Promesa

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Rusia sabía que todas las cosas tienen un final, solo que no imaginaba que este sería mucho antes a lo establecido. El tiempo de México con ellos había sido planeado para después del fin de año, pero la presión del exterior, las buenas relaciones, la conversación entre Stalin y Ávila Camacho ("¿y eso no es una bella ironía? ¿Qué Stalin estuviese tan interesado en otra nación como para ponerle atención durante una guerra?" Era lo que Rusia pensaba amargamente), cambiaron todo. En lo que aparentemente sería la última reunión que tendrían con la nación, varias cosas empezaban a ser dichas a México, todas bajo el mando de URSS. Y por desgracia, no eran buenas noticias.

―¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué a mi hermano? ―Fue lo que la rota voz de México murmuraba, no creyendo lo que escuchaba ―. ¿Por qué Japón?

―Lo lamento Мексика ―Su padre sonaba tan culpable, así como México tan destruido ―Japón tiene el control total sobre Filipinas. América ni siquiera puede contactarlo ya más. Me temo que tu hermano pudo haber...

­―¡Ni siquiera te atrevas a terminar esa frase! ―El grito de México fue fuerte, estaba enojado y devastado, era volátil, pero quizás en el fondo lo entendía, si la situación hubiera sido al revés, si hubiese sido Ucrania o Bielorrusia, él también estaría furioso. Incluso, era posible que menos controlado que México ―¡Filipinas no está muerto! ¡Él es fuerte! Ha podido soportar todo lo que la vida le ha arrojado y salir en pie. Lo sé, lo conozco, él es mi hermano. Él no puede estar muerto...

El resto en la reunión se había retirado para darles la privacidad suficiente, para permitirle a México la libertad de llorar, pero permitiéndoles escuchar lo que ocurría ante las otras dos naciones. Las cosas se habían vuelto críticas y perder a Filipinas parecía el punto de quiebre para México.

―¡México, tranquilízate primero!

―¡¿Cómo quieres que me tranquilice?! ¡¿Cómo me pides eso cuando es muy probable que Imperio del Japón me quitó a mi hermanito?! ―Lágrimas de frustración ahora recorrían las mejillas de México ―No quiero ni imaginar la reacción de España...―

Rusia se dio cuenta en el tono de voz al pronunciar el nombre de Imperio del Japón. No había cariño, ya no había pena, ni tristeza, ni la calidez en su profunda voz cuando mencionó el nombre del asiático. No había ni el más mínimo ápice de amor en esas palabras, o algo que le hiciera creer que alguna vez le quiso. A cambio lo único que quedaba era rabia, era odio, era un dolor tan profundo en su pecho que le hizo casi escupir con desprecio el nombre del que que hace tiempo fue muy querido para él.

México había adorado a Imperio del Japón pese a ambos ser completamente diferentes del uno al otro. Le había querido y abierto los brazos a su amistad y a su vida como para considerarlo un hermano honorífico.

Entonces el ataque a Filipinas, las masacres y la invasión. Por el modo en que México lloraba y el cómo su padre solo podía quedarse callado y ofrecer un silencioso consuelo se dio cuenta. Esa traición le quemaba a México en lo más profundo de su alma, perdió a su hermano ante lo que todo ese tiempo había sido un traidor y un mentiroso disfrazado de un amigo y un hermano. Entregó a su familia a un conquistador. Básicamente lo tenía a su disposición todo el tiempo.

Y posiblemente México se culpaba de su ceguera y su ingenuidad.

―Tienes que tranquilizarte, pensar las cosas con claridad. Estás estresado y tienes mucho en la cabeza. No estás bien. Si quieres realmente ayudar a tu hermano primero tienes que tranquilizarte para pensar con claridad ―La dura voz de su padre sonó, esta vez actuando como lo que es, un líder nato, dejando de lado la suavidad para traer la rectitud y el control ante tal devastada nación. Para permitirle así tomar decisiones con mayor inteligencia.

Quizás -#EventoRusmexNavideñoWhere stories live. Discover now