Capítulo 27. Infiltración

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Grandes orbes zafiros se abrieron súbitamente, notando la oscuridad que lo rodea, extrañado, observa a su alrededor moviendo su rostro de izquierda a derecha, pero no logra vislumbrar absolutamente nada, solo una espesa negrura. Atemorizado, se incorpora, sintiendo la blandura del colchón donde se encontraba recostado, al tiempo que hace un lado la sábana de seda que cubría parte de su cuerpo. Sin preámbulo, vuelve a mirar el lugar para cerciorarse una vez más que lo anterior haya sido obra de su imaginación, pero no es así, todo sigue igual, aunque repente el chirrido de una puerta abriéndose capta su atención logrando divisar la leve entrada de la luz, que, con duda se coloca de pie y sigilosamente avanza hacia la salida. Al colocar un pie fuera de aquella habitación, se sobresalta por su propio reflejo que se plasma en un gran espejo que se encuentra colocado en la pared.

Atónito, alza la mano para tocar el centro del espejo, examinando con detalle su reflejo infantil, del cual oscilan a una edad de 6 años cuando mucho, algo que lo desconcierta en demasía, que no puede evitar pellizcar su mejilla derecha para corroborar que no se trata de un sueño. En el reflejo, se observa como hace un gesto de dolor por la acción realizada.

—¡Ouch! —Se queja con voz infantil, por lo que vuelve a centrar su mirada en el espejo, pensando en que hacer, aunque antes de poder realizar otra acción alguien lo toma de la mano de forma apresurada, obligándolo a correr.

—¡Debemos huir! —Fueron las palabras inquietantes de aquel niño que arrastró consigo al menor de ojos zafiro.

Con precipitación se movieron por el largo pasillo del lugar que parecía infinito. El pequeño de ojos azules sin cuestionar se deja guiar por aquel pequeño que lideraba aquel ajetreado escape del cual intuyó que tiene la misma edad que él, sin embargo, no podía vislumbrar su rostro por completo, más que sus cabellos color castaño, aparte que por alguna extraña razón sentía que podía confiar en él, y más porque presentía cierto temor; temor que se agravó cuando logró vislumbrar manchas de sangre en el corredor.

Por cada paso que daban, el teñido escarlata fue en aumento durante su recorrido, ocasionando que el corazón se acelere en exceso del joven de ojos zafiro, pues no entendía lo que estaba ocurriendo.

Pronto sus pasos se detuvieron cerca de unas escaleras que van hacia la planta baja, en donde también podían vislumbrar manchas rojizas, el menor de cabellos pizarra tembló y giró a mirar a su acompañante, llevándose una gran sorpresa por el cierto parecido que tienen, aunque sus ojos y el tono del cabello son distintos, pero sin esos detalles, ellos serían como dos gotas de agua. De repente, el ruido de unos pasos aproximarse causó pavor del menor de cabellos castaños.

—Tienes que irte... —Habló el joven mirando al de ojos azules, este sin discernir la situación, pensó en no abandonarlo.

Pero antes de gesticular su negación ante esa orden, las manos del joven de cabellos castaños se posaron en el pecho del contrario, empujándolo escaleras abajo. Fue cuestión de segundos que logró atisbar como la sangre brotaba de la boca de su compañero al ser atravesado por unas filosas garras.

—¡¡No!! —Gritó el de ojos zafiro ante aquella escena.

No obstante, esa imagen se perdió al comenzar a rodar por los peldaños, sintiendo como su delicado cuerpo se maltrataba por cada golpe de los escalones. Cuando por fin tocó el suelo, quedando boca abajo, el menor intentó levantarse, apoyándose con las manos, pero sus brazos temblaron y fallo en el intento, puesto que su cuerpo se encontraba adolorido. Gimoteando y con la respiración acelerada, volvió a intentar incorporarse, solo que esta vez logró quedar hincado, así que giro la mirada para verificar que su compañero aún seguía ahí, pero no había nada, más que la misma inmensa oscuridad del cual se fue tragando las escaleras lentamente.

Amor CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora