Capítulo 35.

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Todo se volvió frío y escalofríante. Mi cabeza se sentía adolorida y pesada. Me removí lentamente, tratando de volver a la normalidad de lo que me rodeaba. Sentí piedrecillas y rocas rozando mi espalda, fue entonces que me di cuenta. Estaba de nuevo en la caverna, no tenía que abrir los ojos para confirmarlo.

El ambiente helado y la irregularidad del suelo era suficiente para que me acurrucara en mis rodillas, buscando una posición adormecedora y en cierto punto, cómoda. Claramente, fallé. La realidad me golpeaba, burlándose de mí aunque hiciera un intento de recomponerme.

Las últimas palabras que había dicho Max, fueron las primeras que aparecieron en mi mente cuando desperté.

«No les creas, Emily. Lo que sea que te digan, no les creas»

Estaba claro que me harían creer lo peor de Max, de eso no había duda. Y no iba dejarme engañar, no cuando se trataba de él.

Mis labios se entreabieron y traté de articular alguna palabra, lo que fuera. Lo único que hice fue gemir, mis palabras quedándose atascadas en la garganta. La sentía hinchada y seca, recordé pequeños fragmentos de Jeremy llevándome en sus brazos hacia aquí. Yo estaba inconsciente pero gritaba, suplicando que no quería volver a estar encerrada en éste lugar.

Por lo menos en la habitación podría distraerme mirando a través de la ventana, pero estar en la caverna, rodeada de cuatro murallas a una temperatura que parecía congelar cada parte de mi ser, me hacía sentir inútil, como si fuera un cuerpo desechado para conservarlo.

Los crujidos que provenían desde alguna parte, se hicieron presentes, cortando los miserables pensamientos que comenzaban a intraquilizarme. El pasadizo se abrió y parpadeé, las pestañas revoloteando repetidamente. Respiré, llevando el oxígeno frío a mis pulmones.

Me senté y fui retrocediendo hasta llegar a la pared, mis músculos contraídos se quejaban a no más no poder, pero me limité a hacer muecas.

James entró, dejando el pasadizo abierto. Podría levantarme y huir, pero la debilidad que sentía, me lo impedía. Sabía que si corría, mis piernas temblarían y caería al suelo con tan sólo dar unos cuantos pasos. Tenía que ser algún efecto del sedante, pero ahora que lo pensaba, era más probable que se tratara del embrujo que seguía dentro de mí.

―¿Aprendiste la lección? La próxima vez que quieras agredir a un purasangre, piénsalo dos veces o estarás en éste lugar, sin comida y sin cobijas que te resguarden del frío.

Me quedé mirándolo, quería golpearlo de nuevo. Había un ligero color morado por debajo de su nariz, justo donde mi codo se había estampado. Otra herida agregada, además del que Max le había dado. Quise sonreír, pero me estremecí al sentir una oleada de aire helado por mi cuerpo.

Michael llegó y le susurró algo al oído, solo escuchaba murmullos entre ellos mientras conversaban por unos momentos. Michael se volvió hacia a mí y se adentró a la caverna. Jeremy apareció después y cerré los puños. Me sonrió maliciosamente mientras él y Michael se dirigían al baúl dorado que seguía en el rincón del lugar.

Uno de ellos sacó una enorme llave y entrecerré los ojos, captando lo que hacían. El ruido de la cerradura abriéndose hizo eco en las paredes.

―Mira lo que tenemos aquí ―dijo Jeremy, mirando con destello la botella plateada que Michael desprendía del baúl.

Tragué con dificultad. Quería pensar que se trataba de alguna bebida alcoholica o poción, pero no. Se trataba de mi sangre ¿cómo lo habían conseguido? No lo sabía, nada tenía sentido para mí en estos instantes.

Cuando Michael quiso destaparla, James rápidamente llegó a él y se la arrebató. Se fulminaron con la mirada y seguía sin comprender. Jeremy intentó quitársela pero James lo empujó hacia la pared y su espalda chocó contra las murallas.

Atracción Mortal ✅ [ Disponible en físico ]Where stories live. Discover now