Alfa

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Disclaimer: los personajes de kuroko no basket y fotos de portada no me pertenecen y sólo los uso con fines de entretenimiento.

La música taladraba los oídos de Furihata, odiaba tener trabajos en lugares como aquél, casi preferiría el Tiradero, el Barrio Latino, o peor, el Chino..

Androides femeninos y masculinos bailaban con humanos típicos, otros con implantes mecánicos y otros con injertos que era mejor ni siquiera nombrar. Avanzó con toda la autosuficiencia que pudo entre aquellos roces anhelantes y desvergonzados de piel contra piel.. O metal contra piel.. O.. Lo que sea.

Sus botas recorrieron la pista de baile, se ocultó tras una pareja que bailaba animada, uno de ellos era rubio y tenía orejas de gato.. Y no eran falsas.

Sólo debía atrapar al dueño del club, el mismo que en ese momento estaba inhalando un humo azulado de la maquina que sostenía una bella chica, androide o no, Furihata no lo sabía. Pero eso a él le daba igual, tenía que atrapar a aquel gordo para pagar la renta si no quería que la dueña lo echara a patadas.

—¿Que miras, niño? ¿Quieres unirte? —dijo el moreno que abrazaba al rubio de las orejas, frotando obscenamente su cadera contra el trasero opuesto.

El castaño sintió nauseas por el intenso aroma a hierro mezclado con café que emanó el de cabellera azulada. Se cubrió la nariz y maldijo mientras tomaba otro camino hasta el vip del jefe

Se ajustó la campera de cuero, tomó su pistola eléctrica y avanzó despacio. Los bastardos guardaespaldas lo notaron, tenían aquellos malditos ojos bionicos que brillaban en rojo. Detectaron de inmediato el arma en mano que Furihata no recordaba haber desenfundado, entonces sonrió y se acercó para hablar.

—Señor Takashi, tengo una orden de detención para usted.

El gordo movió una mano y uno de los guardaespaldas golpeó el estomago del castaño. Furihata no vio otra opción: comenzó a pelear. Repartió golpes y patadas, usando a veces su dolorosa pistola eléctrica, pero un androide de dos metros se la arrebató y lo tomó del cuello.

—Mejor vete antes de que te hagas daño, niño.—dijo Takashi— tiralo por ahí y dale una lección —le dijo al androide.

Antes de que diera dos pasos, un brillo plateado atravesó horizontalmente al androide, cayendo sus piernas por un lado, el torso y los brazos por otro. Furihata sintió la rabia hervir en su estómago al ver a su salvador.

—¡¿Que haces aquí, Akashi?!

El pelirrojo lo miró desde arriba mientras enfundaba su katana, su ojo biónico brilló en dorado—. Salvarte el pellejo.

—¡No necesito tu ayuda! —espetó poniéndose en pie, en ese instante Akashi le tiró su pistola con una sonrisa burlona— Este trabajo es mio!

El pelirrojo lo miró sobre el hombro y se dirigió con toda su elegancia hacia Takashi. El hombre llamó a diez androides más, todos tan grandes y fornidos como el de dos metros, pero Seijurou parecía burlarse de ellos, pasaba con asombrosa rapidez y daba cortes exactos en un lugar o dos, sin sudar ni una gota.

—Tú vienes conmigo —dijo al detenerse al otro lado de la muralla de androides, quienes en ese instante cayeron de rodillas con sus pies, brazos o cabezas amputadas.

Furihata enrojeció de rabia. Akashi pasó a su lado arrastrando a Takashi con unas esposas.

—Podríamos hacerlo juntos la próxima vez. —susurró en el oído del castaño. Éste lo empujó.

—Si no tuvieras el ojo del emperador..!

—Y no me refería a trabajar.. —Lo interrumpió el pelirrojo, pasando la lengua por sus labios antes de retirarse.

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