Capítulo 4

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Jaqueline entró en aquella gran cocina, todo estaba muy concurrido y las sirvientas corrían de un lado a otro. Busco con la vista a su amiga y tras tres minutos la encontró.

- Celeste- Gritó para acercarse a ella, la chica la miró y sonrió, eso fue una señal.

- Valla, tu por aquí- Le extendió un cucharon- Que novedad.

Jaqueline comenzó a mover en sus manos la pieza de cocina que se le había entregado.

- Vienes a hacerle de comer de nuevo?- Alzó una ceja.

- Siempre llega muy tarde y nunca está para la cena- Esta se encogió de hombros.

- Te preocupas mucho por un hombre al que no amas- Hizo un movimiento extraño con sus ojos- Hay que admitir que está muy bueno.

- Por favor!- Exclamó con una sonrisa

- Esto es un desastre- Susurró al entrar en su habitación, Meliodas era demasiado reservado y como tal no permitía que nadie entrará por ahí

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- Esto es un desastre- Susurró al entrar en su habitación, Meliodas era demasiado reservado y como tal no permitía que nadie entrará por ahí.

Sólo le había permitido el paso a Edward para poner las cortinas, lo otro seguía desordenado y sucio. La chimenea estaba en muy mal estado y con suerte encendería, la cama se encontraba con las sábanas rotas y sucias. Todo a su alrededor era una locura.

- Manos a la obra- Se acomodó las mangas de su vestido y recogió su cabello en una cebolla, obviamente algunos mechones se rebelaron.

Lo primero que hizo fue recoger las sábanas y trapos de la habitación, incluyendo la gran alfombra. Luego pasó el plumero y la escoba por todos los rincones, arrojando al suelo cada gota de churre.

Lleno un cubo en el baño y lo lanzó al suelo, las cucarachas y ratones se mostraron para huir, ese truco se lo había enseñado su madre, cuando aún le dirigía la palabra.

Abrió el balcón para que los bichos tuvieran por donde salir y así fue. Cuando ya los había perdido de vista y se había reído de una chica que huía de una cucaracha volvió a lo suyo.

Con la escoba empujó al exterior toda el agua bañada en suciedad que había lanzado. Tomó las sábanas que había recogido y las rompió para hacer un pequeño trapo que mojo un poco para pasarlo por los tuvos de la cama, las mesitas de al lado y la chimenea. Parecía reluciente y sin tanto polvo era realmente hermosa, definitivamente la haría funcionar.

Limpio el piso y tendió la cama con unas hermosas telas blancas y doradas que le había enviado Edward. Bajo a pedirle un poco de leña a Celeste y esta sin mucho que preguntar se la dio.

Cuando subió tiro la madera, y con un mechero prendió candela, el calorcito que brindaba era sin duda abrazador. Espero a que el suelo estuviera completamente seco y colocó otra alfombra, una menos oscura. Se sintió orgullosa de su trabajo.

Con cansancio se lanzó sobre la cama, era demasiado cómoda, aunque era consciente de que Meliodas llegaría en cualquier momento cerró los ojos y se acurruco a sí misma.

Príncipe RojoWhere stories live. Discover now