Beta

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—Este es Akashi Seijurou, tratenlo bien, es nuevo.

De inmediato los omegas se rebajaron y lo rodearon presos del interés, no por su porte perfecto y sin igual, sino por su apellido. Era obvio, ya se lo esperaba, la primer pregunta que recibió fue:

—El mismo de Fármacos Akashi?

El pelirrojo hizo lo que le enseñaron toda la vida: sonrió y asintió con gentileza. Estaba acostumbrado a ese papel social, era como ponerse una máscara y actuar según los designios de su actuación. Unas veinte personas lo rodearon en medio de la oficina, pero más allá de los molestos y estridentes aromas que comenzaban a inquietarlo, había uno que llamaba su atención. Como intentar encontrar una rosa sepultada en un pantano, así fue tratar de identificar al poseedor de aquél dulce y fresco aroma a naranja y hierba fresca. Cuanto más lo sentía más inhalaba, cuanto más inhalaba más lo inquietaban aquellos otros olores molestos y agobiantes, por suerte llegó el jefe a salvarlo de intoxicarse.

—Dejen de acosar a Akashi! Este lugar apesta, si no se controlan les bajaré el sueldo.

Al parecer era una amenaza seria porque pronto todos se alejaron refunfuñando, no sin antes echarle unas cuantas miradas intencionadas.

—No te preocupes por ellos —dijo una rubia echándole el brazo en los hombros— son inofensivos.

Akashi tensó los músculos, una cosa era liberar feromonas pero ¿tocarlo? Acaso quería..? Entonces comprendió por qué estaba tan cerca con una sonrisa gentil y una mirada de pocos amigos: era una alfa.

—Ves a la chica de allí? —Le señaló a una joven de cabello negro y mirada azulada, llevaba una camisa blanca con volados y una larga falda negra— si te atreves a acercarte te corto lo que más te duele.

—Pues.. Señorita..

—Alexandra Garcia.

—Entonces, Alexandra.. Si vuelves a tocarme haré lo mismo contigo —dijo mirándola fijamente a los ojos, aquello se hubiera salido de control de no ser porque la pelinegra la llamó y como perro que va tras su dueño con la cola entre las patas, Alexandra se alejó.

"Patético" pensó.

Lo tuvieron ordenando el archivo y clasificando casos hasta el mediodía, Akashi salió rápidamente a tomar el almuerzo, no porque tuviera hambre sino porque la mezcla de aromas comenzaba a abrumarlo.. Y su querido amigo allá abajo iba a despertarse si seguía en esa oficina cerrada.

Pasó media hora y regresó cabizbajo, inquieto por comenzar el trabajo de campo y alejarse de todos esos sumisos omega. Claro que también había dos o tres alfa y unos diez beta, pero los pocos omega que había valían por cien. Estaba harto de aquél tipo de atenciones sólo porque era perfecto en todo sentido.

Aquella sobre estimación hipócrita lo enfurecía.

Subió al tejado en busca de algo de paz y soledad mientras cargaba una buena cantidad de documentos por leer, ordenar y clasificar en una caja, daba igual que hiciera aquello encerrado en el archivo o al aire libre mientras lo hiciera, sólo debía aguantar un poco más aquél trabajo de escritorio antes de partir a la acción, como dijo Harasawa.

Empujó la puerta con el hombro y una brisa suave atrajo consigo aquél dulce y fresco aroma. La caja resbaló de sus manos y todo se puso blanco por un instante, se sintió lejos de aquella jungla de cemento, aquellos aromas lo transportaron hasta un verde prado con un vasto cielo azul, andando por un camino sembrado de arboles de naranja.

Era la paz que tanto ansiaba.

—Estas bien?

Volvió a la realidad con un parpadeo, aún de pie en la entrada al tejado un castaño se había agachado a tomar los papeles que dejó caer antes de que la brisa se los llevara.

CyberpunkWhere stories live. Discover now