Sin aliento, parte V

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Natasha empezó a despertar alrededor de las once de la mañana. Al principio se sintió desorientada y por un instante creyó que continuaba en esa horrible nave industrial, por lo que se removió inquieta y empezó a respirar con fuerza. Su vista estaba borrosa y no conseguía enforcar con facilidad debido al cansancio. Pero una voz...

―Shhh... tranquila, estás en casa ―el olor a loción de afeitar, menta y pintura invadió sus fosas nasales y Natasha cayó como si fuese un peso muerto contra ese cuerpo caliente que le daba seguridad.

―Steve... ―murmuró dejando que la vista se le adaptase a la estancia.

―Estoy aquí ―el Capitán América besó su pelo y acarició su espalda con cariño.

Las últimas horas de la espía estaba borrosas, no recordaba con facilidad en qué momento había terminado su revisión médica y cómo había acabado en su cama, con un pijama limpio. Se sentía mareada y dolorida, como si se estuviesen pasando los efectos de algún tipo de droga; además, poco a poco su mente empezaba a despertar y los recuerdos volvían a perseguirla. Se estremeció con fuerza y trató de respirar hondo para no volver a perder el control.

―¿Cómo te encuentras? ―murmuró Steve.

―No lo sé.

Y era cierto, Natasha estaban tan entumecida y perdida que por una vez en su vida no sabía qué sentir.

―¿Te duele algo? ―reformuló el rubio la pregunta.

Natasha simplemente asintió, refugiándose en el calor de su pecho.

―Puedo darte un calmante ―Steve fue a levantarse, pero ella se lo impidió.

―No quiero.

―Pero Nat...

―No.

Ella necesitaba sentir el dolor, necesitaba sentirse viva.

Decidido a no llevarle la contraria, Steve volvió a recostarse y ella se colocó nuevamente sobre su pecho, agarrando su camiseta. Por primera vez en horas, el cuerpo de la espía estaba nuevamente caliente y se estremeció cuando Steve acarició su espalda.

―Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad?

Natasha asintió.

―Solo... no sé cómo...

―¿Afrontarlo?

Volvió a asentir.

―No creo que nadie sepa, Nat.

La espía levantó la cabeza y le miró con ojos tristes y llorosos.

―¿Cómo lo hago entonces? ¿Cómo... cómo vivo?

Steve se enfrentó en ese momento a la pregunta más dura que alguien le había formulado alguna vez. Ni siquiera él tenía una respuesta para ello. Pero pudo ver en Natasha la necesidad de que la consolase con sus palabras, con su esperanza... y no puedo defraudarla.

―Al principio dolerá, todos y cada uno de los días... y habrá momentos en los que no quieras seguir respirando, pero nosotros estaremos para ti en todos y cada uno de esos momentos. Y, de repente, una mañana te levantarás y dolerá un poco menos, y al día siguiente será menos aún. Y llegará el día que sea un recuerdo sordo que te haya ayudado a fortalecerte ―acarició su rostro―. Las heridas cicatrizarán y se quedarán como recuerdo de lo que una vez sucedió, pero ya no dominarán tu vida. Y volverás a ser tú, más madura, más fuerte y resistente. Porque puede que otros tiren la toalla, pero tú eres Natasha Romanoff y seguirás adelante y te reconstruirás y renacerás de lo que una vez fuiste.

Steve limpió una lágrima que cayó por la mejilla de la espía y ella se estremeció.

―No voy a poder sola...

Esta era la primera vez que Natasha admitía que necesitaba ayuda y ambos se sorprendieron al escucharlo salir de sus labios, él porque pensó que Natasha nunca lo admitiría en voz alta y ella porque descubrió que el nudo de su garganta se deshacía un poco tras su confesión.

―Nunca vas a estarlo, Nat. Nosotros vamos a estar para ayudarte en todos y cada uno de tus pasos, yo voy a estar ahí, para ti, siempre que me necesites.

La Viuda Negra rehusó su mirada.

―¿Qué he hecho para merecerte? ―un sonoro suspiró salió de lo más profundo de su alma y ahora fue Steve quien se estremeció. Agarró el mentón de la chica y la obligó a mirarle.

―Que nadie te haga cree que no mereces la pena, Nat, nunca ―se inclinó para besar las lágrimas que caían por sus mejillas.

Abrumada por los acontecimientos de los últimos días y las palabras de Steve, Natasha solo pudo volver a acurrucarse contra su pecho y llorar en silencio. Y el Capitán América la acompañó todo el tiempo, dejando que se vaciase y soltase todo su dolor. Se mantuvo a su lado, acariciando su pelo y su espalda, pero no dijo ni una palabra, pues sabía que no era lo que ella necesitaba en ese momento.


Pasado el mediodía, finalmente Natasha se levantó de su pecho y entró en el baño. Lo que iba a ser una simple visita al lavabo se convirtió en toda una experiencia al encontrar consigo misma ante el espejo. Su cuerpo no tenía ni un rasguño, ni un latigazo o quemadura. Todo había desaparecido, dejando su piel completamente limpia, tal y como estaba antes de esas dos semanas. Levantó la camiseta de Clint y se acarició el bajo vientre, donde habían vertido cera caliente sobre ella, y se asombró al notar la suavidad de su piel. Todo se había ido, no tendría que enfrentarlo cada mañana.

―¿Nat? ―preguntó Steve desde el otro lado de la puerta.

―Vo... voy.

Pero la espía no pudo moverse, seguía contemplando su piel, así que Steve abrió la puerta y la observó, apoyándose en el marco.

―Pensé... que no merecías tener que vivir con esas marcas ―murmuró, viendo como ella continuaba acariciándose el estómago―. No te pertenecen, no se merecen estar en tu cuerpo.

―Gracias ―dijo la pelirroja casi en un susurró. Dejó caer de nuevo la camiseta a su sitio y se volvió a Steve con los ojos llorosos. Había dado un paso en favor a su recuperación pero estaba perdida en la inmensidad de sus sentimientos y no sabía cómo continuar― ¿Y ahora qué?

―Ahora vives, Nat.

Steve le tendió una mano y esperó, esperó a que ella se decidiese. A que reuniese el valor para seguir adelante y recomponerse.

Y Natasha le agarró la mano con decisión.

―Ahora vivo.  


The end

Este es el final de este shot. No es feliz, porque no creo que hubiese sido lo correcto, pero tampoco es un final triste. Desarrollar esta historia hasta un final feliz hubiese llevado muchos capítulos, así que se queda abierto a la imaginación y quién sabe si en un futuro tendrá una continuación. 

¡Un saludo!


28 de diciembre de 2019

Romanogers: Little storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora