capitulo 1 : moviendo las piezas

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No sé ya cuantos trenes he tenido que tomar para poder llegar a Luisiana, mi padre me puso este peso encima, no tengo opción, era esto o el matrimonio. Aunque no quiero ser monja siempre me consideré creyente, no me parece tan mala la vida de una monja, aunque esto no es lo que esperaba para mí vida.

Mi padre es un hombre de mucho prestigio, es obvio que la sociedad no tomara bien si una de sus hijas trabaja como secretaria algo asi, tengo que seguir las normas de la familia.

Asi que tengo pocas opciones: me casó y vivo siendo ama de casa, con una familia estereotipicas, una casa bonita y muchos hijo, seguramente con un hombre que en algún momento me será infiel porque no me ama, ni yo a él, que a pesar de lo horrible que suena seria mejor que el rechazo social, o me volvía monja, dedicando mi vida a Dios y su iglesia, siendo una imagen a seguir la cual presumir con los amigos millonarios de mi padre... Simplemente horrible.

Al fin, este tren se detiene, se escucha un hombre gritando con mucha fuerza "estamos en Luisiana". Que emoción, nótese el sarcasmo, ahora solo queda privarnos de la libertad en una iglesia hasta que se nos otorgue el título de monja.

Varías de mis compañeras novicias y yo fuimos reunidas por nuestra hermana mayor o la monja que se encarga de instruirnos, para ir todas juntas fuera de la estación y de paso a la iglesia.

Este lugar es muy distinto a New York, tiene una vibra más alegre, con música sonando por cada esquina, el resto de las hermanas intentan acelerar el paso para no escuchar las melodías, otras se tapan los oídos y por último están las que me miran con desaprobación al notar que no hago nada para dejar de escuchar las cansiones impuras, es de esperar que reaccionen así, lo que nos enseñaron en las formaciones nos dice que no debemos escuchar este tipo de cansiones hecha por negros practicantes de la magia negra, es un horrible pensamiento que me fue dicho a la cara. No soy como las demás novicias de mi grupo, ellas son blancas de cabello claro, mientras yo soy parte latina con una piel morena, no estoy segura si las hermanas monjas querían insultarme por mi color de piel o por mi actitud poco formal, lo gracioso es que no me importa su maldita opinión... oh Dios,bperdón, no puedo maldecir, sus reglas se están empezando a tatuar en mi mente, haciéndome sentir culpable hasta en mis pensamientos, mientras pueda disfrutaré de esta melodía prohibida, hasta que la hermana superior me agarra de la muñeca obligandome a avanzar por sobre las demás, manteniendo vigilancia sobre mí para que no siga "cometiendo pecados".

¿Que tiene de malo un poco de música?, bueno, yo también me preguntaba eso al principio, pero es una prohibición clara, solo alabanzas están permitidas.
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Llegamos al convento, antes de entrar me quedé entretenida observando la majestuosa construcción, no me persine junto a las demás por admirar la arquitectura, la hermana superior me pellizco el hombro, obligándome a cumplir este deber y que mas debia hacer, lo hice sin quejarme aunque queria devolver el golpe, para después dirigirse a la gran puerta y tocar. Nos recibieron más monjas con no muy buenas caras, se ve que la vida aquí no va a ser fácil, es un lugar magnífico y gigante, necesita muchas personas para mantener su mantenimiento.

La hermana mayor se dirige hacia el resto de monjas para hablar de lo que sea que harán con nosotras. Mientras ellas hablaban nosotras teníamos que quedarnos en nuestro lugar hasta recibir instrucciones.

Asomé la cabeza para observar a las monjas, no puede evitar compararlas con pingüinos regordetes, todas ellas tan gorditas y si no conociera a este tipo de señoras, incluso pensaría que son adorables, no pude evitar soltar una risa, la cual intente silenciar, una de mis hermanas me dio un codazo, ofreciéndome una mirada reprendedora por mi acción. Ups, no pude evitarlo.

La hermana superior terminó su conversación dirigiéndose con todo el grupo de monjas hacia nosotras

-bueno señoritas, este será su nuevo hogar donde comenzará su travesía para servir al señor como es debido- su voz sonaba como la de un líder de escuadrón militar- ahora están al cargo de las monjas de la iglesia de Santa concepción, seguirán a la hermana María, les dirá sus obligaciones y resolverá sus dudas, aquí me despido mis niñas- se nos acercó y empezó a abrazarnos a cada una, cuando llegó mi turno me tomó de los hombros y me dio un abrazo largo- por favor, se buena chica, hazlo por tu padre- y ahí vamos de nuevo.

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