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El viaje a Serena. (Introducción a James)


25 de Abril de 2013

Nunca creí que despertarme por las mañanas sería tan fatídico, el sabor matutino se volvió en algo monótono, sin vida, he perdido la vida en las mañanas, en las tardes y en las noches. Ya no sé cómo vivir. A penas sonrió, la depresión cayó en mi como si fuera una nube negra personal y que ni con el mas fuerte viento se irá.

Pero a pesar de todo... conozco a mi demonio, se llama grasa y es una maldita perra. Para mi ser gordo nunca ha sido algo nuevo, excepto esa vez en la que me di cuenta que era gordo. Me miré al espejo y lloré, porque nunca había visto nada tan feo.

Como un flashback siempre recuerdo la era en que fui delgado, para mí fue la era dorada, no tenia un six pack ni nada de eso, solo que era menudo y sin acné. Pero no puedo recordar mucho de eso sin llegar a la conclusión de que tenía 12 años y no conocía las papas con queso y chile.

Maldigo al que creó el aceite y las papas fritas, los completos y las pichangas.

Ir al colegio era peor que levantarse, era caminar al centro del circo y hacerlas de payaso y oír insultos de todo tipo. Las miradas eran lo peor, pero después de cierto tiempo te llegas a acostumbrar a tus insultos, se convierten en tu apodo. Y creo que no soy el único, es en varios casos por ejemplo; aquellas que llevan la ropa bien apretada, los labios rojos y la falda corta, ellas, llevan el apodo de "maraca" y lo han aceptado, claro que después pasan por una serie de cambios y se convierten en "monjas" de segunda.

O aquellos que andan con gorros, las cejas medio depilar y con ropa de colores fuertes, reciben el nombre de "washiturros", no sé el origen de la palabra o si viene de la epiglotis o salió de una palabra mezclada con otra o solo es una palabra de bebe, como esas de gu gu - ga ga, o "asfdjaf". Pero es su apodo y lo recibieron con gusto. También pasan por un proceso de maduración pero a mis ojos siguen siendo la escoria del mundo. Y después estoy yo, el 1% de gordura en mi colegio, mi nombre a veces es: "Guatón culiao, Obeso de mierda, Morsa", pero ya acepté todos esos nombres. Al igual que todos los demás.

Mi único apoyo moral en este mar de gente con el intelecto limitado, es una persona bien menuda llamada, Marcos. Mi mejor amigo y el único que me soporta porque de todas las diferencias que tenemos es la única persona que siente lo mismo que yo, todos los días. Digo, no somos los góticos de la escuela, esos que andan pintados ni nada por el estilo, solo somos los que se sientan solos a comer y leen un montón de libros para tratar de adquirir un poco de cultura.

Creo que hemos hablado mas por Whatsapp que en persona en todo el proceso del colegio (enseñanza media).

Algo peculiar de él, tiene un desorden de obsesión compulsiva. Todos los días a las 7:55 de la mañana se sienta en el mismo banco y lee los mismos "graffitis" (por así decirles) que hay en la mesa y en el mismo orden, de izquierda a derecha y después con la punta del pie da una pequeña patada al banco.

Y repite lo mismo en la tarde, o la manera en que ordena los lápices en su mesón. También ha tenido sus días malos y sus apodos, pero los supera, se fuerza a sí mismo a cambiar la tradición pero luego vuelve a la antigua. Sentarse, leer y la patada.

Y es eso lo que me anima a cambiar o al menos a tratar, la manera en que se obliga a sí mismo a cambiar la tradición, nunca vi que un obsesivo compulsivo hiciera eso. Pero creo que esas son las cosas que no olvidas en la vida, las cosas que te guardas para ti, para cuando envejeces y tengas algo de que reír. Un pequeño milagro de este horrible mundo.

Entrar al salón era mi santuario, nadie me podía decir nada ni mirar feo... una palabra o mirada y bastaba con que le dijera a profesor que me sentía ofendido y el antagonista desaparecía por 3 días seguidos. Me gustan las clases de inglés, me defiendo en el tema y la profesora es buena onda, también las de historia y lenguaje. Odié toda mi vida las clases de matemáticas, no soy y nunca seré bueno en eso. Y también odio las de educación física, creo que no hace falta decir por qué.

Los recreos eran una tortura mas, Marcos y yo nos sentábamos en una mesa alejada de casi toda la gente, nunca estaban de mas esos que fumaban a escondidas o quieran besarse apasionadamente... siempre envidié a quienes tenían una pareja, siempre me pregunté qué seria que te dijeran "te amo" de vuelta. La soledad era solo una pequeña parte de esa nube negra.

Pero algo me consolaba, la imaginación. Era mi fiel compañera.

En todos los recreos, siempre buceaba con la mirada a la gente, algunos días quería descifrar el comportamiento de algunos, porque esos días me creía intelectualmente al nivel para creer hacer eso. Algunos días era una excusa para poder verla a ella. Poder ver la estirada y lisa cabellera rubia de la chica más popular y hermosa por naturaleza del colegio. Sus ojos verdes pistache, su nariz respingada y pestañas tan largas que parecen que no acabaran nunca. Algunas veces trataba de acercarme y hablarle pero retrocedía al momento en que intentaba levantarme y entonces no lo hacía, era solo el querer.

Un día se me acerco y me pidió un lápiz porque no tenía y de entre este gentío de diversidad étnica me lo pidio a mi, luego ella articulo unas palabras —me gusta tu pelo, es muy prolijo—  nunca recibí un cumplido que no fuera de parte de mamá o papá, o alguna tía que no me veía hace siglos. No pude parar de sonreír esa semana.

Pero como en todo cliché ella esta de parejas con el chico mas cool del colegio. Max Collins, y lo entiendo. Si yo fuera musculoso, de tez perfecta y un buen six pack, también me gustaría estar con la chica más bonita del colegio.

Max nunca me ha hecho nada, ningún insulto, nada y no lo entiendo. Siempre es hostil con otros pero pareciera que a sus ojos yo soy invisible y no es que me gustaría recibir más insultos. Yo acepté los que me han dicho pero no necesito más. Y a decir verdad es que se agradece.

Vengeance©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora