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El tiempo seguía pasando y el joven Alfa cada vez se volvía más apegado a su mejor amigo. No era que Jeongin no le gustara que le hicieran mimos o le regalaran cosas lindas, el problema era Hyunjin. Lo seguía a todas partes sin pedir permiso y lo celaba demasiado. Ahora que por fin eran novios, Hyunjin utilizaba aquel título como una forma de justificar sus actitudes.

—¡No quiero que juegues con él! Eres mío —repetía sin parar con los cachetes sonrojados del enojo —, mío, mío, mío ¡Solo mío!

—¡No soy tuyo! —se defendió el más chico —si sigues así de molesto no vamos a ser novios nunca más.

Hyunjin no quería eso, así que solo bajó la mirada apenado pero a la vez con la misma emoción que le había obligado a repetir que Jeongin era únicamente de su propiedad. le dolía desmesuradamente que Jeongin dijera que no era suyo ¿Acaso debía marcarlo para que lo aceptara como su pareja? Tal vez si tuviera sus dientes de Alfa maduro podría morder a su novio.

Hyunjin y Jeongin se encontraban sentados en las hamacas de aquel parque donde siempre se juntaban. La prima del menor, Jeon Heejin, jugaba en el arenero con una palita y balde rosa de plástico. Los mayores la observaban jugar, uno cuidándola como lo había prometido y el otro metido en su propio mundo de nubes. Tenía que encontrar la forma en la que pudiera llamar la atención de su novio sin que este se enojara de nuevo ¡Pero era inevitable! Parecía que el castaño siempre estuviera de mal humor, hasta cuando le hacía los más dulces mimos detrás de su orejita cuando iban a dormir juntos ¿Cómo era eso posible?

En frente del parque la confitería del viejo Kim siempre estaba en su mejor estado, no era infantil pero sus colores pasteles alegraban a Hyunjin cada vez que pasaba por allí, su olor a pasteles recién horneados o la cantidad de postres que se veían en las vitrinas, cualquiera de esas cosas podían ponerlo feliz aún si Jeongin lo alejaba. Y si a él lo alegraban ¿Quién le decía que no podía causar el mismo efecto en Jeongin? Y como una palomita, la primera idea de sacarle el mal humor a su novio pasó por encima suyo.

—¿Me acompañas a la confitería, Innie? —preguntó con los ojitos brillosos y no por lágrimas.

—¿Para qué? Ve tú solo, ya eres grande y puedes comprar tus golosinas por tu cuenta, hyung —contestó bruscamente el castaño.

—¡Jeongin, por favor, si me acompañas te compraré algo rico! —no iba a decirle que planeaba alegrarlo, conociendo a Jeongin probablemente lo insultaría de nuevo.

—Heejin, acompaña a Hyunjin —ordenó el castaño a la pelinegra que jugaba tranquilamente en su arenero. Ella los miró y sin quejarse se sacudió y corrió hasta el más alto de los tres.

—Pero-

—Déjame en paz, hyung.

No importaban las veces que el pelinegro quisiera hacer algo lindo por su novio, este lo trataba igual de feo que siempre. Ni siquiera su poder de Alfa era suficiente para alguien a la altura de Jeongin, era como si el menor estuviera en la cima todo el tiempo y él allá en el lodo. Mas no importaba cuántas veces cayera o cuantas veces perdiera la voz llamándolo mientras el pequeño se alejaba sin esperarlo. Hyunjin estaba enamorado de cada acción que tomara Jeongin, quizá era que por eso se permitía ser pisoteado por su futuro compañero de vida. Por Jeongin, Hyunjin sería lodo.

De la mano cruzaron juntos la calle Heejin y Hyunjin. La pequeña no hablaba mucho, era obediente y risueña, cada tanto se acercaba a preguntar si podía jugar con los mayores y siempre estaban las dos respuestas: "No" de parte de Jeongin y "Sí" de Hyunjin. Igualmente la pequeña le hacía caso a su primo, él era su familia y ni la autoridad de Hyunjin la harían cambiar de opinión. Alma de Omega, decían algunos solo por la obediencia.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora