Capítulo 11.

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―Deja de mirar el reloj, Dominic ―escuché la voz de Jay y lo vi acercándose a la mesa.

Me palmeó la espalda y se sentó a lado de Derek.

―Ha estado así desde que recibió una llamada ―comentó Derek, guiñándole el ojo.

Jay arqueó las cejas y me miró curioso.

―¿Qué llamada?

Me quedé en silencio.

―No te dirá nada, Jay —contestó Derek, mirándome de reojo—. Sabes que no le gusta dar explicaciones y mucho menos cuando se trata de chicas.

―Oh, así que es sobre eso. ―Jay sonrió divertido y luego me señaló―. Puedo apostar de que se trata de Megan.

―¡Dominic! ―Escuché que Ernest me llamaba y lo encontré en la entrada del gimnasio―. Una linda chica está esperándote afuera.

Inmediatamente me levanté de la silla como si alguien le hubiera prendido fuego a mi trasero.

Podía asegurar que Derek y Jay estaban murmurando y riendo a mi espalda, pero me encargaría de ellos luego. Cuando crucé la puerta, me encontré a Megan conversando con quien supuse era su hermano. Me acerqué a ellos, llamando la atención de ambos y Megan sonrío tímidamente.

―Hola ―dije, alternando la mirada de ella a su hermano.

―Hola... él es Chad, mi hermano.

Lo miré y pude descifrar que estaba molesto, no conmigo o con Megan, si no con él mismo. Me recordó cuando yo era pequeño, ocultaba la impotencia de no poder defender a mi madre, pero en su caso, a no defenderse de sus compañeros.

―Un gusto, soy Dominic ―dije y asintió, desviando la mirada sobre mi hombro―. ¿Por qué no entramos de una vez?

―¿Tenemos a un nuevo luchador? ―preguntó Ernest cuando vio a Chad.

Derek y Jay me miraron desde la mesa, y Jay sonrió mientras Derek negaba con la cabeza.

Idiotas.

―Le mostraré algunos movimientos de defensa, así que utilizaré el almacén de entrenamiento ―dije y sin esperar su permiso, los llevé ahí.

Megan tomó asiento en una de las bancas, miraba a su alrededor mientras Chad rodaba los ojos seguramente avergonzado. A simple vista se veía como un adolescente tímido, pero sabía que en su interior habitaba la rebeldía, y me iba a encargar que dejara salir esa ira.

―Bien, Chad, muéstrame lo que tienes ―dije, señalando el saco de boxeo.

―¿Qué quieres que haga? ―preguntó, aburrido.

―Chad, no seas grosero ―dijo Megan.

―Está bien ―asentí hacia a ella y luego me volví a su hermano―. Escucha, sé que estás furioso, así que descarga tu enojo golpeando el saco.

―Dominic, no creo que...

―No te preocupes, Megan, es parte del proceso. ¿Lo harás, Chad? ―Lo miré, esperando su respuesta.

Suspiró y asintió, posicionándose frente al saco. Lanzó el primer golpe, desganadamente. Volvió a hacerlo pero lo hizo sin esfuerzo, lo detuve y me puse a la altura de su mirada.

—Imagina que es uno de tus compañeros, te están diciendo cosas y haciéndote sentir menos.

Me alejé, cruzado de brazos y le di su tiempo para que su mente se concentrara en la situación que describí. Pasaron unos segundos y comenzó a golpear el saco con fuerza, como si quisiera destruir el material del que estaba hecho.

Heridas Ocultas ✅ | editando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora