Verano

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Rusia siempre había sido un muchacho estoico, habiendo heredado ese carácter y compostura de su padre. Siempre recto. Siempre frío como el mismo hielo. Al ser el hermano mayor y el primogénito, él tiende a tener mayores responsabilidades que Ucrania y Bielorrusia. Pese a que ambos de sus hermanos crecían y ciertas responsabilidades poco a poco pasaban a ser de ellos, él mismo seguía siendo responsable por ciertas cosas.

Por ende, tenía miedo de perderlos.

Él estaba consciente de la gran guerra que había allá fuera, de la hambruna, las enfermedades, los desastres económicos y ecológicos, las traiciones y las tensiones políticas que prácticamente se encontraban en llamas. Las cosas en su hogar no parecían ser mejor, desde el pobre hasta el rico todos tenían miedo, desde extranjeros o desertores ahí no había piedad para nadie. Ni siquiera la madre naturaleza tenía clemencia para sus habitantes. La muerte era algo completamente normal para él, su vida entera ha estado rodeada por ella. Dejó de verla como algo trágico y empezó a verla más como lo que es: algo natural que algún día te puede llegar a ocurrir, aun si no quieres que eso pase. No puedes escapar de la muerte, ella tarde o temprano va a llevarte a tu final.

Para Rusia, el invierno había dejado de ser un símbolo hermoso, o quizás nunca lo había sido. La gran mayoría de muertes atroces eran productos del frío de sus inviernos. La segunda si no era el frío, entonces eran las bestias que vivían en sus bosques. Ahora mismo el clima era verano, o al menos, era un verano de lo más agradable cuando todas las noticias que recibieron han sido solo de muertes, campos de concentración, cientos de niños huérfanos (cada uno de ellos con siniestros destinos), viudas en cantidades espantosas, hombres enloquecidos, vidas destruidas, torturas, violaciones, experimentos atroces, traiciones, suficientes cosas para hacerle querer vomitar.

A veces ni siquiera dormir le daba consuelo. A veces tener a sus hermanos consigo no era suficiente.

―¿Rusia, estás bien? ―una voz cálida y familiar le despertó de su ensoñación. Al voltear a ver, notó la mirada preocupada en el rostro de México. Era verano, pero usaba la bufanda con cierto gusto, parecía contento de poder usarla. Un ligero sonrojo se mostraba en sus mejillas que le hacía sentir cosas raras en el estómago.

―Si ―Rusia contestó, odiándose a sí mismo por no saber cómo llevar una conversación, por no saber relacionarse con más sencillez hacia los demás. Odiándose por la frialdad en su tono de voz y temiendo internamente de haber causado un malentendido entre la nación de tres colores y él.

Pero México no parecía ofendido, en efecto, lucía curioso. Era como si ese tono no le hubiera afectado en lo más mínimo, y entonces recordó que él y su padre solían ser amigos hace tiempo. Él ya debía de reconocer los tonos fríos al momento de hablar debido a la presencia de su padre.

―Espero que no te moleste si te acompaño ―México señaló el lugar al lado de él en el suelo. Rusia volvió su vista al paisaje frente a él.

―No.

―Gracias ―Y México sonrió de nueva cuenta. No entendía por qué tantos gracias, solo era una cortesía, pero el mexicano siempre los decía, para casi todo. Y muy privadamente, eso le hacía sentir tan bien, saber que lo que él hizo fuera apreciado. ―Nunca había estado en la casa de URSS. Siempre lo imaginaba más frío, pero el clima es encantador.

―En invierno es cuando hay más frío.

―Mis tierras son más cálidas ―México estaba a una distancia prudente de él, pero el calor en su cuerpo, podía sentirlo ―Creo que mis inviernos no se comparan a los de ustedes. Por ejemplo, aquí puedo usar una bufanda pese a ser verano y no sentirme agobiado.

México se sentía abochornado no sabiendo de qué hablar con Rusia. URSS había dicho que podían pasar juntos el tiempo para que él pudiera conocer más de sus tierras, el intercambio cultural sería más sencillo de ese modo y el restablecimiento de los lazos más rápido. Su escuadrón ya había regresado, días después de la carta de su presidente, y teniendo a URSS en varias reuniones que nada tenían que ver con las suyas era un tanto solitario e incómodo puesto que su única compañía eran los niños. O bueno, los dos niños y un adolescente.

Quizás -#EventoRusmexNavideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora