❈•≪38. Intimidad mañanera≫•❈

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—Mingi.— pronunció el pelinegro en un ahogado tono de advertencia.

El aludido sonrió y de aquella blanquecina curva, se apartó—. ¿Qué?

—Tenemos clases.

—¿Y?

—Llegaremos tarde.— respondió como si no fuera obvio.

El de intensas hebras rojas, le ignoró. Hongjoong resopló y tan pronto aquellos regordetes labios volvieron a estar sobre la blanca y sensible piel de su cuello, se olvidó de aquello que a su dongsaeng le recordó.

Era un hecho, llegarían tarde.

Y vamos, Hongjoong no pudo adivinar o predecir que, su apresurada madre, dejaría ingresar, libremente, a su bronceado chico apenas lo viera en la acera frente a su casa, aguardando por él.

Y mucho menos podría predecir que, apenas Mingi y él estuvieran uno frente al otro, en su silenciosa habitación y simplemente viéndose fijo a los ojos. Terminarían con sus bocas unidas.

Era una posibilidad, porque, de alguna u otra forma, siempre terminaban igual. Eso no le sorprendió.

Lo que sí, honestamente le sorprendió, fue notar que, de un momento para otro, ambos se encontraban sobre la suave superficie de su cama. Devorando sus bocas con demasiado ímpetu, como si no tuvieran clases a las que asistir.

Hongjoong jadeó tan pronto los dientes contrarios tomaron un poco de su piel y sus caderas meció tan pronto, sañosos, de ella tiraron. Sus pequeñas manos se deslizaron por aquel firme pecho, pasando por sus sólidos pectorales y acariciando de manera momentánea, su suave nuca. Ascendieron más y en aquellas brillantes hebras, se enredaron.

Mingi siguió maltratando la curva de su cuello y una vez se encontró satisfecho con los resultados, ascendió. Besó las áreas sin marcas hasta llegar a su fina mandíbula, la besó como, débilmente, mordisqueó su extensión. Se deslizó más y sus labios volvieron a estar sobre aquellos más finos.

Hongjoong ahogó un gemido en cuanto sintió la entrepierna de su menor, apoyarse contra la suya. Tembló apenas éste comenzó a mecer, insistente, sus caderas.

Su cuerpo ardía, por el exceso de ropa, por el calor corporal ajeno y por el deseo mismo.

—Mu-Mucha... ro-ropa— pronunció Kim, agitado y ligeramente sofocado—. Mi-Mingi...

—¿Quieres que la quite?— replicó al conectar sus ojos con los castaños de su mayor.

—¿Y tú qu-qué crees?

Song rió de manera suave pero, aún así, ronco. Y qué maravilla de risa, de no estar excitado como el pelinegro lo estaba y tan malditamente nublado por la caliente lujuria en su sangre, habría sonreído también y se habría deleitado más con su sonido.

Pero, como ya se dijo; estaba demasiado excitado como para pensar de manera coherente.

Y tan pronto su blanca camisa fue quitada, irónicamente, Hongjoong se sintió arder aún más. Y, posible o no, ese ardor aumentó en cuanto las diestras manos impropias, se colocaron sobre la blanca piel de su vientre. Contuvo su respiración apenas sintió aquellos largos y traviesos dedos, danzar entorno a su ombligo. Juguetones se deslizaron hacia abajo, y más abajo. Cuando chocaron con el borde de su oscuro tejano, volvieron a subir.

Kim se sentía a punto de desfallecer.

Y los dedos de Mingi subieron y subieron más, mucho más. De manera parsimoniosa. Sin apuros. Burlones y tranquilos. Una vez se encontraron a milímetros de sus pezones, le dirigió una corta mirada como ladina sonrisa, Hongjoong gimió por lo bajo, sin poder evitarlo.

No me delates | [MinJoong +18]Where stories live. Discover now