Kageyama

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Nunca había sido azotado antes, no sabía que esperar, solo tenía claro que iba a doler porque había visto a sus amigos ser azotados alguna vez y siempre acababan llorando por muy rudos y valientes que fueran. Observó como el entrenador Ukai se movía hacia una banca del gimnasio y se sentaba en ella.

- Ven aquí Kageyama.- le dijo sin apartar la mirada de él, observando y analizando cada movimiento que el colocador hacía.

Kageyama se acercó, poco a poco, con pasos lentos, casi tropezando en cada uno de ellos. ¿El entrenador lo iba a poner sobre sus rodillas? Qué vergüenza, pensaba. Cuando llegó en frente de Ukai lo miró mientras tragaba un grueso esperando más indicaciones, realmente estaba perdido. El entrenador pareció darse cuenta de la incertidumbre de su colocador y decidió hablar entonces.

- Nunca te han azotado antes, ¿verdad Kageyama?- éste negó con la cabeza mientras la bajaba avergonzado.

- No tengas miedo, te voy a explicar lo que voy a hacer para que lo sepas. Te voy a tumbar sobre mi regazo, te voy a dar unos cuantos azotes, te bajaré los pantalones y te daré unos cuantos más. Luego si te portas bien, no tendré que bajarte los calzoncillos para remarcar la lección y todo habrá terminado y serás perdonado. ¿Está bien?

- Pero soy mayor para estar sobre tu regazo, parece humillante.- dijo aún sin levantar la vista del suelo. No dijo nada más, pero estaba aliviado de saber que no iban a desnudarle el trasero, eso aún haría más vergonzosa la situación.

- Prefieres que te tumbe sobre la banca, vaya a buscar tu cinturón de los pantalones del uniforme y te azoté en tu trasero desnudo como un niño mayor?- preguntó Ukai mientras levantaba una desafiante ceja.

Kageyama estuvo a punto de aceptar eso pero en el último segundo se lo pensó, no había experimentado que una mano golpeara su trasero pero estaba seguro de que el cinturón iba a ser muchísimo peor. Volvió a negar con la cabeza. Ukai lo agarró de la muñeca y con delicadeza lo guió sobre su regazo mientras Kageyama no opuso ninguna resistencia. Se había hecho a la idea de que esto iba a suceder y no quería darle motivos a su entrenador para que le bajara algo más que los pantalones. Una vez estuvo sobre las rodillas de Ukai, Kageyama se sintió pequeño, su cuerpo descansaba en la banca, sus pies tocaban ligeramente el suelo y su trasero estaba demasiado poco protegido. Sintió una mano que se paraba en la parte baja de su espalda haciendo un poco de presión para mantenerlo en el sitio. Otra mano se paró en su trasero un segundo antes de sentir como se retiraba, se preparó para el impacto y pudo aguantar un grito que amenazó con escaparse cuando la feroz mano de Ukai chocó con su trasero con un ruido que sus pantalones de chándal amortiguaron poco. Con el segundo impacto Kageyama se tensó, cerró los ojos con fuerza y se dijo que no haría ningún vergonzoso ruido. Iba a aguantar como un hombre.

La mano de Ukai siguó bajando rítmicamente, la fuerza no aumentó pero nuestro colocador cada vez notaba más el aguijón de los azotes. Se hicieron más dolorosos a medida que se acumulaban, cuando iban por el décimo, otro grito amenazó con escaparse pero pudo sofocarlo.

PLAS, PLAS, PLAS , PLAS, PLAS ,PLAS

Iban cayendo uno detrás de otro, su trasero irradiaba calor, sus ojos estaban empañados, con cada impacto respiraba fuertemente, no iba a aguantar mucho más sin quejarse. Entonces se le ocurrió morderse el labio para evitar quejarse. Ukai se dio cuenta de eso e inmediatamente paró. Puso una mano en la goma del pantalón de Kageyama y lo bajó antes de que el colocador tuviera tiempo de percatarse.

- Kageyama Tobio, deja de morderte el labio ahora mismo o dejara de haber protección entre mi mano y tu trasero. Está bien que llores y te quejes, no pasa nada.

