Capítulo 3

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El viento hacía revolotear las hojas del jardín que habían abandonado ya a los árboles. El día era un poco más soleado que los anteriores, pero no tenía muchos ánimos de salir de su habitación. No quería enfrentarse al caos que se había generado en su mundo desde hacía cuatro días, simplemente, y por una vez en su vida, prefería evadirse de las cosas que le hacían sentir incómodo.

Frotó su rostro al pensar el infierno en que se había metido sólo por ser tan temerario. Debió escuchar a sus padres, quizá así no estaría tan perdido.

Aquellos dos adultos parecían estar al borde de la locura, mientras iban de un lado a otro intentando encontrar una solución al embrollo que su hijo había creado. JiHoon todavía no podía borrar de su pensamiento las expresiones que pusieron al saber lo que había ocurrido, y no podía evitar sentirse culpable al pensar todo lo que podría perder sólo por sus actos. Su luz se había encendido, y el medicamento, su única alternativa hasta el momento, no estaba sirviendo en absoluto.

Cerró los ojos un momento al recordar el cómo la había visto, ese destello carmín que brotaba de su ser.

Recordaba haber caminado por muchas calles en el centro, respirar el frío y húmedo aire de esa tarde de otoño, y pensar que quizá sería momento de volver a casa, cuando una gotita de lluvia cayó en su mejilla. Caminó algunos pasos más antes de levantar la mirada hacia el cielo, y observar esas pocas gotas que caían hacia el asfalto, anunciando una tormenta, así que si no quería que sus padres sospecharan que escapó, mejor era volver a la universidad y llamar desde ahí a su chofer. Había regresado la mirada al frente, y un súbito destello llamó su atención. Grande fue su sorpresa y su temor al observar que esa luz provenía de su cuerpo, que de su pecho surgía, iluminando también a las personas que pasaban junto a él, pero claro que nadie más podría percibirlo, sólo él y su destinado, quien quiera que fuera.

Miró aterrado a su alrededor, intentando recordar que era importante encontrar pronto a quien había causado la aparición de La Luz. Pero el desconcierto se hizo de él, pues había sabido desde siempre que los destinados emiten una luz clara, no roja, como era la suya.

Para su pesar, no tuvo más opción que llamar a su chofer. Se resguardó de la lluvia lo mejor que pudo bajo el techado de una tienda, esperando algunos minutos hasta que fueron a recogerlo.

Fuerte como él era, no se permitió mostrar sentimiento alguno hasta que hubo llegado a casa. Encontró a sus padres elegantemente vestidos para salir a festejar su aniversario, y para cuando ellos le miraron, empapado y con el miedo en la mirada, supieron que algo había ocurrido, sólo que no esperaban que fuera un hecho de la magnitud que presentaba ahora, así que decidieron que lo que fuera que su hijo tuviera para decirles podía esperar. Le enviaron a cambiarse de ropa, pero JiHoon sólo negó, respirando agitadamente.

—Mi luz —dijo con voz ahogada, y ambos adultos no necesitaron mayor explicación para saber qué era lo que pasaba.

Lo que había continuado fue una locura. Todos los planes de fiesta se cancelaron y se dirigieron al laboratorio donde el desarrollo del nuevo medicamento se llevaba a cabo, y tuvo que soportar más agujas en unas horas que en toda su vida.

Cuatro días habían transcurrido desde que su luz se encendió, y en todo ese tiempo no habían dejado de hacerle análisis periódicos, los que no dejaban de arrojar resultados desmoralizadores: su cuerpo producía toxinas a una velocidad excesiva y el medicamento nada podía hacer para frenarlas. Ni siquiera sabía si podría vivir lo suficiente para ver el experimento de sus padres ser concluido con éxito.

A cada día, JiHoon sólo continuaba sintiéndose más y más débil. Sus padres no se lo decían, pero él sabía la verdad, que a ese paso moriría en unos cuantos días más, no necesitaba ver los exámenes para saberlo, pues su luz parecía extinguirse un poco más a cada hora que pasaba. En un inicio creyó que se trataba de su imaginación, pero ya no tenía duda de ello, a cada mañana que despertaba, el destello era más débil que cuando se fue a dormir. Si era que podía llamar dormir a las pocas horas que podía cerrar los ojos, en las que no descansaba realmente. Tenía miedo, y se sentía mal por haber ocasionado todo eso con una simple escapada.

Red lightsWhere stories live. Discover now