Encuentros

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El agua en la orilla del lago se tiñó de rojo, al igual que las bancas arenas que lo rodeaban. Las manos de Kirishima temblaron mientras su mirada permanecía clavada en el liche. Los ojos escarlatas de la criatura brillaban con potencia mientras emitía gruñidos biliosos una y otra vez.

Eijiro pensó en muchas cosas durante esa corta fracción de segundo: pensó en Sero, quien yacía inconsciente en el bosque, en Ashido, quien probablemente estaba esperando su regreso para invitarlos a comer, en Bakugo, quien nunca sabría cómo fue que perdieron una batalla dos a uno; en su gente en Vhakan, que esperaba su victoria.

Deseó haber podido dar más pelea, pero estaba inmovilizado, no podía mover la pierna, su visión estaba borrosa en un ojo y la sangre le impedía ver con claridad en el otro, su pecho ardía profundamente y la piel de sus brazos estaba seriamente herida; no había mucho más que pudiera hacer.

Cuando una cuchilla se levantó en el aire, lista para dar muerte al pelirrojo, el brillo plata relució bajo el sol; el liche parecía estar a punto de recitar unas palabras más cuando una enorme lanza oxidada surcó el aire con rapidez, atravesando con facilidad el cráneo blando del liche, deteniendo sus intenciones y apartándolo de Eijiro en un abrir y cerrar de ojos.

El tintineo metálico de la lanza al caer al suelo en conjunto con el asqueroso sonido del hueso crujiendo y la piel rompiéndose aturdió al pelirrojo, un silbido agudo resonando en su cabeza.

El ra'ka necesitó un segundo más antes de girar su cabeza hacia la derecha, buscando a su salvador, quedándose aún más sin aliento cuando vio a aquel que creía muerto desde hace meses.

Kaminari Denki.

El rubio se acercó a él con prisa. Kirishima lo miró con atención por unos segundos. Su cabello estaba más largo que la última vez que lo vio, parecía más delgado, pero su rostro era más maduro.

—Estás vivo...

Denki pareció desconcertado un momento, pero después supuso que Midoriya no había tenido oportunidad para hablar con Kirishima, por lo que simplemente se dedicó a ayudar al pelirrojo a ponerse de pie.

—También me alegra verte, Kirishima. —le sonrió, temblorosamente, sus ojos dorados yendo al charco de sangre debajo de los pies del pelirrojo. —aunque hubiera preferido que fuera en otras circunstancias.

Eijiro cooperó como pudo cuando el rubio lo ayudó a moverse a la orilla del lago. No podía permanecer de pie, por lo que tuvo que sentarse.

—Sero... está en el bosque. —mencionó, casi sin fuerzas.

—Jiro, cuida de él, iré por Sero. —pidió el rubio, mirando a la joven que los miraba preocupada desde el agua.

La sirena se acercó a la orilla todo lo que pudo, sujetando con dificultad el cuerpo pesado del ra'ka, sus ojos inundándose de preocupación cuando la sangre tintó el agua.

—¿Qué pasa si esa cosa despierta? —preguntó ella, mirando a la distancia la punta de la lanza resaltando sobre la arena.

Denki miró al liche, que se estremecía levemente sobre su lugar, la punta metálica de la lanza estaba enterrada por lo menos diez centímetros en la arena, esto le impedía a la criatura ponerse de pie.

—Llévalo a la cueva.

Kaminari se dio la vuelta, entrando al bosque con rapidez mientras Jiro arrastraba con cuidado el cuerpo del pelirrojo. No le fue difícil divisar al de cabello azabache, pues el césped estaba tintado de rojo, marcando el camino hasta él.

Vhakan; [Katsudeku]Where stories live. Discover now