45.- La ley de Herodes

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Hoy por fin es el día, aquí estamos en el hospital, en la penúltima parada antes del terrible final.

Por fin cumplí la promesa que le hice a mi padre antes de morir, después de tanto trabajo por fin conseguí que las empresas Quintana volvieran a mis manos. Todo el imperio que construyó mi padre es ahora de sus legítimos dueños.    

Recuerdo cada segundo de esa junta, la cara de Octavio al ver que supere sus retos, que ya no podía seguir manteniendo su poder sobre mí, me sentía en la cima del mundo y cuando firmó esos papeles casi salto de la emoción pero me quedé quieto, mirando como hervía de coraje y cuándo Fernando me pasó el contrato para que yo lo firmara fue lo mejor.

—Lo prometido es deuda —le dije cerrando la carpeta—, ya está hecha la transacción bancaria por la cantidad acordada, ¿algo más señor notario?

El negó y uno a uno los ejecutivos salieron de mi sala de juntas dejándome solo con esa basura. 

—Solo te tomo dieciséis años lograrlo—dijo burlándose, cree que ya es demasiado tarde para recuperar mi vida—, ¿cuál es tu siguiente movimiento?

Tengo tantos aún, lamentablemente ninguno se lo puedo gritar a la cara porque sería ponerlo sobre aviso, no voy a dejar que se me escape, no cuándo todo está listo, sólo tienen que hacer el siguiente movimiento y todos seremos libres. Marcelo y Angélica por fin podrán salir a la calle sin miedo y retomar sus vidas, con sus familias. En cuanto a mi, quizá pueda recuperar lo que amo, pero antes de eso voy a ser su ruina, acabaré con él y tomaré mi venganza, se sentirá bien verlo acabado. 

—Ser libre —le respondí simplemente. 

Se levantó con una sonrisa y salió de mi sala de juntas, su sonrisa me dijo que esta planeando algo, pretende desquitarse y estaré preparado para cualquier golpe, ya no le tengo miedo.

Después de la firma de los contratos Fernando y el notario regresaron para repartir la empresa tal y como mi padre lo hubiese dispuesto, sólo que mamá ya no será parte porque decidió venderme sus acciones. Eso nos dio espacio para hacer las cosas de una mejor manera y todo quedó así: treinta por ciento a Alina, veinte más a Fernando, otro diez por ciento más a Alexandra y diez a mi hijo que en cualquier momento va a nacer y el treinta por ciento restante me corresponde. Es así como todo tiene que quedarse, por lo menos hasta el día que yo muera y mis hijos decidan el futuro del patrimonio que he trabajado para ellos. 

Han pasado dos meses de ese hecho y son tranquilos, el trabajo sigue avanzando y cada vez más rápido. Alina poco a poco va recuperando fuerzas y regresó a hacer lo que más ama, eso es lo que la está sacando de la depresión. Fernando por su parte no descansa y tiene todo listo para el golpe final, sólo estamos esperando a que Cristopher nos de luz verde para atacar, mientras tanto solo se concentra en resolver la fuga de información que tuvimos, fue mucho más grande de lo que esperábamos y por eso hemos tenido que delegar responsabilidades para no levantar sospechas. 

La calma se rompió está madrugada cuando Marisela empezó con el trabajo de parto, su embarazo llegó a buen terminó y hoy conoceré a mi bebé.

—Respira —ella asiente y lo intenta pero se ve cansada, lleva casi diez horas así con el dolor, ya hizo todo lo que el obstetra le indico, ya estamos casi listos para la parte final.

—¡Maldita sea! —debe sentirse realmente mal— ¡Quiero la anestesia!

¿No que no? Le preguntaron al principio y se negó, dijo que no era necesario, es obvio que ya se arrepintió y no quiero ni imaginar el dolor que siente, grita cada que tiene una contracción.

—Esta bien, vamos a preparar todo —nos dice una enfermera—. Señor Quintana venga por aquí. 

—¿Pasa algo malo? —no quiero separarme de Marisela ni un minuto, es mi deber estar con ella.

No será culpa mía [Saga Amores Incesantes #2] || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora