-¿Ya estás desordenándome los papeles? A penas llevas dos días en mi barco y ya me estás haciendo la vida más difícil.- dijo el cirujano mientras se acercaba a su lado y dejaba en la mesa los papeles que traía consigo.

Era más alto que ella, más de lo que recordaba. Llevaba una bata blanca, unos vaqueros y una camiseta amarilla con un logo en el centro. Tenía el pelo negro alborotado y ojeras debajo de sus grises ojos.

-Para mi también es un placer volver a verte Traffy. -dijo Hécate con una media sonrisa mientras se llevaba las manos a las caderas.

-Sabes de sobra que odio ese mote, no me hagas soportarlo más -respondió él cruzándose de brazos.

-Deja de quejarte y DAME UN ABRAZO LAAAAAAAAW -gritó la última parte lanzándose en los brazos del moreno.

Aunque al principio no respondiese al abrazo el capitán no tardó en devolvérselo. Ninguno de los dos esperaba volver a verse después de nueve años y esa rápida despedida en un muelle. A Law le dió un vuelvo al corazón cuando vio su cartel en el periódico hace ya dos semanas.

-Pensé que te unirías a mi tripulación pequeñaja -bromeó el capitán separándose del abrazo.

-No seas así hombre -respondió Hécate golpeándole ligeramente el hombro- Sabes que siempre me ha gustado el mar.

-También sé que siempre te acabo salvando, eso nunca cambia - se gira hacia la puerta y la abre indicándole que le siga- ¿Vienes?

-UUUUUUUUY, SABES QUE NO ES VERDAD -dice ella mientras va hacia la puerta y le señala con el dedo

-Técnicamente vamos 6 a 5, gano yo. -Declara triunfante para, seguidamente empezar a andar por el pasillo.

-¿Las has contado? ¿Enserio?

- Parece que volvemos a ser un par de críos.

-Nos lo pasábamos bien -dice ella agarrándose al brazo de su amigo

- Venga, te voy a enseñar el submarino.

- Espera, ¿has dicho submarino?

Los días pasaron y, en cuanto Hécate se reencontró con las pocas personas que conocía en ese sitio y conoció a las demás Law decidió entrenar a la joven. Fue después de hablar sobre los entrenamientos de magia que el capitán dijo que lo que le faltaba era fuerza física, así durante los días que estuvo sumergida Law la tuvo entrenando las artes marciales que caracterizaban a su tripulación.

También se hizo muy amiga de Sasha, la única mujer del barco y con la que había estado compartiendo camarote. Habían congeniado rápidamente y pasaban mucho tiempo juntos. Ambas llevaban mucho tiempo sin hablar con alguien de su mismo género y agradecieron la presencia de la otra. Tenía el pelo largo, moreno y muy rizado, ojos negros y piel morena, llevaba siempre un pañuelo que mantenía a raya su pelo y el mono blanco de la tripulación que Law no consiguió obligar a Hécate a ponerse. Hécate agradeció el gusto por la moda de Sasha cuando le dejó su ropa. Solo pudo dejarle vestidos pues los pantalones le quedaban pequeños, pero a Hécate siempre le habían gustado los vestidos ligeros. Obvio es que toda la ropa que no fuese el mono tenía que llevar el Jolly Roger de los Heart Pirates como orden de Law, pero por lo menos era ropa bonita.

Cuatro días después de su llegada al submarino llegaron a una isla otoñal y, después de suplicar e incordiar a Law durante tres horas seguidas, Hécate pudo salir y se llevó a su nueva amiga a dar una vuelta por el pueblo.

No era un sitio muy grande, pero sí pintoresco. Las casas eran de, como mucho, 2 plantas, y todas ellas se veían bastante antiguas. Había un mercado en el que no había mucha genta, a penas 6 personas frente a los 20 puestos de comida, ropa y demás objetos. Si no fuese de día se podría calificar el sitio como lúgubre, pero ambas jóvenes estaban demasiado entusiasmadas por salir y que les diera el aire. Pasaron el día viendo puestos, comieron en un bar cerca de la plaza del pueblo y callejearon . Las dos se lo pasaron genial, pero ninguna se podía quitar de encima el sentimiento de estar siendo vigiladas.

-Hécate, ¿tu crees que nos están siguiendo? -preguntó Sasha alerta.

-Llevo todo el día con esa sensación, pero no veo a nadie. -respondió Hécate mirando a su al rededor- hay algo que no cuadra en este sitio

Pararon la marcha y se miraron fijamente a los ojos, como si estuvieran pensando lo mismo, había algo que faltaba, pero no pudieron darle voz a ese pensamiento, ninguna se dio cuenta, pero se les echaron encima dos hombres. Solo hicieron falta un par de pañuelos con un olor extraño y unos segundos para que las dos cayesen inconscientes.

Las dos lo habían notado, pero ninguna dijo nada. Había islas extrañas, en algunas no había noche y en otras no había día, en unas había personas, en otras animales y en otras ningún rastro de vida. Pero en esta isla lo que ninguna de ellas vio fue a una mujer.

Una lucha constante (Eustass Kid)Where stories live. Discover now