Capítulo 2.

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La extrañaba mucho, este lugar sin Aysel no era lo mismo

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La extrañaba mucho, este lugar sin Aysel no era lo mismo. Patrick estaba de muy mal humor, incluso pude ver como su alma pasó a ser completamente negra con el pasar de las horas. Patrick era ese tipo de humanos que tenía un alma gris, estaba en una transición.

Un alma en transición fue alguna vez un alma pura pero que por situaciones o momentos poco a poco se va oscureciendo hasta volverse negra. Nunca he visto que suceda lo contrario, aunque sería genial que una persona con alma mala pueda volverse buena.

¿Se imaginan eso? El mundo sería mejor.

Tengo que decirlo, los humanos que abundan son los de alma negra. En la selva, nunca pude conocer un alma pura. ¿En mi vida como cucaracha? Los había, pero los humanos odian a las cucarachas, incluso tienen bajo su manga esos aerosoles que nublan nuestros sentidos. Mi cuerpo de cucaracha tenía alas, eso era aún peor, cuando quería huir utilizaba mis alas y los humanos huían del lugar, atemorizados, entonces yo me preguntaba: ¿Cómo un insecto con alas puede asustarlos tanto? Era ilógico.

Mi lugar se encontraba solo esta vez, ningún amigo perruno estaba conmigo. Al parecer, Patrick se dio cuenta de que Aysel tenía un gran cariño por mí, cosa que lo tomó mal, no deja de mirarme como si fuera una bolsa de basura. A veces me daba miedo, pero trataba de ser valiente, nadie querría un perro debilucho.

Escuché la campana de la puerta sonar y como era habitual todos empiezaron a hacer ruido. Lo hacían para llamar la atención, todos querían tener un humano al que acompañar. Incluso las serpientes en el terrario sisearon tratando de llamar la atención del humano que acababa de entrar, era gracioso, pocas veces tomaban a serpientes de acompañantes y creo que si siseaban asustaban un poco más.

—¡Papi, quiero un perrito! ¡Cómprame un perrito!

—Hace ocho kilómetros me dijiste que querías un loro, Audrey.

—Pero eso fue hace ocho kilómetros, ahora quiero un perrito.

La voz chillona sonaba exigente y la voz gruesa algo cansada. Cuando levanté mi pequeña cabeza vi a una niña y a un señor. Padre e hija. No podía ver su aura a través del cristal, estaban muy lejos para observar sus ojos.

—Buenas tardes, ¿puedo ayudarlos?

—Quiero un perrito.

—Audrey, ¿qué te dije sobre ser más educada?

—Yo solo quiero un perrito, papi.

La chica era malcriada, no tenía que ver su alma para saber eso. Además, su vocecita lastimaba mis oídos. Ya me duele la cabeza.

—Tenemos una variedad de canes en la parte trasera de la...

—¡Ese! ¡Papi quiero ese!

Oh no, su escuálido dedo me estaba señalando. No quiero sonar exigente, pero no quería una niña malcriada que lastime mis orejas con su voz.

A los ojos de FirulaisWhere stories live. Discover now