- Y ese mismo día, Minho nos había pedido que fuéramos de nuevo al café, ¿Recuerdas, cielo? - Le preguntó a su esposo.
- Claro que sí, nunca había pedido volver a un lugar así, y mucho menos uno en el que hubiera muchas personas.
- ¿Podemos hablar de otra cosa? - Preguntó el castaño a mi lado.
- Solo digo lo que pasó. - Habló su madre sonríendo.
- Es cierto, nunca te habías puesto así, ni siquiera antes del accidente.
- Ya...
- Ha pasado mucho desde que puedo avergonzarte un poco hijo, déjame disfrutarlo. - Dijo su madre riendo.
- ¿Recuerdas cuando se encontraron en la librería? Minho no borró esa sonrisa de su rostro en todo el día.
- Ese día habian dejado plantada a Hatt. - Hablo ahora el castaño.
- ¿Ah sí? ¿Quién se atrevería? - Había cierto tono de indignación en la voz de la mayor.
- Bang Chan.
- ¿El chico rubio?
- Si, pero ya está todo aclarado. - Dije sumándome a la conversación. - Tenía problemas familiares.
- De todas formas, si no hubiera sido por eso, ellos no se hubieran encontrado. - Dijo el señor Lee.
- Es cierto, Minho parecía un niño en navidad. - Río.
- Mamá...
- Está bien, no diré nada más. - Sonrió. - Por ahora. - Minho le envío rayos láser con sus ojos. - Si ya terminaron, voy a retirar la mesa.
Y así como dijo, comenzó a juntar las cosas con mi ayuda. No quiso que la ayudara a lavar los platos pero a cambio me dijo que sirviera el postre. Durante ese tiempo, los dos mayores siguieron avergonzado a su hijo con historias pasadas. Fue divertido ver cómo Minho se avergonzaba con algunas cosas, incluso se veía tierno.
El tenía razón.
Fue una buena idea venir aquí.
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