Chuuya

15.3K 1.8K 3.3K
                                    

Alguien había estado en su casa.

Lo sabía porque la cortina estaba mal colocada, y porque los zapatos de invitado estaban en el recibidor desperdigados de cualquier manera. En primera instancia imaginó que sería algún vagabundo que ocuparía su piso mientras él no lo usaba y se había asustado al ver que había vuelto, pero si fuera así, estaba seguro que le habría visto.

La vida en las Ovejas y luego en la Port Mafia había obligado a Chuuya a estar constantemente en alerta. Pocas personas podían pasar cerca de él sin que notase su presencia, incluso cuando dormía. Sin embargo, de ellas ninguna iría a su apartamento. Y menos sin decirle nada. Y para ir a mejor, nadie podría haber entrado sin la llave...

Suspiró. Había revisado y no faltaba nada de valor, que era lo importante. Además, sus propias llaves seguían en el recibidor. Todo estaba en orden, pero Chuuya no sabía si podría sentirse seguro.

Al final sí tendría que cambiar de apartamento. Aunque aquel le gustaba, ese incidente le hacía reafirmarse en la idea de mudarse. O quizá tan solo estaba buscando una excusa para dejar atrás todos los recuerdos ipregnados en esas cuatro paredes.

Su teléfono sonó, y contestó sin mirar demasiado el número, guardando las llaves en el bolsillo de la chaqueta. Sin darse cuenta, el llavero que obtuvo por parte de Dazai quedó colgando fuera.

—¿Chuuya? ¿Estás saliendo ya?

—Si, Ane-san —afirmó, cerrando la puerta—. ¿Qué ocurre?

—Hay una misión para ti. Intenta llegar lo antes posible.

Chuuya asintió y se despidió de Kouyou, pulsando el botón del ascensor. Miró la hora. Eran las once y media, llegaría a las doce si se apresuraba. Guardó el teléfono y esperó impacientemente el ascensor mientras daba pequeños toques al suelo con la suela de su zapato izquierdo. Cuando finalmente llegó, descubrió que en su interior había una anciana que Chuuya reconoció como la que vivía encima suya y siempre compraba grandes cantidades que nunca podía manejar.

—Buenos días —saludó, haciendo una leve reverencia con la cabeza.

—Oh, buenos días, muchacho —sonrió la señora, y Chuuya se puso a su lado mientras pulsaba el botón de la planta baja, que estaba ya en rojo—. Hace mucho que no te veo por aquí, ¿lo habéis arreglado?

Chuuya se sorprendió ante la pregunta.

—¿Perdón?

—Oh, ya sé que no es de mi incumbencia, pero el muchacho dispuesto a hablar contigo.

—¿Qué muchacho?

—Ya sabes, ese chico alto con tantas vendas que vive contigo.

Había solo una persona que encajara en la descripción de la anciana. 

—¿Cuándo ha visto a ese muchacho?

—Ayer. Nos cruzamos en el portal, y me ayudó con las bolsas al ascensor. Tan amable, estoy segura de que debe hacerte feliz.

—¿Hacerme feliz? —arqueó una ceja—. ¿Por qué tendría que...?

—Oh, chico, soy mayor pero entiendo vuestra relación y no hay por qué ocultarla —rio—. Reconozco el amor cuando lo veo, y siempre que habláis del otro tenéis ese brillo que yo tenía con mi marido.

Entonces Chuuya entendió muchas cosas. Por ejemplo, que esa señora pensaba de verdad que Dazai y él mantenían algún tipo de relación amorosa en la cual se habían peleado. Además, estaba segura de que Dazai vivía con él y ese maldito bastardo había tenido la desfachatez de no desmentirla, aprovechándose para entrar en su apartamento... Oh, debió haberlo imaginado. Dazai, el mejor a la hora de abrir cerraduras, sin importar de qué clase fueran. ¿Cómo si no entraba en su apartamento cuando le daba la gana sin tener la llave?

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora