"Al Ángel de mis fantasías"

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De no ser por esas veces en las que tengo miedo de seguir creciendo, pensaría que acorde pasa el tiempo soy más libre e independiente, pero no, cada vez extraño más los brazos de mamá. Mi nombre es Elizabeth, pero, prefiero que me digan Eli, siento que suena más tierno y menos adulto, como si apenas y estuviera aprendiendo a decir mis primeras palabras. Mi vida... mi vida ha sido difícil, no tengo la mejor historia que pueda contar, pero si, una vida llena de aventuras y misterios.

Nací un miércoles tres de mayo del año dos mil en un momento crítico en el que mi madre luchaba valientemente con su corazón, la preclamsia e hipertensión, exactamente fueron las diez de la noche en Quito-San Blas, no resistí más en su pancita y nací a los seis meses de haber sido concebida y vaya que casi le quito la vida a mi madre, metafóricamente hablando tenía a una asesina en su vientre, por lo que tuve que pasar 15 días en la termo-cunas puesto que mi salud no era estable, me faltaba desarrollar parte de los pulmones, luxación de cadera y atrofia al cerebro, que me dieron más tarde problemas como el no poder hablar o caminar puesto que también me faltaba casi la mitad del cerebro y me causaba la parálisis del lado izquierdo del cuerpo, fue por este motivo que aprendí a decir mis primeras palabras y a dar los primeros pasos de los dos años y medio como que para ese momento ya es demasiada memoria la que tengo.

Mi padre se fue a Estados Unidos cuando yo tenía ocho meses de haber nacido, se casó y creo que ahora es feliz sin mí, que les digo de mi madre, ha sido la mujer más genial y valerosa que he conocido, mi modelo de ser y el amor de mi vida, su nombre: Angelina (Lleva en parte el nombre del abuelo). Nunca tuve ese calorcito de un padre y sé que ese vacío no lo ocupará nadie jamás, crecí con mi abuelito, se llamaba como lo que dicen que vuela, Ángel. Con él empezaron los mejores momentos de infancia, llenos de esa chispa de misterio y curiosidad por saber que hay después de que se oculta el sol, solíamos salir todas las tardes a sentarnos a un montón de tejas a mirar el ocaso y a buscar respuestas a tantas preguntas locas de los dos, siempre tan carismático al momento de ingeniarse historias fantásticas y fantasmales.

Enfermó y lo llevaron al hospital, lo fui a visitar y recuerdo que era un cuarto de ventanas amarillas vista al sol, allí estaba cabizbajo y pálido, apenas y con ganas de vivir, en ese momento y desde ahí pasaron cosas extrañas, miré quizá algo que nadie más miraba, una sombra muy blanca lo cubría algo muy normal pensé, pues a mí corta edad era fácil tener una imaginación tan loca, capaz de inventar en mi mente unicornios o fantasmas volar, pero como todo en la vida se acaba, después de eso, también se lo llevó Diosito al cielo, desde ese momento puedo asegurar que hay un ángel que me custodia y escolta siempre.

Así fueron pasando los años, hasta que un día mientras correteaba por los chaquiñanes de arriba de la escuela, me detuve por un momento a jugar cerca de las cabuyas y de la nada apareció una cola de lagartija tan grande, larga y brillante como el sol, con puntos negros y escamas como cristales, salí desesperada a contárselo a mi maestra y amigos, pero nadie me supo entender, era claro otro producto de mi imaginación. Al llegar a casa mi madre me noto muy pálida y me dijo que tal vez era del susto o del mal-aire igual no le tomé importancia y continué mi vida normal, sintiendo constantemente que alguien estaba a mi lado.

