Capítulo 31: Siempre serían hermanos

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Capítulo triste, canción triste, solo lloren T-T















La mente de Aiden estaba trastornada, su mente maquinaba las veinticuatro horas del día solo para cosechar el miedo y la desesperación que ya había sido sembrada. El chico tenía una idea implantada en su mente, que no se borraría tan fácil; tenía la convicción de que vendrían por él, que lo torturarían hasta matarlo, que no podría salvarse y que de nada le habría valido mentirle a la policía, seguía siendo el objetivo principal de su amigo secreto.

Por las noches confundía las sombras de los árboles con las de aquellas personas que lo golpearon sin tapujos en media calle desolada. Empezó a pensar que entrarían en cualquier momento a su habitación y completarían su tarea, terminarían el trabajo que ya habían empezado.

Por el día la situación no cambiaba mucho, cada vez que su madre habría la puerta para cerciorarse de cómo se encontraba, se le ocurría si tal vez se podría tratar de aquella persona que adornaba sus pesadillas queriendo clavarle un cuchillo en la frente.

Pensaba demasiado, imaginaba mil maneras en las que las cosas podrían ir de mal en peor y, aún así, quería saber de quién se trataba, tenía esa espinita clavada en el cerebro que le incitaba a averiguarlo. Tenía curiosidad y desesperación de saber quién lo odiaba tanto. ¿Qué había hecho tan imperdonable para que le hicieran la vida miserable?

Aiden era consciente de no ser la mejor persona, pero dudaba de que fuera la peor.

Dudaba que mereciera todo lo que le ocurría.

Merecerlo o no, era un hecho que la mente del chico había cambiado por completo. Y lo que era peor, se estaba revelando en su contra. Porque no había peor enemigo que la mente propia, y la de Aiden lo odiaba. Esto se puede justificar mejor en los últimos días, puesto que nadie había hecho recientemente algo en contra del castaño, pero estaba convencido de que no tardarían en atacarlo.

—Si vinieran a por ti, ¿qué harías?

Esa pregunta había salido en una reciente conversación con su madre, como tema de conversación tenían su fatídico encuentro con aquellos desvergonzados ladrones que lo atacaron, mentira que ya había tenido que contar varias veces. Su madre no tenía idea de la verdad, pero estaba igual de asustada que el cachorrito indefenso de su hijo.

La pregunta lo había preocupado más. Y aunque su madre se refería a un futuro lejano y no al presente incierto, lo hizo romperse la cabeza varias veces. ¿Qué haría él?

La pregunta no podía ser más acertada para la ocasión.

¿Qué haría Aiden Vaghn si ellos decidían aparecer justo en ese momento? Ni siquiera era cien por ciento capaz de movilizarse, menos lo sería para defenderse ante un ataque. Estaría por completo en sus manos, y él no podría hacer nada.

La sola idea de ser usado de saco de boxear servía como suficiente motivación para tratar de dar algunos pasos con las tediosas muletas. Necesitaba aprender a moverse en ese estado, no podía quedarse estancado en el mismo sitio esperando que alguien más lo moviera para ir al baño. Aunque había que ser sinceros, eso no le serviría de mucho, en dado caso de que sus miedos se hicieran realidad, sería derrotado. Sí, irremediablemente lo sería. Lo vencerían e incluso podrían matarlo en ese momento, pero al menos habría batallado, habría hecho tanto ruido que complicaría las cosas.

No fue sencillo pedirle esos dos largos trozos de aluminio unificados a los extremos que se hacían llamar muletas. Asimismo, decidió rogarle a su madre que lo dejara solo en la habitación, con sus dos nuevas amigas cerca de él. Se incorporó en la cama con mucho esfuerzo, quedando a la vista la causante de sus dolores. Su pierna no daba señales de querer mejorar pronto, aunque no era de sorprenderse, ya que no había pasado mucho tiempo desde el incidente. El blancuzco yeso lo saludaba mientras trataba de arreglar el desastre en su hueso.

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