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El frío de aquella mañana se había ido un poco, dispersado en ese gran mondo lugar. Se escuchaba la brisa como una suave melodía, que estaban contentos de escuchar mientras trabajaban duramente. 

Mientras los habitantes de la aldea Ishigami hacían sus respectivas labores, cierto científico del mismo apellido pasaba por su laboratorio a preparar un ungüento, o bebida en su defecto, para aquel despistado mentalista que, ante la seriedad de la fría mañana, salió desabrigado y obtuvo un resfriado resultado de su irresponsabilidad.

Senku personalmente se preocupaba un montón por las personas que ahí residían con él, quería sus bienestares. Hacía lo posible para enseñarles, instruirlos y aconsejarlos, cada persona sumaba en esos años de conocimiento humano perdido, y a él, le fascinaba.  No podía dejar que ninguno se enfermase. ¡Mucho menos Gen! 

Hablando de Gen, este estaba plácidamente acostado, mientras soltaba uno que otro achis. Esperaba que el ojirubí regresará.

¡Vaya!, si tuviera que relatar a Gen como persona, te diría que es muy, muy distinto a Senku, pero aún así, formaron un lazo bastante fuerte y ninguno negaría que le cae muy bien el contrario en el fondo. Justamente lo mencionado hace que se complementen tan bien.

Pero... 

— Senku. — Entró una linda rubia. — ¿Qué haces? Necesitamos tu ayuda por ahí, me parece que hubo unos pequeños problemas...

— Seguro, Kohaku, iré, espera que termino con esto. 

— ¿Qué preparas? — Se acercó curiosa.

— Un té, son varias yerbas. La verdad, es un desperdicio de las plantas que quedaron, pero Gen está un poco resfriado, así que con solo esto se sentirá mejor. Necesitamos la mano de obra de todos, ¿verdad? — Dijo mientras aplastaba las hojas.

— Ooh, ya veo, ya veo. Si será, ¿cómo se le ocurre salir desabrigado en una mañana de tanto frío como la que tuvimos? 

Senku sonrío un poco.

— Bueeeno, si me disculpas, iré a seguir con mi trabajo. Cuando vayas, dile que espero que se mejoré.

La rubia abandonó el lugar.

En eso, Senku se quedó ahí, haciendo un té. Reflexionó sobre las palabras de aquel mentalista, le dieron pesar, pero no tanto como para replantearse demasiadas cosas, o, ¿qué esperaba? ¿qué diciendo que debía preocuparse por el mismo desaparecerían todos sus problemas? no, por unas cuantas palabras, Ishigami no iba a cambiar de actitud. Probablemente.

Sin embargo, esa pequeña charla le abrió una puerta: poder ser sincero consigo mismo, de una manera más latente. Bueno, por lo menos ahora podía contar con el bicolor, y eso ya lo ayudaba un montón, aunque no lo admitiese fácilmente. Se sentía con una ansiedad desde hace unos días, y esa arrogancia suya la seguía aumentando. Ciertamente, pensó que podría empezar a descargarse un poco y sentirse mejor. Todo gracias a esas simples pero cargadas palabras.

Se esbozó una sonrisa en su rostro, de pensar en aquel tonto Gen sufría las consecuencias de preocuparse por él. Lo ponía... Feliz.  

Terminó la caliente bebida, la envolvió en un paño de tela y salió.

Sonaban las pisadas en el seco suelo, que advertían a Gen la llegada de su salvador, del científico, del cabeza de lechuga.

Jejeje, el cabeza de lechuga.

— Jujujujujujuju. — se reía el infantil mentalista ante su broma mental.

La puerta se abrió de un portazo.

— ¿Qué es tan gracioso? — dijo Senku apareciendo de repente.

— ¡AH! — sorprendido, Gen. — S-S-Senku-chan ¡q-qué descortés de tu parte abrir sin avisar!

Komorebi | SengenWhere stories live. Discover now