No era mi intención lastimarla, no fue mi intención lastimarte. Lastimarnos.
Lamento haberme librado de la fuerte rienda que sostenías con determinación. Lamento haber roto con éxito las cadenas que me ataban y contenían; pero es que ardía, dolía muchísimo. Me destrozaba. Mi piel maltratada, entumecida de lo tenso de éstas y mi garganta desgarrada por los gritos que en mute habías puesto. Mi ser deshidratado de tanto llorar.
No estoy orgullosa de conseguir escapar de nuevo.
Si no fuera por ti, mi existencia nadie la sabría.
Lamento avergonzarte, me disculpo por ponerte en ridículo. Perdón por ser tan débil.
Fui provocada, me provocaron y te fallé una vez mas. No se suponía que saldría una vez más a flote del tanque de lágrimas en el que estaba hundida, completamente sola y abandonada. Lo tenía prohibido, tu me lo prohibiste. Lo siento.
No puedo controlarme, cada vez me hago más y más fuerte. Me sumerjo en agudo sufrimiento y miseria.
No merezco sentirme así. Por mi culpa esto te afecta, les afecta. Soy asquerosamente egoísta.
Te fallé, fracasé en permanecer oculta, invisible.
Sé que estás cansada de contenerme, lo entiendo. Ojalá no existiera, ojalá no perteneciera allí. Sin mi todo sería normal, hermoso, adecuado, moral.
Se supone que no debería sentir un insaciable gran apetito por atención, ganas de ser vista. Está prohibido para mi; pero es normal, ¿no? Después de todo nunca me dejas interactuar...
Lo siento, eso fue grosero.
Es mi culpa.
No soy buena.
Soy muy fea, mala.
Merezco ser rechazada.
Me odio, me odio muchísimo.
¿Debería ser irónico que a ti te ame tanto?
Ojalá fuese mutuo.
Dear me.
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