Kageyama se soltó inmediatamente el labio. La mano de Ukai bajó sobre su poco protegido trasero, este golpe se sintió diferente, el aguijón picó mucho más, este golpe dolía más. Unos segundos más tarde otro le siguió, y otro, y otro... Kageyama empezó a quejarse más vocalmente y a retorcerse sobre el regazo de Ukai intentando desviar el azote de su trasero.

- Ay.....PLAS....ay....PLAS.... me duele, para....

Se quejaba con cada palmada, había empezado a revolverse demasiado, Ukai temió que pudiera caerse y hacerse daño. Apretó más la mano sobre su espalda para mantenerlo en el sitio y habló:

- Kageyama deja de moverte así, te puedes caer. Piensa porque estás recibiendo estos azotes y dimelo.

Kageyama paro de retorcerse, avergonzado de estar comportándose como un niño pequeño. Queriendo aguantar el resto como un hombre, volvió a morderse el labio para no quejarse más. Los azotes aumentaron de intensidad y las lágrimas empañaron sus ojos, no podría controlarlas mucho más pero no quería llorar como un niño pequeño sobre el regazo de su entrenador. Apretando mucho más fuerte el labio, cerró los ojos con fuerza pero, entonces notó el sabor de metal en su boca. Mierda, si Ukai veía eso, estaría en serios problemas.

- Kageyama, dime porque te estoy azotando.- Repitió con calma el entrenador.

Kageyama se soltó el labio y habló con voz temblorosa mientras notaba las lágrimas caer por la cara.

- Por....por pelear con Hinata...ow...y no hablar con él...ay....

No se dio cuenta, pero al abrir la boca para hablar, no solo cayeron lágrimas sobre el suelo del gimnasio, también sangre de su boca se escapó barbilla abajo. El entrenador se percató inmediatamente de eso. Haciendo una mueca de disgusto y decidido a acabar cuanto antes con eso, cumplió su promesa y bajo los calzoncillos de Kageyama, revelando su trasero que había adquirido un color rojo no demasiado fuerte. Subió un poco más la intensidad de sus azotes que resonaron por todo el gimnasio.

- Noooo, porfavor nooo, lo siento, lo siento...au....no volveré a pelear con Hinata....ay...no me morderé más el labio....AY....por favor para.... OWW...

Las lágrimas invadieron sus rosadas mejillas, dejó de retorcerse y se dejó caer sin fuerzas sobre el regazo de Ukai mientras sollozaba y decía que lo sentía. Un minuto más tarde ya ni hablaba, solo lloraba abiertamente y Ukai decidió que era suficiente. Con cuidado le subió la ropa a Kageyama que se quejó cuando la ropa hizo contacto con su magullada piel. Lo levantó de su regazo y lo ayudó a ponerse en pie. El colocador no levantaba la vista del suelo, seguía llorando y sorbiéndose los mocos entre lamentables sollozos. Se veía tan vulnerable que Ukai no se resistió a abrazarlo para consolarlo, lo sentó sobre su regazo con cuidado de que su trasero no tocara nada y le acarició el cabello y el cuello mientras le repetía con susurros que todo estaba bien. Unos minutos más tarde, Kageyama empezó a recomponerse, rompió el abrazo con el entrenador y muerto de vergüenza observó sus manos mientras decía:

- Lo siento entrenador, por favor perdóneme.

Estas palabras arrancaron nuevas lágrimas, Ukai puso una mano en el cuello del colocador y lo empujó hacia su pecho, pasando una mano por su pelo le repitió que todo estaba perdonado, Kageyama se dejó hacer, se dejó mimar hasta que escuchó la puerta del gimnasio abrirse de nuevo. Rápidamente saltó del regazo de su entrenador y se plantó a su lado mientras volvía su cabeza para mirar el suelo. No quería que nadie viera que había llorado. Lo que no vió, fue que Hinata compartía su cara, sus ojos estaban rojos por haber llorado, su cabeza gacha y Daichi tenía un brazo envuelto en sus hombros mientras lo acompañaba de vuelta a donde estaban los demás 

Haikyuu spankingOnde histórias criam vida. Descubra agora