Capítulo 37

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A la mañana siguiente, sintió por fin el frío del reino de Gotham, los días anteriores sólo había sentido ligeras brisas frescas pero nada comparado a aquella mañana.
Jamás había sentido frío; donde ella vivía con anterioridad, eran islas, rodeadas de un extenso mar cristalino donde el clima era perfecto, nunca demás de caluroso ni frío. Con sus cálidos vientos alisios, temperatura plácida y cielos soleados. Era por eso que las vestimentas de Azarath eran telas ligeras y holgadas.
Sin embargo, a comparación de Azarath que tenía un clima para todo el año, Gotham por su parte tenía un clima cambiante, en cada estación era distinto.
Ahora el invierno se acercaba, y por lo que los monjes maestros le habían enseñado sobre el Reino de Gotham, era que en el invierno el viento era congelante.

La chimeneas comenzaron a ensendecer durante todo el día y toda la noche. Sus vestidos comenzaron a ser confeccionados con más grosor y capas, además de con telas suaves y tibias que lograran mantener su piel caliente. Sin embargo, seguían siendo más pesadas, no estaba acostumbrada a tanto peso. Sus vestidos siempre habían sido ligeros, con ellos podía moverse con facilidad.

—¿Dónde está, Rachel?— le preguntó a la rubia acompañante de su mujer.

—Sigue en cama. Despierta. Pero en cama— específico. Hace algunos minutos atrás que la había despertado y llamado para ayudarle a tomar una ducha matutina y vestirla para que luego la princesa se fuera al comedor a tener el desayuno con la demás familia real.
Sin embargo, tres veces le llamó y tres veces la princesa la ignoró.

—Ya es tarde— miró a un gran reloj que yacía en uno de los muros de  los pasillos. —El retratista llegará pronto y mi padre no perderá otro día— comentó.

—Perdonala, el cambio de clima es demasiado drástico para su cuerpo y su organismo— la joven dama estaba al tanto de la situación de su princesa; fue fácil averiguarlo.
—La llevaré al salón tan rápido como me sea posible— finalizó la conversación y se dirigió a la habitación de la princesa.

—Su alteza, ya es hora de despertar y levantarse. El rey espera y la reina no es paciente— tal vez sembrandole miedo lograría moverla de la comodidad de la cama.
Sin embargo, volvió a no tener respuesta. Esta vez no se cruzó de brazos; lamentaría lo que haría, pero eran órdenes del futuro rey, eso había dado a entender.
Tomó las sábanas, cobijas y pieles que cubrían a la princesa y las jaló hasta que ya no la cubrieran más.

—¡Stephanie!— de golpe Rachel se incorporó y temblando buscó calor, más su dama de compañía, la interceptó y llevó al baño donde la obligó a desvestirse y entrar a la tina para luego lavar su cabello; a regaña dientes y ya sin opción, la princesa cedió y lavó su cuerpo.

Afuera, en la habitación, la esperaba un vestido que a simple vista parecía ligero y sencillo, tal y como ella acostumbraba a usar, pero la verdad era que varías telas la cubrían por dentro y volvió a sentirse asfixiada.

—Le preparé un té caliente para el camino, ya que ya no hay tiempo de tener un buen desayuno en estos momentos— comentó mientras iban caminando con rapidez a donde se encontraban los demás, si no fuera porque las princesas no tenían permitido correr, eso y que los vestidos no se los permitían, ya habrían llego hace rato.

—Lamento mucho la demora, su majestad— brindó una larga reverencia ante en el rey y la reina ya que su impuntualidad fue claramente notable.

—No hay problema, querida, Dick nos contó sobre tu resfriado por este clima— al principio la desconcertó, pero luego recordó que su esposo y ella debían levantarse al mismo tiempo y estar en ciertos lugares al mismo tiempo, y que su irresponsabilidad podría darle sospechas a los demás.
—Esperamos que te recuperes pronto—.

—Nuevamente me disculpo, pero parece que solo fue una ligera indisposición, ya todo está bien—.

Se dirigió a dónde su marido se encontraba, la miraba con una sonrisa burlona pero ella la ignoró.

—¿Cuánto tardaremos en esto?— preguntó esquivando la mirada del príncipe.

—Normalmente, y dado al número de miembros en la familia, tardaremos un día completo, y esperemos que termine todos los retratos, si no tendremos que seguir mañana— respondió, el solo pensarlo les dio pereza.

—Empecemos— sugirió el hombre. —Primeramente será el retrato familiar. Majestad, usted y la reina estarán en el centro sentados, el príncipe Damian a su derecha, sentado de igual manera. Los tres príncipes detrás de usted, la princesa Rachel a la izquierda del príncipe Richard y la señorita Helena a la derecha del príncipe Jason— mientras decía las posiciones, ellos iban acomodándose tal y como él deseaba. —¡Perfecto!—.

Comenzó a trazar líneas que al primer instante parecían solamente rayones, sin embargo, poco a poco cada miembro fue tomando vida y color en aquel lienzo. Esto duró casi cuatro horas, ya que había bastantes detalles que resaltar. Claramente dentro de esas horas hubo breves descansos, pero aún así faltaban individual de la princesa y el matrimonial.
El día entero sería dedicado al arte, algunos dirían que suena maravilloso, pero vivirlo era un total infierno.
Aún recordaba los retratos que le habían hecho con su vestido de novia, era tradición de Gotham retratar cada evento importante o a personas importantes. Tardó mucho menos que éste, ya que sólo fue ella.
Era extraño posar para ser retratada, ya que en su hogar ni siquiera había retraso suyos, mucho menos de sus antecesores.
A diferencia de su familia, en el palacio de la familia Wayne, había una habitación llena de ellos, cabe destacar que no era una habitación pequeña, en esta habitación, sobre una chimenea que en tiempos de invierno siempre databa encendida resaltaba el gran retrato de los padres del rey Bruce.

Finalmete el retrato familiar estaba terminado y los miembros de la familia podían retirase, a excepción del recién matrimonio.

—Si gustan podría retratarlos primeramente a ambos y al final a la princesa, alteza— sugirió al príncipe, quien claramente no aceptó.

—Primero las damas— se limitó a responder.
Si accedía a la sugerencia del hombre, terminado el retrato matrimonial él tendría que retirase a cumplir con otros deberes, dejando a Rachel a solas con aquel extravagante artista. Y dado a las reacciones que tenía ante la belleza de la primcesa, el príncipe no quería ni permitiría que al retratista se quedara sin supervisión.

—Si, mi señor— no podía hacer más.

Luego de que la princesa tomará una posición que la hiciera  resaltar, el retratista empezó nuevamente a trazar garabatos en el lienzo.
A unos pasos detrás de él, se encontraba el príncipe observanso la pintura y se daba cuenta de que aquellas líneas de colores no resaltaba la verdadera esencia de su esposa.

Realmente era hermosa, era afortunado. Pensó.

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