VIII - El chantaje, la bruja mala y las recetas

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NEVRA

El estado general de crisis era irrefutable, o al menos dentro de esa sala. Volvíamos a estar en la "sala del concilio", donde los allí reunidos nos enfrentábamos a las consecuencias de las órdenes que Miiko había dado días antes en ese mismo lugar. La susodicha se encontraba de pie y de espaldas al resto, milagrosamente aún viva y consciente pese a estar envuelta en vendajes y haberse tenido que tomar varias pociones. Empezaba a pensar que quizás la alquimia era algo bastante más útil de lo que creí inicialmente. Quizás debería haberle pedido a Ezarel alguna poción para calmar los nervios y quizás incluso deberíamos haberla tomado todos los sentados en esa mesa.

Habían pasado alrededor de seis horas desde el incidente, seis horas en las que mientras Renna y Miiko eran tratadas por Eweleïn las noticias corrieron como la pólvora dentro del Cuartel General. Y con ellas, el pánico. Incluso había dado tiempo para que se formasen bandos, según me había dicho mi hermana. Algunos decidieron defender a la bruja, aterrorizados ante la noticia de que Miiko hubiese podido traicionar así a nuestra aliada y de que yo hubiese llevado a cabo esa orden sin pensármelo dos veces. Cosa que era cierta. Por otra parte la otra mitad del cuartel se posicionaba ciegamente a favor de la líder de esta. Sin cuestionarla, sin reprocharle nada, con la idea de que ella debía saber qué hacía y por qué y desde su puesto era la última que debía dar explicaciones a nadie. Confiaban acérrimos que sólo hacía lo que ella creía era mejor para Eel. Cosa que también era cierta. Algunos creían que la petición de Renna de obtener el mando de la guardia era ridículo, inaudito y generalmente una catástrofe que desencadenaría el final de la Guardia  de Eel. Los otros, que se lo merecía.

La división de opiniones era bastante clara incluso entre los allí presentes. Miiko y Ezarel se negaban a ceder ante el chantaje. Kero y Leiftán defendían que lo que habíamos hecho era imperdonable y a su vez no nos permitíamos una guerra. Valkyon y yo, por otra parte, habíamos permanecido callados casi todo el tiempo. No podía adivinar qué pasaba por su cabeza, pero por la mía lo único en que podía pensar era en no cagarla más, y que las últimas 24 horas me habían parecido eternas. Las últimas dos horas las habíamos pasado discutiendo una y otra vez las consecuencias de cualquier decisión que fuésemos a tomar. 

— Tenemos que ceder, Miiko —repitió Leiftán por, lo que a mí me pareció, la veintena vez. Su voz empezaba a enervarme pues intentaba mantener su característica calma, que en las últimas horas se había visto profundamente afectada. De hecho cuando apareció, atrapando el cuerpo desmayado de Renna, parecía estar a punto de perder la cabeza. Incluso la llevó en brazos a la enfermería con una desesperación que no había visto antes. 

— No, no tenemos por qué dejarnos chantajear por una cría —respondió Ezarel con las mismas palabras que se me cruzaban a mí por la mente.

— No era una cría cuando acudió a ayudarnos ni cuando la matasteis a sangre fría —dijo de nuevo por al menos octava vez, haciendo que Valkyon le echase una mirada fría y Ezarel una mueca de asco y rabia, pues ellos eran inocentes. Yo me hundí más en mi miseria, desde la que encontré el valor para defender a mis compañeros ante mis crímenes. 

— Si tanto quieres defenderla injustificadamente por qué no te vas con ella a Hex y planeáis juntos cómo romper el cristal —escupí de mala gana mirándole directamente a los ojos. Este se giró a mirarme, devolviéndome el gesto con la misma crudeza.

— Al menos así me aseguraría que no vuelves a matarla injustificadamente —pronunció repitiendo mi expresión y las comisuras de sus labios se elevaron ligeramente en  una ácida media sonrisa. 

Había un trasfondo de rabia en todo lo que decía, y lo había habido desde que descubrió lo que pasó en la misión. Nunca le había visto tan contrariado como con la muerte de la bruja y no podía evitar recordar cada situación en la que él había aparecido para salvarla. Desde el primer día frente a Miiko como cuando luchó contra Valkyon o el mismo día que esa maldita misión nos fue encomendada. Reconocía no saber demasiado de Leiftán pues al fin y al cabo nunca me había preocupado por seguirle ni investigarle. Había confiado en él desde siempre, del mismo modo que confiaba en Miiko. Les respetaba, admiraba incluso y más de una vez había hasta llegado a admitir para mí mismo querer ser como él. Quería ser alguien fundamental en la Guardia y para mis compañeros, alguien de su total confianza, y aunque esos aspectos ya los había conseguido, reconocía querer más. Quería ser como él, ese tipo de persona que con su sola presencia te hacía saber que todo estaría bien. Nada podía salir mal, saldríamos de cualquier problema. O al menos eso pensaba antes de que el problema se manifestase en forma de una joven de grandes ojos negros.  Y no dejaba de pensar en lo mucho que esa joven parecía haberse metido bajo la piel de Leiftán y hasta sentí celos. Pues él parecía ser capaz siempre de acudir al rescate de cualquiera, incluso de ella, mientras que yo sólo había conseguido mortificarla.

The Alchemist [Eldarya]Where stories live. Discover now