Me estoy pudriendo en dolor. Me tardé en admitir que ya no puedo seguir escondiendoselo a las personas, aunque sea mi ansioso deseo seguir así. Es tan estresante. Ellos pueden contemplar como perezco poco a poco, pero puedo fácilmente notar que nos les importa. Estar rodeada de indiferencia solo está acelerando mi descomposición. No sé dónde poner todo este peso muerto, mi cuerpo ya está cansado de cargarlo.
Mi aura negativa está apartando a la gente que me importa, es mi característico aroma, mi repelente por excelencia. Mi tóxico perfume. Contaminante y venenoso, solo causo disgusto al resto.
Las fisuras en mi cuerpo se han estado expandiendo inevitablemente mientras las hojas de los calendarios son arrancadas sin descanso; me es difícil evitar que de estas se filtre en abundancia todo aquello que llevo acumulando estos años. Mi complexión está temblando patéticamente intentando contener la fuga para que los demás no lo noten y se incomoden.
Mi repleta colección de vendas y diversas máscaras ya no tienen efecto alguno. ¿Puedes percibir la agonía en mis ojerosa mirada cansada? Sé que lo haces, si ignoro mi miserable reflejo en tus ojos, consigo visualizar lástima.
Perdóname por no ser capaz de mantener mi papel de actriz, ya no soy la profesional que era antes. Sé que la única manera de ser aceptada por todos es creando una falsa imagen de felicidad, lo sé porque llevo años aplicando esta técnica, pero al igual que un juguete viejo, me he desgastado al hacer esto. Alcancé mi límite.
Soy una desagradable y frágil muñeca destrozada intentando constantemente recomponerse a si misma, pero me es difícil lograr que mi estabilidad apenas reparada se mantenga en pie. Mis partes rotas no están curadas, solo pegadas y unidas de manera temporal. Esta rutina es agotadora.
Realmente no sé cómo es que puedo aguantar tanto.
Todos odian a la gente cobarde, los débiles. Discúlpame por serlo. Hay individuos que sufren más que yo y aún así logran conservar una mentalidad tan positiva, hermosos ángeles merecedores de afecto. Qué envidia. Desearía regalarles mi vida, porque yo la estoy desperdiciando como una estúpida.
No quiero molestar, no quiero estorbar. Solo quiero morir y así dejar de fastidiar a todos con mi presencia y mi dolor crónico. Lo siento tanto, perdónenme. Está bien que me repudien, me lo merezco por causarles tantos problemas. Me aborrezco por ser egoista y a veces desear no aislarme de ustedes cuando mi estado no es el adecuado. No tienen la obligación de ser testigos de cómo me voy quebrando mientras las manecillas del reloj avanzan y giran sin detenerse en un atrayente ritmo, ni mucho menos de alzarme cuando me encuentre desmayada en el piso debido a la sobrecarga de tormento.
Lo único que debo ofrecer de mi a las personas son sonrisas plásticas y empatía, ser el oído que escuche sus desahogos y los brazos cálidos en donde encontrar refugio. Nada más. Debo apartarme cuando las ganas de vomitar mis pensamientos oscuros sean incontrolables de sostener, y solo estar presente cuando me encuentre lo suficientemente firme como para disimular.
Por favor, no rechacen este lado de mi que tanto me costó perfeccionar; lo utilizo como disfraz diario para enconder todo el desastre que genuinamente soy oculta debajo de este. Solo pido que acepten esa mentira que forjé exclusivamente para servirles a ustedes.
Nací en este mundo solo para ayudarles y otorgarles de mi apoyo, me quedó claro que no puede ser al revés, así que me castigo a mi misma cada vez que anhelo ser cuidada y protegida.
Cada vez que fantaseo con ser... curada, comprendida y amada.
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