Tiempo después de este susto, una noche mientras dormía de un sobresalto me desperté y miré el lugar donde dormía mi madre pero, no estaba, se había levantado fue lo que pensé, pero a dónde si ya era casi la media noche. Me intrigó la curiosidad de saber a dónde fue así que me levanté y salí a mirar que hacía, las puertas estaban abiertas, las luces encendidas y al acercarme a la puerta del patio miré la noche, era de luna llena, tan clara como si fuera el amanecer, afuera en el centro del patio estaba un hombre, vistiendo un traje negro y cabello rizado, sus ojos tan rojos y la sonrisa con dientes de miedo, entré corriendo a mi cama a llorar a gritos, después de un respiro volví a mirar pero ahora las puertas estaban entre-abiertas, al mirar de nuevo y ver si ya se había ido ese ser, seguía ahí, pero, esta vez hablando cerca de mi madre, la tocaba, la besaba y acariciaba sus suaves cabellos, de nuevo el temor se vino a mí y corrí a refugiarme en las cobijas a llorar, incansablemente, pensaba que mamá me estaba fallando... (Quizá aparte de miedo fueron celos, de aquellos que uno siente por algo que lo quiere para uno solito y que nadie más la toque o desee)...

De pronto sentí que alguien se acercaba a mí, era ella, por preguntarme el porqué de mis llantos a toda voz, así que le conté lo que había pasado y el porqué de mis miedos, como respuesta me dijo que estaba durmiendo con mi hermano puesto que aún era pequeño y no podía dormir solo aún. Me puse a relatarle lo que había pasado pero nada estaba como lo miré al principio, las puertas cerradas incluso con candados por dentro, las luces de todos los cuartos menos la mía apagadas y afuera una noche tan oscura, no hallé explicación a esto, pensé que era un mal sueño, pero mi abuelita al siguiente día me aseguró que había escuchado mis pasos antes de que empezara a gritar y llorar.

No le puse mucha importancia y con el tiempo se me fue olvidando aquel suceso tan extraño de mi vida, hasta que después de tanto tiempo volví a tener esa sensación de no estar sola, recientemente me volvieron a pasar cosas extrañas aquí al venir a la Universidad, pero esta vez en mi cuarto, llegaba bien, feliz y dispuesta a realizar mis tareas pronto, pero justo ahí me daba miedo y una sensación de tristeza me hacía romper en llanto.

Una noche puse a cargarle la batería a mi celular y sin ponerme la pijama me acosté a repasar una lección, recuerdo que me dormí, no resistía más, me desperté como de costumbre a las 5 de la mañana, estaba usando la pijama, debajo de las cobijas y con el celular bajo la almohada, el cargador en la mochila, me levanté asustada, pero pensé que había sido mi tía que se comidió en acercarme las cosas mientras yo dormía. Así pase días sin saber cómo amanecía con el celular bajo la almohada, hasta que un día me decidí a preguntarle si era ella, claro su respuesta fue no, hice la prueba de hacer todo eso y acostarme a dormir sobre las cobijas, pero curiosamente seguían pasando cosas extrañas.

Las cosas las dejaba en un sitio y luego aparecían en otro, en especial el dinero, lo guardaba en el cajón, pero aparecían en mi mochila. Ahora sí puedo decir que sentí miedo, nada tenía sentido, pero las cosas seguían pasando. Nunca fui de las personas que creían en los malos espíritus, pero del miedo fui a buscar a un señor que sabía de esas cosas del otro mundo, mi madre tampoco creía lo que nos decía el señor, que sólo parecían cuentos y nada más.

Aquel hombre me dijo que fue la envidia que le tenían a mi madre que llegaron a mi casa y en una esquina de los terrenos enterraron el dinero del diablo, admito que no le creí, pero en ese momento se escuchó como un cajón lleno de monedas rodaba por dentro de la tierra y ese sonido se alejaba, mi madre fue tan fuerte que nada la derribó, en cambio a mí, me estaba atacando y haciendo daño tanto física como psicológicamente, ahí entendí lo que una tarde mi abuelito me dijo: "Hay algo aquí debajo de estas tejas, algo va a estar contigo mientras no te vayas de aquí", tristemente vino conmigo acá a Quito, por eso no cesó, aquel hombre me entregó una mariposa que solo voló y desapareció y después de todo eso, no he vuelto a sentir miedo ni tristeza en mi habitación...


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⏰ Last updated: Feb 07, 2020 ⏰

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ALAS NEGRASWhere stories live. Discover now