"Kale"

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Si bien recuerdo y espero no equivocarme, todo ocurrió seis años atrás, cuando sólo tenía 14 años. Era una chica normal, sin embargo, me atraía todo lo sobrenatural, en especial el espiritismo, pero siempre he creído en el alma. Siempre está contigo, y sólo te deja cuando estás durmiendo.

Cuando duermes, se libera de sus ataduras físicas y sale al exterior, respira aire fresco y se mueve por el mundo... por eso soñamos. Nuestros sueños no son más que las imágenes que nos transmite el alma cuando sale al exterior. Muchas veces nos acordamos de ellos, y otras no, a veces incluso, cuando el alma, por alguna razón, no puede salir de nuestro cuerpo, se lo lleva consigo, y por eso hay gente sonámbula. Todo eso me atraía mucho.

Cuando tenía tiempo libre me metía en internet y buscaba información, cada vez haciéndome más a la idea de como funcionaba el mundo espiritual. Poco a poco, fui ampliando mis conocimientos, hasta que un día, decidí ponerlos en práctica. Agarré mi mechero, unas 5 o 6 velas, un libro de espiritismo que había escogido de la biblioteca y lo metí todo en una mochila. Con la mochila al hombro, y llena de ilusión me fui hacia el cementerio del pueblo.

Esa noche mis padres se iban a cenar fuera, y yo, supuesta mente, me tenía que quedar en casa a estudiar. Por supuesto, la elección de quedarme fue idea mía. Casi nunca salían y esa era la oportunidad perfecta.

Salté la verja con mucho cuidado, y caí suavemente al suelo sin hacer ruido, anduve cuidadosamente durante un buen rato alrededor de las tumbas, buscando el lugar ideal donde colocar el "chiringuito". Finalmente encontré el lugar ideal cerca de un sauce llorón, resguardada del viento y de las posibles miradas indeseadas. Me senté con las piernas cruzadas y empecé a sacar las velas, el libro, y el mechero.

Agarré una piedra y dibujé en el suelo una estrella de cinco puntas, y en contacto con una de las puntas, un círculo no muy grande, puse una vela en cada punta, y otra dentro del círculo, me metí en el círculo con la mochila incluida, y me senté lo más cómodamente posible (realizar un ritual lleva su tiempo, aunque no lo creas). Abrí el libro por la página 169, apartado "invocaciones", encendí el mechero y empecé a leer las palabras de invocación.

Era una especie de cántico, que había practicado anteriormente, por supuesto (la verdad es que en esa etapa de mi vida tenía mucho tiempo libre) mientras cantaba, en un tono casi inaudible, empecé a encender las velas sin salir del círculo. Cuando todas ellas estuvieron encendidas, dejé de cantar y dije en alto: "¡espíritu lejano, que siempre estás cerca, yo te invoco, ¡ven a mi presencia!" (es un poco cutre, lo admito, pero yo no escribí el libro!).

No ocurrió nada durante tres interminables minutos, pero no me moví del sitio. La paciencia es la clave de la invocación. Los espíritus hacen todo lo posible para que salgas del círculo para que te quedes desprotegido, y así absorber tu esencia. Eso o simplemente para divertirse, sinceramente, yo no comprendo a los espíritus, por eso los estudiaba.

Estuve mirando al infinito una eternidad, pensando y preparando las preguntas correctas. Finalmente, un humillo azul grisáceo empezó a moverse en la estrella, iba de un lado a otro, intentando salir de cualquier modo, pero cuando lo intentaba, el fuego de las velas saltaban y los trazados se volvían de fuego,era imposible que escapara hasta que yo le diera permiso. Cuando el humillo se dio por vencido, empezó a cobrar forma.

Primero apareció el contorno del cuerpo, luego el pelo, y poco a poco los detalles de un cuerpo humano, lo último que se formó fueron sus ojos. eran grandes y rasgados, del mismo color del humillo. El espíritu se había transformado en un chico de mi edad (y especialmente guapo, eso hay que admitirlo).

No entendía porqué había elegido esa forma. En los textos que había leído normalmente explicaban macabras figuras, o algunos animales, pero nunca seres humanos.

Creepypastas: Terror PsicológicoWhere stories live. Discover now