Capítulo 30

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SeungCheol observó con desprecio no disimulado al avión que comenzaba a acercarse a la rampa de abordaje, porque sería ese maldito aparato el que le llevaría hacia una pérdida inevitable.

Pero no podía dejarse llevar por sus emociones, no cuando JiHoon le necesitaba fuerte, porque él también estaba sucumbiendo ante sus sentimientos. De una forma egoísta, SeungCheol se sentía feliz por no ser el único en ese sitio al que un nudo le estaba estrujando la garganta de forma dolorosa. Aunque, si hubiera podido hacerlo, habría dado cualquier cosa por arrancar del menor el dolor que pudiera sentir. No quería verlo triste por su causa, no quería ser el motivo de sus lágrimas después de haber logrado arrancarle sonrisas durante días y noches.

Observó al chico recostado en su regazo un momento más, mientras las azafatas comenzaban a preparar todo para recibir a los pasajeros. Recorrió, con delicadeza de no despertarle, las hebras color galleta de su cabello, sus mejillas sonrosadas y esas manos que, sin saberlo, JiHoon solía llevar hacia su boca mientras dormía. Lucía como un ángel, uno digno de tener lo que quisiera en esa vida, pero eso no incluía a SeungCheol. Al menos no para su familia, de eso el azabache estaba seguro.

De nuevo el tiempo pareció volar, apurado, al parecer, por verlos quedarse sin palabras al tener que decir adiós.

Era una suerte que los padres de JiHoon hubieran accedido a que volaran de vuelta a casa juntos, pues si bien la cura ya estaba terminada y todo peligro eliminado, eso no garantizaba que no hubiera todavía una que otra persona que deseara vengar a su jefe y hacer daño al castaño. Y los señores Lee estaban convencidos de que si SeungCheol pudo mantener a salvo a su hijo durante cuatro meses, podría hacerlo durante otro día.

Pero ellos desconocían todo lo que había ocurrido entre su hijo y su improvisado guardaespaldas. No sabían que, sin quererlo, ambos habían terminado por descubrir que funcionaban a la perfección juntos. Que, incluso si sus vidas distaban mucho de ser iguales, había cosas que los hacían encajar como engranes en un reloj. Quizá por eso eran almas gemelas, y no importaba las vidas que transcurrieran y los oficios que desarrollaran, siempre encontrarían una forma de hacerlo funcionar. Pero SeungCheol no quería esperar a vivir otra vida para poder estar junto a su destinado. No quería pasar años buscándole, porque nada le daba la certeza de que lo podría encontrar. ¿Y qué si en los otros miles de escenarios posibles ni siquiera tenían la oportunidad de cruzar caminos? ¿Si la vida de uno se desprendía del mapa incluso antes de que pudieran siquiera saber que respiraban el mismo aire en el mismo país? Eso esperando que fueran afortunados y volvieran a nacer en la misma nación. Era casi imposible y demasiado arriesgado e iluso suponer que, si en esa vida no se les permitiría estar juntos, podrían hacerlo en otra, habiendo enfrentado las dificultades que hacían en ese momento.

La infinidad de posibilidades se cernieron sobre SeungCheol como si un edificio entero cayera sobre sus hombros, y de nuevo sintió las lágrimas escocer. Pero no lloraría, no al menos hasta que estuviera solo y seguro de que JiHoon estaba a salvo en casa con sus padres. Entonces se permitía romperse y lamentarse por el amor perdido. Pero antes necesitaba llevar al castaño de regreso a casa, y al menos podía intentar disfrutar ese tiempo que les quedara juntos.

Los altavoces anunciaron el abordaje de su vuelo y SeungCheol se lamentó mientras despeinaba los cabellos del menor para despertarle.

—JiHoon, tenemos que irnos —dijo en voz baja.

Tuvo que reunir toda la fuerza que le quedaba luego de una noche en vela para no llamar al menor por el apodo que se había acostumbrado a usar con él en tan poco tiempo. Pero mejor era no seguir creando lazos entre ellos. Tal vez lo correcto sería comenzar a marcar distancia, así no dolería tanto cuando tuviera que afrontar que no volvería a ver a JiHoon, que sus ojos no lo contemplarían cada día y sus labios no se encontrarían de nuevo.

Red lightsWhere stories live. Discover now