Dazai

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No sabía exactamente por qué estaba ahí.

Trataba de convencerse de que era porque tenía que decirle a Chuuya acerca del conflicto en el que Yokohama entraría en pocos días, pero como tal podría dejarle un mensaje en su buzón o encargarle a alguien que se lo hiciera llegar —encima sería lo más lógico, sabiendo que Chuuya deseaba matarle— pero, al estar ahí en persona, Dazai no conseguía convencerse de que en verdad había ido por eso y no por otra razón.

Quizá era porque le gustaba llevar siempre la contraria, sobre todo cuando le decían que no hiciera algo. Miró al cielo oscuro, la luna oculta por una espesa nube, esperando una respuesta.

No la consiguió.

—Oh, pero si eres ese chico que vive con el muchacho del quince.

Giró para ver a una señora que inmediatamente reconoció como la misma que vio la primera vez que llegó al apartamento de Chuuya. La que asumía que vivían juntos. Gracioso, porque Dazai ni siquiera sabía si el pelirrojo seguiría viviendo en ese lugar.

—Hace mucho tiempo que no te veo. Igual al muchacho que vive contigo. ¿Os habéis ido de viaje?

Dazai se forzó a sonreír.

—Algo así, sí.

Vio las bolsas que cargaba la señora y se preguntó dónde compraría siendo ya tan tarde. Se ofreció a cargarlas, preguntándose también por qué la anciana siempre cogía tantas cosas si luego le costaba cargar con ellas.

—Has cambiado mucho, muchacho —le dijo mientras abría el portal con una temblorosa mano—. ¿Ha cambiado también el pelirrojo? No le he visto desde... ¿cuatro años ya?

—¿No ha regresado? —sujetó el portón para que la señora pudiese pasar.

—Si lo ha hecho, no le he visto. Vivo justo encima de vosotros, así que alguna vez me lo habría tenido que encontrar, pero no —suspiró, pulsando el botón para pedir el ascensor—. La última vez que lo vi ni siquiera pareció verme. Esos ojitos tan tristes no parecían poder ver más que eso, tristeza. Me pregunté qué le habría pasado, pero no le volví a ver más. Aunque hoy no lo sé, porque me he pasado todo el día fuera.

¿Triste? ¿Chuuya? Imaginar sus ojos azules, siempre tan desafiantes, llenos de tristeza... Dazai no podía pensarlo sin que una extraña sensación embriagase su pecho.

—Ya veo...

—¿Os peleasteis? —preguntó—. Porque después de eso no os volví a ver a ninguno de los dos, pero nadie vino a llevarse las cosas de ese apartamento ni está alquilado. A veces venía una señorita muy elegante, pero no tardaba demasiado en irse.

Dazai la miró mientras entraba en el ascensor. La anciana pulsó el dieciséis y luego el quince.

—Dejamos de ser amigos, se podría decir —sonrió.

—¿Y vais a arreglarlo?

—No creo.

—Pero querrías, ¿verdad?

Dazai miró con sorpresa a la señora, que sonreía.

—¿Por qué piensa eso?

—Porque sonríes muy tristemente, muchacho. Y porque por algo estás aquí después de tanto tiempo, ¿no?

En eso tenía razón. Pero no estaba ahí para arreglar las cosas con Chuuya, eso ni siquiera era una opción. ¿Cómo iba a hacer eso? Chuuya era una persona terca, pero sobre todo leal. Nunca se plantearía perdonar una traición como la suya.

—No es por eso. Estoy aquí porque... 

La pregunta se volvía a repetir. ¿Por qué razón estaba ahí?

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Where stories live. Discover now